La innovación educativa no pasa sólo por introducir tablets en las aulas. Implica educar las emociones, educar en igualdad, fomentar el pensamiento crítico, la creatividad, la imaginación. Pero las nuevas tecnologías y las redes sociales pueden ser grandes aliadas para acercar el conocimiento a los alumnos. También lo es la música. O incluso una imprenta en una pequeña escuela rural, hace casi 80 años. Iniciativas inspiradoras que refrescan la educación haciendo que en el actual modelo obsoleto florezcan brotes verdes, discretos pero en plena ebullición.
Un día, un maestro catalán llegó a una aldea sin agua y sin luz. Era Bañuelos de Bureba (Burgos). Encargó una imprenta que pagó de su propio bolsillo y la utilizó como medio de expresión para sus alumnos y alumnas, que aprendieron así a escribir, a colocar letras, haciendo sus propios dibujos para la revista que elaboraban entre todos. Les dio la palabra para que construyeran sus propias publicaciones. Ese maestro republicano era Antoni Benaiges. Aplicaba la técnica Freinet, apostando por el texto libre y oponiéndose a los exámenes. En clase leían poesía. Llevó un gramófono, les enseñó música, bailaban, salían al campo. Experiencias que los niños narraban en los cuadernillos impresos reflejando la forma en que aprendían. Uno de los últimos cuadernillos se llama El mar. En él, contaban cómo creían que era el mar porque nunca lo habían visto. Benaiges prometió llevarles a su tierra para que lo vieran. Se dedicó en sus vacaciones a preparar ese viaje. Pero llegó el 18 de julio de 1936 y el golpe de Estado. El maestro fue asesinado por la represión franquista.
Muchos años después, el pueblo donde dio clase rinde homenaje a su memoria. “Queremos restaurar la antigua escuela y crear en ella un Museo-Taller Pedagógico de las Técnicas Freinet. Que se convierta en un lugar de encuentro en torno a un tipo de educación que respeta profundamente a los niños y niñas y un espacio de memoria y homenaje al maestro de Bañuelos”, explica Javier González, secretario de la Asociación Escuela Benaiges. Poco a poco fueron apareciendo algunos de aquellos alumnos, ya mayores, que conservaban fotos y materiales impresos. “Esos cuadernillos se intercambiaban con otras escuelas que seguían esas técnicas. Sin tener Internet, los niños de Bañuelos estaban conectados con otros niños de otros países con los que además compartían correspondencia”.
Cuenta Javier que el interés que ha despertado la historia del maestro (hay un documental y un libro) les llevó a organizar en el pueblo unas jornadas sobre la técnica Freinet a las que acudieron profesores de toda España interesados en ese espíritu educativo. “La imprenta era una excusa para que los niños pusieran en papel los conocimientos aprendidos. Hacían un parte meteorológico observando el tiempo, mediciones, matemáticas… Benaiges consiguió que fueran a la escuela y que quisieran estar ahí”. Defendía la igualdad entre los seres humanos, subrayando que todas las personas tienen derecho a desarrollar sus facultades sin limitaciones por su poder adquisitivo o condición. Inculcó a los menores la libertad de expresión. “Escribían crónicas de lo que pasaba. Contaban muchas cosas. Si él estuviera hoy aquí, seguro que usaría Facebook porque sabría que eso les iba a motivar. El primer motivado era él”. Hoy esas técnicas pedagógicas vuelven a ser consideradas innovación junto a otras nuevas que surgen en las aulas como respuesta a un modelo de enseñanza considerado obsoleto.
Nuevos modelos metodológicos. Para Alfredo Hernando, creador del proyecto Escuela 21, se está produciendo un florecimiento de iniciativas, aunque no es fácil cambiar los centros desde dentro. “Están pasando muchas cosas buenas en educación porque centros, profesionales y diversos agentes están hartos y han decidido coger la sartén por el mango y hacer sus propias iniciativas ya que los estamentos políticos no escuchan lo que pasa a pie de aula. El Ministerio de Educación no deja de ser una carta más que se juega en política. Se nota que el mensaje del cambio ha calado en la sociedad. Ahora más gente está abierta a cambiar los colegios”.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales se convierten en aliadas para ese cambio, como señala Laura Fernández, responsable de AulaPlaneta Madrid. “Los alumnos del siglo XXI tienen necesidades, inquietudes y motivaciones diferentes a las que podíamos tener los alumnos en épocas analógicas. La información está al alcance de cualquiera en la Red y el profesor ha de ser capaz de que el alumno convierta esa información en conocimiento. Los nuevos modelos metodológicos como el aprendizaje basado en proyectos o flipped classroom permiten a los docentes convertirse en un guía en el aprendizaje cada vez mas autónomo de sus alumnos”.
