Arantxa de Juan: “Interpretar a Anna Magnani me ha hecho ser valiente y no poder mentir jamás”

Tanta verdad hay en esta obra que Arantxa de Juan la interpreta en su propia casa. La actriz se convierte en otra actriz, la italiana Anna Magnani (Roma, 1908-1973), la estrella del cine que formaba parte del pueblo, en ‘Magnani Aperta’, espectáculo que ha escrito y producido la propia Arantxa de Juan y cuyo nombre hace un guiño a la película ‘Roma, città aperta’ que protagonizó ‘la Magnani’, mujer apasionada por su trabajo, revolucionaria y ganadora del primer Oscar otorgado a una actriz extranjera. Como ella, Arantxa ha arriesgado con esta obra para contar la historia de una luchadora que nunca se vendió.

Todo esto empieza porque alguien te dijo que te pareces a Anna Magnani. ¿Cómo es la historia?

La historia es que yo me voy a Nueva York a hacer un curso de reciclaje con Susan Batson, que es la coach de Nicole Kidman y Juliette Binoche (vamos, casi nada). En su proceso haces ejercicios personales y luego te adjudica un personaje para trabajar desde su metodología. Cuando me dijo Anna Magnani, me conectó con el año 88 en Nueva York también, cuando otra persona me dijo que me parecía a la Magnani. Me dio una vuelta el estómago y empecé a investigar su vida.

Una historia que había que contar…

La primera feminista en la historia del cine, madre soltera, emprendedora, valiente, transgresora, triunfadora (primera actriz italiana en ganar un Oscar). Me parecía que tenía una personalidad súper llamativa como para poder contarla. A medida que iba investigando, conocía cientos de anécdotas que no me caben en el espectáculo pero las llevo ya en el ADN. Cada vez que digo algo en la obra, todo me resuena a lo que sé de ella. Hoy no se cuentan historias de mujeres de más de 50 años. El otro día leí sobre una viajera de los años 20 que recorría Oriente sola. Hay personajes maravillosos desconocidísimos.

¿Cómo te aventuraste a escribir tú misma el texto?

No me convencían otras cosas. Yo sabía en qué conectaba perfectamente con ella: en la emocionalidad, no tanto en la valentía (pero ahora sí me he hecho valiente en este espectáculo), conecto con ella en ser auténtica, emprendedora… Barajé un par de textos de otros autores pero no eran lo que yo quería, así que la solución fue escribirlo yo. Me fui a una aldea de un pueblo cántabro y me dije: “De aquí no salgo hasta que no lo tenga escrito”.

Escrito y luego… representado en tu propia casa. ¿Convertir tu hogar en escenario fue muy arriesgado?

Es que al volver a Madrid, hablando con una amiga, le conté que me habían ofrecido dos salas pero no me convencían. Y le dije: “Si es que al final lo tenía que hacer en mi casa”. ¡Lo vi tan claro! Le daba sentido a todo el espectáculo, porque era una gran defensora de la verdad y hacer todo esto en una casa de verdad… Y encima mi casa se prestaba perfectamente a este espectáculo. Y decidí que no era un monólogo, que iba a hacerlo con una actriz (Nerea Portela) y ahí empezó esta aventura increíble con la que llevamos más de un año.

Sí, era un riesgo, yo ahora mismo no estoy haciendo tele, no tengo un nombre popular, aunque tengo mi trayectoria profesional, pero yo ahí en mi casa contando la historia de una actriz italiana de los años 50… Tres días antes pensaba que no iba a venir a verlo nadie. Ya vamos por la función 150.

Cuando hay tanta verdad en algo, la gente se engancha.

Claro, porque Anna decía las cosas a la cara, no era socialmente correcta, era muy auténtica en su trabajo. Hubo un momento en que la vetaron por un enfrentamiento con Sofía Loren. No hizo nada en lo que no creyera, siempre dijo la verdad, siempre arriesgó en sus trabajos, siempre defendió su forma de trabajar y creó un estilo nuevo: el personaje de la populana, la mujer del pueblo, que era bella por su valentía, su arrojo, su energía, no por sus caderas. Más de 3.000 personas se han interesado en la vida de esta actriz y han venido a vernos. Es una excusa teatral para contar la fragilidad de la mujer fuerte, la soledad de la mujer valiente, a lo que te expones por ser auténtica. Contar la verdad de este tipo de mujeres resulta que interesa.

¿Cómo marcaron su vida los episodios trágicos que vivió?

Es una niña abandonada por los padres, sufrió muchas traiciones, desengaños amorosos, profesionales… Eso la hizo fuerte y esa fuerza es lo que ha transmitido en sus personajes.

