Alberto San Juan: “Cuando uno puede ver con claridad, no hay fuerza que lo pare”

 

Ha protagonizado películas como Airbag, El otro lado de la cama, Bajo las estrellas, La vergüenza o Una pistola en cada mano. También las series de televisión Más que amigos y Gran reserva. Su vínculo con el teatro hizo que formara junto a otros actores la compañía Animalario. Alberto San Juan (Madrid, 1968) se ha aventurado en un nuevo proyecto: el Teatro del Barrio de Lavapiés (Madrid), una cooperativa de consumo que nace del hambre de realidad para transformarla, haciendo política desde la cultura. Tras los días de fama y premios, un batacazo personal (que es colectivo) impulsa al actor a escribir el monólogo Autorretrato de un joven capitalista español, en el que desmonta las mentiras de la Transición, la democracia y los estamentos del poder que las sostienen. Intenta así responder a una pregunta: ¿Qué ha pasado aquí?

Pone en escena mucha información sobre las mentiras históricas que nos han contado…
Hay un poema de León Felipe que dice “no me contéis más cuentos”. Creo que nos han contado demasiados y no nos han hecho bien porque nos han impedido conocer la realidad, nuestra biografía, quiénes somos y por qué nos pasa lo que nos pasa. El relato oficial es un cuento demasiado lleno de omisiones y manipulaciones. Es imprescindible si queremos cambiar las cosas, hacer un esfuerzo personal para contrastar ese relato oficial y para pensar por uno mismo.

¿Qué impide esa independencia de pensamiento?
Este sistema en el que priman los intereses de unos pocos a costa de los intereses de casi todos se basa en dos pilares para mantenerse: uno es la violencia y el otro la colonización ideológica o intelectual: habernos arrebatado la capacidad de pensar. Si empezamos a pensar por nosotros mismos no hay violencia capaz de frenarnos, ya pueden tener ejércitos, policía o torturadores, que cuando uno puede ver con claridad no hay fuerza que lo pare. Si aspiramos a una sociedad donde haya un lugar digno para todos y cada uno de nosotros hay que hacer un esfuerzo por conocer nuestra historia y entender cómo es posible que hayamos llegado a la situación actual.

Conocer la realidad permite transformarla…
Exactamente, ésa es la cualidad siempre maravillosa de la realidad. Por terrible que sea, puedes cambiarla, pero para ello necesitas conocerla.

Habla del miedo y la ignorancia como métodos de control social institucionalizado. ¿Cómo se sale de ellos?
El miedo y la ignorancia son el fruto de la violencia y la alienación mental. Nos libramos de ellos leyendo, hablando, investigando, compartiendo información, dejando de leer los medios convencionales o, mejor, empezando a leerlos de forma crítica. En los últimos seis años ha habido un salto enorme, una ampliación de conciencia colectiva inmensa. Hace unos años nadie se atrevía a afirmar en público que esto no es una democracia o que los bancos son criminales, y quien lo hacía era tachado de radicial o extremista. Hoy lo sabemos: esto no es una democracia, no es el gobierno de los ciudadanos ni mucho menos, es el gobierno de una minoría contra los ciudadanos. Pero es que, además, han usurpado el discurso de la defensa de los derechos humanos, la democracia y la libertad. Queda un largo camino por recorrer, pero ya estamos caminando.

De todas las mentiras, ¿cuál le parece la más sangrante?
Decir que habíamos terminado con lo que suponía la dictadura e inaugurado una democracia basada en los derechos humanos. Todo eso ha estallado. Lo que pasa con las mentiras es que tienen una fecha de caducidad, no es como la verdad. El Sol es verdad, el mar es verdad, la capacidad de amar es verdad, y ahí están. Pero las mentiras se desmontan. Aznar era coherente con su ideología, su tradición social, familiar. Pero lo sangrante es que las cúpulas del PSOE recogieran la herencia de la sensibilidad de izquierdas reprimida durante 40 años y la traicionaran y vendieran tan barata, con un cinismo tremendo. La verdad acaba por asomar siempre.

¿El monólogo que interpreta en Autorretrato nace de su crisis personal?
En realidad nace mucho antes. Yo he sido un mal estudiante y un mal lector, leía poco, pero siempre tuve claro que esto era un sistema de dominación de unos pocos y mi empatía siempre ha estado hacia los que no tenían. Pero también me resultaba muy fácil acomodarme en el círculo social de los que tienen, aunque fuera en su capa inferior. Lo que me ha hecho decir basta ya, vamos a leer un poquito y a enterarnos de qué pasa aquí, no ha sido sólo mi crisis o la situación personal de verme sin trabajo, sino ver a mi alrededor las barbaridades que están pasando y cómo cada vez más gente querida va cayendo, más personas van siendo excluídas.