Asunción Fernández trabaja en el colegio Salesianos Atocha con redes sociales de papel, un proyecto coordinado entre varias profesoras de diversas asignaturas. “En Plástica hicimos en cartulina la representación de un móvil mostrando una cuenta de Twitter. En Lengua redactaron en menos de 140 caracteres un relato corto con el hashtag (etiqueta en las redes sociales) #microrrelato y en Ciencias Naturales otro con el hashtag #especiesamenazadas. Los tuits que realizaban los chicos tenían el diseño de un tuit con el dibujo de su avatar y su usuario, los pegábamos en el móvil de cartulina con adhesivo tipo pos-it para poder reutilizar el soporte”. Los alumnos pueden asimilar así conocimientos de una manera amena y cercana, con herramientas que ya forman parte de su día a día fuera del aula.
Hay otras iniciativas como crear perfiles similares a los de Facebook pero con personajes históricos. De esta forma los niños aprenden investigando los datos y la vida del personaje. O mediante el diseño de videojuegos, por ejemplo, se puede trabajar de forma divertida materias como Lengua, Inglés, Plástica y Matemáticas.
Matemáticas. La temida asignatura. La seria, la de los números, la que a priori escapa a la creatividad y la diversión. Sin embargo, los alumnos de 4º de Primaria del Colegio Miraflores de Orense pusieron ritmo a las fracciones, afinaron números, entonaron polígonos y grabaron un disco solidario cuyos beneficios se destinaron a Cruz Roja. Una aventura musical que emprendieron a través del proyecto Matemáticas solidarias impulsado por el profesor Javier Domínguez, que unió el temario matemático y la música aplicando la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (defiende un aprendizaje adecuado a las ocho inteligencias existentes). Los alumnos de Javier compusieron canciones como El blues de los polígonos o Los Decimales, versión rockera, y se encargaron de todas las labores que implica la comercialización de un CD. Aprendieron así geometría, los decimales o los sistemas de medida versionando éxitos de los años 80 y 90. Y ampliaron su cultura musical.
Mientras que para la mayoría del profesorado el teléfono móvil en el aula es un enemigo, Eva Mª de de la Peña lo primero que hace al entrar a una clase es pedir a los chavales que saquen sus móviles. Para usarlos. Es directora de la Asociación Generando y ha dado charlas a adolescentes aunque ahora se centra en la formación del profesorado. Pero, sobre todo, es una “app-tivista de género”. Desde Generando han desarrollado aplicaciones móviles (APP) en colaboración con varias administraciones públicas destinadas a la coeducación activa, la educación afectivo-sexual, la igualdad y la prevención de la violencia machista. “A través de las APP les enganchas porque les encanta, supone usar las tecnologías de la comunicación y la relación como herramientas pedagógicas. Utilizar los móviles es la excusa”.
Aprendizaje natural. Para Alfredo Hernando “la tecnología puede ayudar pero si no hay un proyecto pedagógico sólido detrás no vas a conseguir ningún cambio por mucho que introduzcas una herramienta nueva”. Eva da un paso más porque la propia tecnología perpetúa un modelo de sociedad machista. “Las propias aplicaciones tecnológicas perpetúan los estereotipos, por eso hemos generado aplicaciones específicas para que desaprendan, para invertirlas”. Se trata de aplicaciones como Amor 3.0, Enrédate sin Machistmo, LBR (Ligando Buen Rollo) y Detectamor. A través de juegos se promueve la reflexión sobre los modelos de relaciones.
Ahora está desarrollando nuevas aplicaciones para la prevención de drogodependencias y para abordar el ciberbullying de género o violencia sexual digital. “Se trata de aprovechar este uso masivo que hace la juventud de este tipo de herramientas, tienen un efecto multiplicador por su carácter viral. Desde ahí es más fácil motivar el diálogo educativo, la reflexión y fomentar la participación”. Lo que se aprende de forma lúdica (en este caso los modelos de relaciones igualitarias y sanas) se incorpora de forma natural y se mantiene. Eva ha podido comprobarlo con esta propuesta didáctica que cuenta con más de 14 dinámicas para que cualquier agente educativo dentro o fuera de las aulas, utilizando la excusa de jugar con el móvil, pueda trabajar el fomento de la igualdad.
Educar las emociones. Educar el terreno de las emociones es hoy uno de los objetivos principales de la innovación educativa, como señalaba el profesor César Bona, finalista del Global Teacher Prize (considerado el Nobel de la Educación), que apuesta por una “educación basada en las emociones, porque somos emociones y tenemos que mostrar que se pueden dar herramientas para gestionarlas”. Defiende también que hay que dar más importancia a la creatividad de los niños, estimulando su curiosidad. Él ha sido premiado por impulsar con sus alumnos proyectos como una protectora de animales virtual. Ha contado experiencias que le dan la vuelta a lo convencional. Como el día que llegó a una clase con una mayoría de estudiantes de etnia gitana y se le ocurrió que ellos le enseñaran a él a tocar el cajón. Trabajar de esta forma la autoestima de los alumnos logra, por ejemplo, reducir el absentismo escolar.
