Llenando las carreteras,
ocupando las aceras,
ni un alfiler cabe ya.
La que lían cinco o seis
de los que luego diréis
que no estaban. Pero están.
Caminantes en camino
valientes y decididos
cansados una vez más
de ser siempre los vencidos.
Por mucho madero en bloque
o antidisturbio al galope
llegaron para quedarse,
no vaya nadie a olvidarse.
Preguntan en comisaría
qué es eso de la dignidad.
En clase no lo explicaron
tampoco Rajoy lo entiende,
como puede se defiende
tirando de hipocresía
mentiras, cagadas varias,
a ver si así se entretienen
y no le tocan… las agallas.
Botella no ha consentido
a estos jetas de las marchas
que se alojen en un cole
(otro gallo cantaría
si fueran de sacristía,
de los que cantan al Papa
porque éstos no dan la lata).
Las casas de los vecinos
sí los han acogido,
dejando a la alcaldesa
a la altura del betún,
que rima con el azul
de la gaviota pepera
a punto de desplomarse
en su caída certera.
La foto en la prensa esclava
era la de actos violentos:
periodismo de postín
que un día tendrá su fin.
Y hasta dice El País
que sólo eran ¡cincuenta mil!
Como canta Calle 13:
“Si los medios no hablan
nosotros damos los detalles
pintando las paredes
con aerosol en las calles”.
Somos nazis, terroristas,
violentos y radicales,
gentes alborotadas
con armas excepcionales:
palabras en las pancartas,
rebeldía en la mirada,
orgullo de pelo en pecho,
coraje defendiendo un techo,
pan, trabajo y libertad.
Cantos, risas y bailes
llenando de color las calles
con luchas y nuevos aires.
Manos arriba, palmas abiertas,
canciones y partituras,
violines de la Solfónica
interrumpidos a golpes
por quienes se hacen llamar
fuerzas de inseguridad
que, como en tiempos pasados,
con porras y pelotazos
ensucian un acto legalizado.
No quieren que se oiga
lo que corea la gente:
A esa conferencia
que se llama episcopal
silbidos y rechazo
por machista y patriarcal.
Ni reforma laboral
ni un corrupto en libertad
ni inmigrantes sin sanidad
ni jefes de sangre azul
ni escuelas con crucifijos
que recuerdan que son hijos
nacionalcatolicistas,
huella viva del fascismo
que no se ha limpiado bien.
¿Y son sólo cinco o seis?
Siguen los mismos arriba,
en cúpulas de poder.
Los mismitos que estrenaron
chaquetas de democracia
sobre los trajes franquistas
cuando ya no hacían gracia.
No les perdimos la pista,
ahí siguen manipulando
deteniendo, acaparando,
haciendo gorda la vista.
Pero, nada, llegan tarde.
Ya nos soltamos el pelo,
nos sacudimos los miedos,
desplegamos nuestras alas
para volar sin ropajes
de ésos que atan y amordazan
domesticando cuerpos, mentes
por creerlas indecentes.
Ahora los insurgentes,
los nuevos desobedientes,
molan más que un Chupa Chups
porque nos llenan de luz
para poder defendernos
de esa oscuridad de infierno.
Que nunca nadie jamás
se atreva a decir sin más
que no se puede hacer nada.
Si hay dudas, dejo un manual:
contiene las instrucciones
con dibujos y emociones.
Se titula: Dignidad.