¿Te la ha transmitido a ti o ya la tenías? Es su fuerza la que se ve cuando la interpretas metida en la cama, sentada en el salón o preparando la cena en la cocina.

Creo que Susan vio esa fuerza en mí cuando me dijo el personaje porque soy una mujer muy peleona y tengo muchas características que tiene ella. Amo mucho mi trabajo, como ella. Me gusta el riesgo interpretativo… Y luego ella me ha dado valentía y muchas pistas para descubrir quién soy yo como actriz, qué camino he estado recorriendo para llegar a Magnani Aperta. Me ha hecho cantar, jugar con las emociones, me ha hecho no poder mentir jamás en la interpretación, me ha hecho amarla profundamente.

 ¿Cómo es tener al público en tu dormitorio?

Para mí no existe, yo estoy realmente en mi intimidad. Interpretar es mostrar la intimidad de los personajes y para mí no hay público, existe el personaje, su vida. De hecho, el otro día estaba un amigo en primera fila, al lado de las plantas que riego, y ni lo vi. Me meto en una neblina para no perder concentración.

Las Veneno, cine, teatro, televisión (series como ‘A las 11 en casa’, ‘Amar en tiempos revueltos’, ‘Señor alcalde’, ‘La pecera de Eva’…). Has hecho muchas cosas a lo largo de tu carrera, pero ¿con esta obra se ha dado algo muy único? ¿Marca otro rumbo?

Primero, me ha dado confianza como escritora, confianza para seguir mi criterio, arriesgar, y me ha dado mucha fuerza para emprender nuevos proyectos. He aprendido a apostar por las cosas en las que creo yo antes que ceder y estar medianamente convencida.

En una entrevista que publicamos en ‘El Asombrario’, Jorge Pardo decía: “Si sigues tu intuición, eres invencible”.

Sí, así es. Si sigues tu intuición y si estás en contacto con tu corazón. Es que a veces nos mareamos y buscamos intereses del mercado y nos vendemos a una mediocridad increíble. Sigo mi corazón y mi intuición, y ya veremos lo que pasa, pero por lo menos me acuesto tranquila cada noche.

Eliges un momento concreto para situar la obra, la hora previa a su ingreso en el hospital antes de morir. ¿Por qué ese instante?

Es un momento crítico. Si te dicen que se te acaba la vida, te planteas muchas cosas y además haces repaso de lo que has vivido y de cómo has vivido. Ella está esperando a su hijo y deja una especie de testamento de su razón de ser, por qué ha hecho las locuras que ha hecho… Y quise anclar la obra ahí para contar esa llamada final que le da cordura al personaje, que demuestra que hay una historia real detrás. Y no desvelamos más… (Risas).

En el año 1945 Anna reivindicaba cosas que hoy se siguen reclamando…

Por eso pensé que era tan vigente. Hoy las actrices de Hollywood están reclamando lo mismo. Magnani peleó y consiguió cobrar lo mismo que los protagonistas hombres. Nunca cedió. Trabajó con los grandes de la época (Marlon Brando, Burt Lancaster, Anthony Quinn). Estuvo a punto de perder el personaje de Roma, ciudad abierta porque dijo: “Yo quiero cobrar lo mismo que Fabrizi”. Y lo perdió. Contrataron a otra actriz y, como no funcionó, la volvieron a llamar y le pagaron lo que pedía. Esa película la lanzó al éxito internacional.

Y tu espectáculo también se fue a Roma…

Hemos estado hace unas semanas en la Real Academia de España en Roma, gracias a la Embajada. Fue súper emocionante porque este espectáculo pertenece a esa ciudad. No sé qué dirá Anna Magnani, pero para mí fue un sueño abrir las cortinas y ver por la ventana, de verdad, su amada Roma a mis pies. Me gustaría llevarlo también a Nueva York y ojalá recorra otros lugares.

Tienes también una vena docente…

Me encanta la docencia. Soy la única persona en España que enseña la metodología de Susan Batson de forma continuada. Me encuentro con gente maravillosa, es ver crecer una semilla. Se necesita un compromiso grande con el trabajo. Siempre he sido docente. Cuando trabajaba en series, enseñaba a niños en el Pozo del Tío Raimundo, me fui a Nicaragua con Solidaridad Internacional y con Voces a dar clases de teatro en un vertedero, he dado clases de expresión corporal a personas con problemas de salud mental… Para mí el teatro ha sido tan terapéutico que hay algo dentro de mí que me gusta compartir.

¿Qué le pide Arantxa a nuestro actual panorama cultural?

Hace falta valentía para contratar a actores menos conocidos, valentía para contar historias no tan manidas, valentía para abrir nuevos espacios que acerquen el arte… Pero confío. Creo que estamos en el camino.

Entrevista de Silvia Melero publicada en El Asombrario