“La primera vez que me explicaron (bien) qué es el feminismo. Hoy soy feminista. La primera vez que voté en una asamblea. Hoy defiendo una democracia real. La primera vez que fui delegada de clase. Hoy soy representante de mis compis en el curro. La primera vez que fui a un taller de huerto. Hoy me interesa la agricultura ecológica. Y a uno de fotografía y a otro de prensa… La primera vez que hice una entrevista para escribir un artículo y la primera vez que supe que quería ser periodista. Hoy disfruto cada día de mi profesión. La primera vez que aprendí técnicas de relajación. Hoy hago yoga y meditación. La primera vez que aprendí el valor y el placer de aprender. Hoy mis intereses son múltiples (desde un curso de ópera hasta otro de hacer pasta fresca, pasando por economía alternativa). La primera vez que alguien vino a clase a hablarnos de Latinoamérica. Hoy tengo grandes amigos allí, me apasiona viajar, viví casi un año en Paraguay. La primera vez que recibí clases de educación sexual y técnicas de estudio. La primera vez que entendí el trabajo en equipo, la cooperación, el amor por la literatura y los libros, el concepto de integración con compañeros que tenían dificultades… Se me amontonan los recuerdos y las sensaciones: el día de la paz vestida de paloma, las máscaras hechas en clase para disfrazarnos en carnaval, los bailes de la fiesta de fin de curso, el mural de noticias que comentábamos los lunes, los viernes de biblioteca y asamblea (con tiempo para hacer los deberes y preguntar dudas), el material escolar compartido, el concepto de cooperativa, el valor de la enseñanza pública.
Quizá en esa época no era consciente del proyecto educativo en el que había tenido la suerte de caer. Años después lo tengo muy claro, he pensado constantemente que mucho de lo que soy me lo inculcasteis en el colegio. Gracias, Inés, por sembrar tantas cosas, por hacerme tener criterio propio, por darme tantas herramientas útiles para la vida. Qué bueno poder decírtelo ahora”.
Dejadme que os cuente que ayer homenajeamos a mi profe de EGB, que se jubila. Allí estaba el equipo de profes que un día se unieron para desarrollar un proyecto educativo refrescante e innovador, apoyado en el movimiento de renovación pedagógica. Allí estaban mis compis de clase y por allí pasaron algunas de nuestras madres a saludar. La comunidad educativa en sentido amplio. Más de 20 años después, acudimos, sin duda, a la convocatoria. Es hermoso poder agradecer a las personas que te han marcado en el camino.
Qué importante es el papel que juega el profesorado en tu vida. Oígo a mi alrededor constantemente a padres y madres agobiados con los deberes de sus hijos (que apenas tienen tiempo libre para jugar o leer), extenuados con el “alto nivel” que exigen en sus colegios porque, claro, son coles de “nivel alto”, pero no parece que en ellos se disfrute del aprendizaje, no parece que fomenten la creatividad, la libertad, las alas para volar. Más bien percibo el agobio por no suspender.
Dejadme que os cuente cómo era mi cole: el colegio Santiago Ramón y Cajal, en Getafe. Os contaré que no recuerdo que me aburriera en clase. Recuerdo que todas las tardes tenía tiempo libre para salir a jugar a la calle. No recuerdo agobiarme con exámenes ni con los deberes. Recuerdo que me enseñaron a razonar y tener criterio, más que memorizar y repetir como una loro. Lo expliqué, más o menos, en el reportaje Escuelas para volar, en el que se recogen otras experiencias de proyectos educativos, porque otra escuela es posible.
Conocía estos días otra linda experiencia pedagógica que se desarrolla en Colombia, liderada por Jaime Carrasquilla, recientemente fallecido, impulsor de “un espacio de paz donde se aprende jugando, donde el debate es la piedra angular de la formación del carácter de los niños y niñas, donde el disenso y la diferencia son valiosos insumos para aprehender el respeto por el otro, por el distinto”. He podido charlar con un niño de 12 años educado en esa escuela activa. Me contaba que en clase llegan a acuerdos por consenso y no por mayoría en una votación. “Así tenemos que escuchar y argumentar para convencer al otro”. Deciden entre todos el currículo escolar y cómo van a abordar las materias. Aprenden participando. Aprenden felices. En palabras de Carrasquilla: “El proceso educativo es, sencillamente, un proceso fundamentalmente político. Los niños y niñas que asisten al sistema escolar están preparándose para vivir en sociedad, es decir, para convertirse en ciudadanos que, como tales, tienen derechos y deberes del orden individual y colectivo, y se incorporan al proceso económico-social por la formación y preparación que hayan recibido en la ciencia, la tecnología, el arte, y su formación en procesos participativos”.
Tenemos es este espacio bloguero de 21 dos blogs sobre educación (Papasblandiblup y Un candil en el patio) que pueden aportar también muchas luces a este tema. Añado este video de la conferencia de Ken Robinson ‘Las escuelas matan la creatividad’ y este capítulo de Redes (TVE) llamado ‘Crear hoy las escuelas del mañana’.
Los resultados de una buena formación educativa son evidentes. No invertir en educación, en el entusiasmo por enseñar, en la magia de aprender, en despertar el interés, la curiosidad, la motivación, en formar a las personas sobre las que se sostiene el futuro de una sociedad, es un suicidio colectivo.
Ayer estaban contentas mis profes. Vieron los frutos de lo que sembraron. Ojalá hayan dejado recambio.