Dime qué comes y te diré quién eres. Nuestros hábitos alimentarios nos delatan y tienen gran repercusión en nuestra salud y en la del planeta. Los productos ecológicos van haciéndose hueco no sólo en el campo de la comida, también en sectores como los cosméticos o la ropa. Cada año, pequeños productores y consumidores se dan cita en Biocultura, la feria ecológica para toda la familia.
“Huele a tomate de verdad y sabe a tomate”. Cuando alguien se acerca por primera vez a los productos ecológicos nota la diferencia. A Mª del Pilar (61 años) le recuerdan sabores y olores de la infancia. “Hoy en día nos estamos acostumbrando a comer plástico, compramos verduras y frutas de aspecto muy bonito pero que no saben a nada”.
Aunque en los últimos tiempos la cultura de lo bio está más presente en la sociedad, lo cierto es que recupera las prácticas agrícolas respetuosas con la tierra que, con bastante sentido común, utilizaban nuestros abuelos. Joan Castellá es hijo de agricultor y desde hace 16 años está dedicado a la agricultura ecológica en Amposta (Tarragona). Fue pionero en vender sus hortalizas de forma directa a los consumidores, sin intermediarios.
“Cuando empecé con la producción ecológica lo enviábamos todo a Centroeuropa, vi el sistema que se aplicaba allí e intenté adaptarlo aquí. Una vez al mes hacemos jornada de puertas abiertas para que los clientes vengan y conozcan la finca, explicamos cómo cultivamos, cómo controlamos los insectos, etc. Que vengan y vean cómo se produce lo que se van a comer”. ¿Los productos ecológicos son caros? “El problema es que los productos agrarios convencionales son demasiado baratos, se están vendiendo por debajo de su coste. Si valoramos en conjunto, los productores ecológicos dejamos la tierra sana, fértil y saludable mientras que la agricultura convencional la deja contaminada y sin vida.
Tenemos que darle valor a la calidad de lo que comemos y a lo que hay detrás para producirlo”, explica Joan. “Los alimentos ecológicos tienen más minerales y vitaminas, más sabor y más dureza y aguante”.
Un estudio realizado en Cataluña con financiación pública sobre 20 tipos de residuos tóxicos en el organismo humano revelaba que el 80% de las personas analizadas tenía niveles altos de DDT, un compuesto usado en insecticidas que está prohibido. “Nuestro cuerpo hereda cuando nacemos un 30% de química. Lo demás se lo suministramos luego. La química está en todas partes y hay un momento en que el cuerpo no lo puede asimilar y surge la enfermedad. Pero como la química es invisible y no lo vemos, no le damos importancia”. Dice Joan que nos estamos contaminando con lo que comemos y hay que intentar consumir alimentos ecológicos y si no, lo menos manipulados posible (sin colorantes ni conservantes, que producen el 18% de las alergias e intolerancias). “La naturaleza es sabia y siempre busca el equilibrio. Hoy sabemos mucho más, no necesitamos abonos químicos”.
Todos los años, pequeños agricultores como Joan se encuentran con los consumidores en la feria de productos ecológicos y consumo responsable más importante de España. Biocultura celebra en noviembre su 27ª edición en Madrid con 600 expositores y 80.000 visitantes. Mª del Pilar acudió el año pasado con unas amigas. “Me gustó mucho, compramos legumbres a granel, encontré cosas que no hay habitualmente en el mercado (como los caricos de Cantabria) y una calidad de los productos mucho mejor que la que consumimos habitualmente”.
Además de las 17.000 referencias de productos de alimentación ecológica, se dan cita otros sectores como el textil orgánico, ecomateriales, energías renovables, terapias y medicinas complementarias, turismo rural y casas de reposo, juguetes o artesanías y, cada vez con más presencia, cosmética natural. “Si saliera a la luz el abuso de productos tóxicos que se usan en cremas, jabones, maquillajes, y cómo afecta a la salud, habría una alarma social, pero a la industria no le interesa que se sepa”, asegura Pamela Picatoste, diseñadora orgánica y sostenible. Junto a su pareja (Juan Carlos Menéndez, jefe de cocina y colaborador habitual en Canal Cocina y Telemadrid) decidió hace 10 años dar un giro a su vida, vivir en una casa en el bosque y autoabastecerse. Y así crearon El espíritu del bosque en Santa María de la Alameda (Madrid). “Queríamos recuperar la labor manual, consumir productos de alta calidad elaborados por nosotros mismos, naturales, y enseñarlo”. Ofrecen cursos para aprender a hacer pan, queso, conservas, dulces artesanos o cosmética natural. “La gente está cada vez más interesada en cuidarse de otra manera, tenemos que recuperar la autonomía, ser capaces de hacer cosas, saber qué consumimos y cómo. Somos capaces de hacer una crema nutritiva, un bálsamo labial, un tónico o una crema de dientes de forma natural, económica y menos agresiva”.
Consciente del tirón que tiene lo eco, reivindica que el consumidor pueda decidir contando con la información adecuada. “Hay mucha publicidad engañosa. Te venden productos de aloe vera como si fueran naturales cuando en realidad tienen sólo un 1% de aloe”. Cuenta Pamela que el consumidor en general tiene una idea errónea del mundo de la producción ecológica. “El problema es que es un sector que aún está muy verde, hay informaciones contradictorias, no hay estudios a fondo, yo le diría a la gente que vaya a conocerlo de primera mano, que hable con los productores, que se informe directamente. Se trata de conocer mejor la naturaleza para jugar a favor de ella”.
Si la conciencia ecológica se siembra en la infancia, tendremos adultos más responsables y un planeta mejor cuidado. El festival MamaTerra que se celebra en Biocultura ofrece a toda la familia talleres de reciclaje, cocina o huerto urbano además de diversas actividades para aprender jugando. Sus organizadores tienen claro que es importante sembrar brotes verdes entre los más pequeños. Al fin y al cabo, son los consumidores del futuro y los herederos del planeta. •