Mis abuelas, Mujeres Tierra

Llevo varios días en conversaciones con diferentes personas en las que salen muchos recuerdos de las abuelas. Y me acordé de este textito que escribí hace unos años sobre mis abuelas (mi abuela Concha ya murió y mi abuela Eustasia va camino de cumplir 99 años).

MIS DOS ABUELAS. MUJERES TIERRA.
Las dos tienen en común que son mujeres de pueblo. Mujeres rurales. Mujeres Tierra. En mis recuerdos siempre están haciendo cosas, sin descanso: trabajando en el campo segando, en la huerta, con los animales, ordeñando, cocinando, lavando, cuidando, recitando canciones populares grabadas en su memoria… De pequeña me fascinaba observarlas, no me daba asco verlas quitar plumas o despellejar conejos. Todo formaba parte de ese ciclo de la vida natural de los pueblos. Cuando crecí me di cuenta de la dureza de ese trabajo no remunerado. Las dos han pasado por situaciones muy difíciles.

Una de ellas va camino del centanario. Siempre dice que “teniendo comida y techo todo va bien”. Y que “sólo pido que las cosas que queréis hacer podáis hacerlas, y que tengáis salud”. Ella sabe que yo no sigo ninguna religión. Un día me preguntó qué era eso del yoga que yo hacía. Me di cuenta de que hacíamos lo mismo, desde lugares distintos. La calma mental que a ella le dan sus rezos a mí me lo da la práctica de meditación o escuchar música, por ejemplo. Donde ella dice “fe” yo digo “confianza”. Mi abuela es muy austera. Mucho. Creo que ella inventó el reciclaje. En la cocina reutiliza todo. Todo. Nada se tira. Del aceite usado hace jabón. De unas sábanas viejas hace trapos para limpiar los cristales. De sobrantes de lana hace una manta preciosa. Convirtió un vestido de tela muy bueno que se compró hace 40 años, cuando fue a Valladolid con mi abuelo, en una falda con blusa. Ha usado toda la vida esa falda, porque menudos tejidos los de antes, salían muy buenos, no como ahora. Si le regalas una bata, ella la desarma y se la cose a su gusto, cambia los bolsillos de lugar y se la ensancha o encoge para estar más cómoda. Pero no le gusta que le regalemos nada. Dice que ya no necesita nada más, que tiene cosas de sobra hasta el día que se muera.

Mi abuela nunca me ha dado caprichos. Jamás una comida alternativa: lo que hay en el plato te lo comes. Quizá por esas cosas hoy como de todo. Cuando nos quedamos solas charlando me cuenta muchas vivencias. Los hermanos que se le murieron de pequeñitos de enfermedades que nadie sabía. Los abortos que tuvo, porque antes era muy normal perder varios embarazos. La guerra civil de la que apenas hablaba mi abuelo cuando regresó. Me cuenta que por el pueblo pasaba un señor vendiendo el cancionero, podías comprar la letra de una canción popular y así te la aprendías. También se hacía pan de forma colectiva. Una ponía el trigo, otra amasaba para todo el pueblo y luego se repartía el pan y se iban rotando las funciones. Mi abuela es muy serena. En momentos muy duros ha mantenido la calma de una forma asombrosa. Con toda la sensatez, siempre dice: “¿De qué sirve ponerse tan mal, vas a solucionar algo así?”.

Un día hice un reportaje sobre mujeres rurales y entrevisté a mis dos abuelas. Fue un reconocimiento a ellas y a todas las mujeres campesinas, agricultoras y ganaderas que han sustentado, y siguen sustentando, el medio rural. Son las mujeres que nos alimentan. Alimentan al mundo (frente a la agricultura industrial monstruosa). Va este pequeño homenaje hoy también para las abuelas. Las mías y las vuestras. Nuestras Abuelas.

***Muy agradecida al programa El Bosque Habitado (Radio 3) por leer parte de este textito el 6 de enero.
http://www.rtve.es/alacarta/audios/el-bosque-habitado/bosque-habitado-regresar-suelo-recuperar-tierra-06-01-19/4926900/ 

 

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