La vida en los objetos de quienes han muerto

Hace poco conocí que existe una palabra japonesa para nombrar los objetos que pertenecieron a alguien que ha muerto y que nos recuerdan a esa persona y todo lo que hemos compartido con ella. Esa palabra es ihin. Me emociona la concreción del lenguaje para nombrar algo que tiene un significado tan especial en nuestras vidas. No es cualquier objeto, son ‘esos objetos’. El otro día hablando de todo esto en un congreso en el que intervine en Albacete, una señora contó que tiene un pañuelo que perteneció a su madre. A menudo no lo encuentra, no sabe dónde está, pero cuando le pasa algo importante, cuando está triste o necesita apoyo, el pañuelo aparece de pronto sin que ella lo busque. “Para mí el pañuelo me hace sentir que mi madre está cerca cuando la necesito”, decía. Eso es lo maravilloso, cómo resignificamos los objetos, todo ese universo de lo simbólico (y real), de las emociones que nos producen, las conexiones que nos permiten. Entre mis ihin están unos pendientes de mi hermana. Cuando me los pongo, sonrío. Me encanta llevarlos, me hacen sentir cosas muy bonitas en esos momentos especiales en los que, con plena consciencia, experimento lo que hay al otro lado de los objetos.

Objetos simbólicos que se llenan de vida, de emociones, de vivencias, de sensaciones, de escenas que vuelven y, al ser recordadas, pasan de nuevo por nuestro corazón.

Seguro que os están viniendo a la mente y al corazón algunas imágenes… ¿Cuáles son vuestros ihin?

Marina tiene la maleta de su padre, donde él guardaba su flauta cuando viajaba por el mundo. Para Bárbara, el pastillero de su abuela. Belén y los discos de música de su hermano. Para Isabel, su ihin es el reloj de pared que suena en la casa familiar. Para Amparo, la argolla de matrimonio de su madre: “La uso cada vez que necesito protección y me comunico con ella como si estuviera a mi lado”. Para Yolanda, la mecedora y la toquilla de su amiga…

El año pasado hicimos desde Luto en Colores la exposición colectiva ‘Retratando las ausencias’. Una invitación para que las personas participantes enviaran fotos de lugares, objetos, comidas que les recuerden a sus seres queridos. Esos sitios donde volvemos a reencontrarnos, ahora de otra forma. Fue precioso lo que la gente envió. Hicimos un pequeño vídeo con algunas de las imágenes y los textos que las acompañaban. En ese momento yo no conocía la palabra ihin, por eso el otro día al descubrirla me entusiasmó. Hace tiempo leí un artículo de Rosa Montero en el que habla del abrigo de su marido y dice: “Humanizamos los objetos, los dotamos de significado, los convertimos en fetiches. Son pequeños flotadores que impiden que las aguas del tiempo arrasen con todo”.

Los humanizamos y al mismo tiempo creo que dejamos que los objetos se expresen y nos cuenten y emitan su propia vibración y su propia energía para desvelarnos que más allá de ellos, al otro lado, algo permanece. Que lo esencial no se va, no es enterrable, aunque los objetos sí. Desde su humilde misión de objetos, nos conectan con lo importante; las personas que queremos y que sentimos cerquita cuando los tocamos, los olemos o los vemos.

Sirva esta noche mágica (más allá de Halloween) y estos días (Día de Los Muertos o Día de Todos los Santos o Día de los Difuntos -o Día de Las Ánimas o Día de lo Invisible, por qué no-) para tomar conciencia de la muerte-vida y relacionarnos con esas ausencias sintiendo la presencia del amor de quienes ya no están físicamente, pero siguen estando de otra forma (si nos lo permitimos) en nuestras vidas y nuestros corazones. Sea esta noche mágica una noche-puente de encuentro, conexión y homenaje a nuestros seres queridos.