¿Queda algo más por criminalizar?

carcelLas calles se llenan de grupos peligrosos. Si participas en el movimiento 15-M eres salvaje perroflauta, si te manifiestas y protestas puedes ser agitador o incluso golpista, dependiendo del día. Expresar el descontento con las medidas del Gobierno puede implicar detenciones arbitrarias y noches en calabozos, pues supone un atentado conta el orden público y la seguridad nacional, quizá mundial. Si eres fotoperiodista y haces tu trabajo, esto es, sacar fotos y contar lo que pasa, estás pasando el límite, no les gusta. La Policía puede presentarse en tu casa para detenerte. Si te llamas Ada Colau y eres la cara visible de la PAH, tu perfil es filoetarra. Si vas a un escrache eres nazi. El terrorismo nos rodea.

Padres y alumnos a favor de la educación pública: antisistema. Profesionales sanitarios desobedeciendo la ley para atender a inmigrantes en situación administrativa irregular: insurgentes. Si eres mujer y quieres interrumpir voluntariamente tu embarazo, ya sabes, el ministro Gallardón te convierte en delincuente. Y habrá quienes te llamen asesina. Si eres africano y vives en Lavapiés, lo tuyo ya es un delito mayor. El color de tu piel te delata, motivo para una redada policial racista. Si eres musulmán estás perdido. ¿Y no muestras los documentos que te piden? Suficiente infracción administrativa para ser detenido y encarcelado en un CIE. Ni que decir tiene que las organizaciones y personas que ayudan a inmigrantes sin papeles son de los criminales más peligrosos, como sabe todo el mundo. Por eso Gallardón, otra vez, ha tenido a bien protegernos de ellos con la prevista modificación del Código Penal.

Sancionada la solidaridad, tipificada como delito la hospitalidad, ¿queda algo más por criminalizar? Creo que no me dejo nada. Ah, sí, la amistad.

Una amiga colombiana me visita estos días con su hijo. Tuve que preparar una carta de invitación en la que debía constatar estar informada del delito tipificado en el artículo 318 del Código Penal: “quien directa o indirectamente, promueva, favorezca o facilite el tráfico ilegal o la inmigración clandestina de personas desde, en tránsito o con destino a España, será castigado con la pena de cuatro a ocho años de prisión”. Pero si yo sólo quiero recibir amablemente a una amiga íntima en mi casa… Llamo a la comisaría para saber cómo se tramita la carta. Un polícia me informa: primero tengo que ir a recoger un impreso para pagar las tasas de 80 euros. ¿Tasas? Pero si yo sólo quiero recibir amablemente a una amiga íntima en mi casa… Sí, es que hay que pagar. Luego tengo que ir a hacer el ingreso en el banco y regresar a la comisaría para entregar el recibo. Y me dan cita para tramitar la carta y toda la documentación otro día. ¿Pero no se puede hacer todo en el momento? No, no se puede. Cuando me citen, tendré que llevar las escrituras de mi vivienda o el contrato de alquiler. ¿En serio? Pero si yo sólo quiero recibir amablemente a una amiga íntima en mi casa… Comprobado todo, la Policía sellará la carta de invitación para darme permiso, para que mi amiga pueda venir a mi casa a pasar unos días. Pero resulta que la cita para tramitar todo es para dentro de un mes. ¡Un mes! Pero si mi amiga tiene que llevar la carta a la embajada de España en Bogotá antes, no da tiempo…

Mira, mejor que no venga, esto de la amistad es un lío. Con lo bien que me recibieron a mí en Colombia, sin cartas de invitación, sin policía custodiando mis movimientos, sin criminalizar mi persona basándose exclusivamente en mi lugar de nacimiento, sin considerarme sospechosa de nada por nada.

No sé si estaré cometiendo un delito de amistad. Ella ya está en mi casa. Por suerte, para entrar en Europa le pudo hacer llegar la carta de invitación, sin tantas complicaciones, un familiar desde Holanda.

En Holanda ni idea, pero en España la cosa está que arde: sólo me queda constatar, con gran estupor, que estamos rodeados de criminales. Yo misma ya me siento un poco delincuente. Preveo la nueva burbuja en el sector de la construcción: harán falta más comisarías, más calabozos, más cárceles, más CIEs, para encerrarnos a todos.

Y fuera, en libertad, al otro lado de las rejas, quedarán los que no son tan delincuentes como nosotros, es decir, los que son políticos corruptos, miembros de la realeza que roban, empresarios que hacen fraude fiscal, incumplen leyes y explotan a los trabajadores, especuladores de alimentos que provocan hambre, responsables de la estafa económica, traficantes de personas y de armas, etc, etc, etc.

Sin embargo (para no acabar con esta idea tan desalentadora) cito a Virginia Woolf: “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Quizá la escritora era otra criminal.