Natalia Casco es profesora en el Colegio Gaudem de Madrid. Trabaja a través de proyectos que animan a los niños a pensar, investigar y poner en práctica lo aprendido. “Los alumnos son los protagonistas de su propio aprendizaje. Ellos eligen sobre qué tema quieren aprender y somos los profesores los que adaptamos sus inquietudes al currículo de educación, trabajando de forma globalizada las diferentes asignaturas. En clase nos organizamos por grupos de trabajo, por lo que el profesor adquiere un papel de acompañante y guía del aprendizaje”.
Coincide Laura Fernández en destacar que el trabajo de destrezas y habilidades capacita a las personas en su vida diaria. “El desarrollo de competencias como la de ‘aprender a aprender’ invita al pensamiento critico. La mayor de las motivaciones en un aula es la propia justificación real de lo que se va a aprender. Estos nuevos modelos forman personas mas competentes en todos los ámbitos”.
Alfredo Hernando ha conocido proyectos de éxito en escuelas y centros educativos de todo el mundo con el fin de recoger metodología y ponerla a disposición de nuestras aulas, demostrando que hay un camino de transformación viable. “La ruta la tenemos, ahora hay que desarrollar la capacidad de repicarla y sostenerla, ése es el reto. Si una escuela pública en una zona compleja de un lugar remoto tiene un 0% de fracaso escolar, hay que ir a ver cómo lo hacen, en lo concreto, lo práctico, lo abordable. Desde EEUU que tiene una red de escuelas en barrios conflictivos con muy buen resultado hasta el colegio Montserrat en Barcelona con experiencias muy punteras que son un ejemplo”. Los colegios de los Jesuitas de Cataluña, en los que estudian más de 13.000 alumnos, han comenzado también a implantar un nuevo modelo de enseñanza eliminando exámenes, asignaturas y transformado las aulas en espacios de trabajo.
“Si somos capaces de desarrollar el talento de cada alumno y sus capacidades, seremos capaces de desarrollar mejor nuestras sociedades, las sociedades del talento. Todo lo que evolucione la escuela así será como evolucione nuestra historia, nuestra sociedad. El gran reto es personalizar el aprendizaje. Obtener lo mejor de cada uno. Que el sistema se ponga la servicio de cada alumno y no que el sistema tenga tal rigidez que se imponga al alumno”, apunta Alfredo.
Carmen Pellicer, directora de la Fundación Trilema, afirma que la innovación implica un movimiento fuerte para repensar cómo educamos y encontrar nuevas maneras que respondan a los cambios de los alumnos. Eso se traduce en cambiar la organización de las escuelas, las metodologías, la evaluación. “El desafío más importante es la formación del profesorado. Un maestro entra en una escuela, por lo general, por vocación y luego pasan los años y la formación puede ayudarles a hacer las cosas de otra forma. La investigación educativa, los nuevos recursos, que estén al día, es clave. Y el acompañamiento de los equipos directivos es otro de los aspectos que impulsamos desde Trilema. El motor de una escuela es el equipo directivo. Una visión clara de liderazgo y de adónde se quiere ir es fundamental para diseñar un proyecto de futuro”.
Pellicer va desgranando palabras como “motivación, compromiso, cariño por los alumnos, profesionalidad, pasión, sabiduría”. Considera que educar hoy es decidir el estilo de sociedad que queremos. “La escuela cumple un papel fundamental, necesitamos preparar a nuestros alumnos de forma integral, no sólo en el plano intelectual, tecnológico y profesional, también desde el carácter ético, los valores”. Añade Hernando que “la educación pasa por el compromiso para la transformación social. Lo estamos viendo ahora con el tema de los refugiados. Si no somos capaces de educar generaciones comprometidas, estamos sentenciados como especie”.
Carmen lo resume con una metáfora: “No sólo hay que entrenar las mentes, también los corazones”. Eso supone educar, junto al desarrollo cognitivo, el desarrollo emocional y el ético. “Si educamos emociones pero no enseñamos a ser pensadores críticos, acabaremos teniendo personas fanáticas y manipulables. Si educamos personas inteligentes y listas pero sin un compromiso ético, acabaremos teniendo monstruos que pueden llevar a la destrucción de nuestra sociedad. Necesitamos esa integridad, esa visón holística de la educación”. •
(Reportaje de Silvia Melero publicado en revista 21)