¿Al final un batacazo personal es positivo si impulsa a la acción?
Nacemos en un mundo muy herido y no nos queda más remedio que aportar algo para aliviar esas heridas. Por una cuestión de búsqueda de la propia felicidad: yo para ser feliz necesito vivir en una comunidad humana donde no haya violencia; y para que no haya violencia es necesario que no haya pobreza; y para que no haya pobreza ni violencia es necesario que no haya incultura. No me queda más remedio que contribuir al intento de que la cultura y lo que necesitamos para sobrevivir estén al alcance de todo el mundo. Para dar la espalda a los que sufren necesitas olvidarte de una parte esencial de ti mismo. No puedo creer que personas como Emilio Botín sean felices, no creo que duerman tranquilas por las noches.

Unos tienen más responsabilidades que otros en generar sufrimiento…
Tienen que asumirlas, tienen que pagar por ello. No creo en el castigo ni en la cárcel. Creo que si has destruido hay que evitar que sigas destruyendo y hay que intentar que empieces a construir. Para eso tienes que ser educado (estas personas sólo saben de violencia), lo importante es detener su acción y reintegrarlos en una comunidad humana solidaria.

Los espectadores salen con la cabeza echando humo tras ver su obra. ¿Y ahora qué hacemos?
Yo planteo lo que para mí es la alternativa: tomar las riendas de nuestras propias vidas cada uno individualmente primero y luego juntos. Asumir la responsabilidad de construir el mundo humano. No quiero unos representantes que vengan a hacerlo muy bien, quiero hacerlo yo, participando con mis conciudadanos.

¿Sin líderes?
No me gusta cuando alguien lidera una iniciativa ciudadana o política. Evidentemente hay gente más dinámica y otra más perezosa. Hay quien tiene capacidad para dinamizar un grupo, pero se acabaron los líderes, las cúpulas y las jerarquías.

El Teatro del Barrio es buen ejemplo de cómo construir una alternativa…
Lo intenta. Es un proceso de aprendizaje. Cuando el dueño del local me lo alquiló pensé en hacer un espacio para difundir información política útil para el cambio. Y un amigo me dijo: “Fenómeno, pero si quieres ser coherente no puedes hacerlo de cualquier manera, tiene que ser una cooperativa de consumo en la que participe quien le dé la gana y tiene que gobernar el teatro la asamblea de socios, y si dentro de un año deciden que te vas, tú te vas”. Y tenía toda la razón, así tenía que ser.

¿Y qué le impulsa a hacerlo?
Surge de la necesidad de implicarme. Yo no puedo seguir leyendo en el periódico que hay gente que se tira por la ventana porque la van a desahuciar. Tenía que hacer algo, y donde puedo hacerlo es en lo que conozco, que es el teatro.

En la filosofía de este teatro político se reivindica la belleza, la fiesta y la risa. ¿Necesitamos más que nunca esas medicinas?
Absolutamente. Creo que los seres humanos somos capaces de lo peor pero también de lo mejor. Y lo mejor nos hace felices: el amor, la alegría, la diversión. Hay que experimentar el dolor natural cuando llega (existe la enfermedad, la vejez, la muerte) pero no aportemos más dolor gratuito, innecesario, estúpido o cruel.

Le quitan escenario al Parlamento haciendo política desde el teatro…
Lo que ocurre en el Parlamento no es política, es trabajar al sueldo de la mafia. Han robado la idea de política, han dicho ‘vosotros tranquilos que nosotros nos encargamos de la política, que somos los que sabemos’. ¿Pero quién es alguien que sepa? ¿Por qué no va a ser el médico que lleva años investigando o el arquitecto? ¿Qué es eso de profesionalizar la política? Se han autoprogramado para luchar por el poder. Los ciudadanos podemos asumir rotativamente las responsabilidades. En una casa te repartes las tareas y te organizas entre todos; pues lo mismo en la sociedad.

Es una apuesta valiente que se definan como teatro político, lo cómodo es tender a la ambigüedad.
Para mí el teatro o es político o no es teatro. La política no es más que la organización de nuestra convivencia, es algo natural, de todos, que se ha de practicar desde niños, en las escuelas hay que aprender a pensar juntos en asambleas. Previo a la organización de nuestra vida en común hace falta reflexionar sobre la vida y esa reflexión es la cultura. Por lo tanto, la cultura es previa a la política, sin cultura no hay política y cultura y política van de la mano y son inseparables.

Igual se extiende la idea y aparecen más Teatros del Barrio en otros sitios…
Ojalá. Nosotros hemos cogido el ejemplo de cooperativas ciudadanas como Som Energia en el mundo de la electricidad o de otras iniciativas alimentarias y de consumo.

Termina la obra diciendo: “¿Y por qué no?”.
¿Y por qué no podemos aspirar todos a vivir bien? Vivir bien no significa el lujo, vivir bien es tener comida, techo, transporte, alguna otra cosa necesaria y alegría. En este sistema no se puede, así que necesitamos otro para pasarlo bien.

(Entrevista de Silvia Melero publicada en revista 21)