Es su cuarto disco y contiene una reivindicación clara: ‘Opoñerse á extinción’.Once temas donde la cantareira gallega Ses (Maria Xosé Silvar) proyecta toda su energía vital para defender la cultura gallega, sus músicas y su lengua. Y para reivindicar la dignidad de la mujer. Sin cortarse: “El síndrome Shakira es aplicable a la mayoría de las mujeres del sector musical: mengua la ropa, mengua el discurso y crecen labios y pechos”. Aquí lo deja claro, sin pelos en la lengua. ‘El Asombrario’quiere iniciar un nuevo curso con esta entrevista como declaración de principios de sus prioridades: defender la cultura de verdad, defender las culturas y colectivos aplastados, defender a la mujer, defender lo auténtico.
¿Qué es lo primero que harás cuando seas presidenta de la República gallega?
(Risas) Aparte de conquistaros (que eso sería lo segundo), lo primero sería prohibir la privatización de los derechos básicos (sanidad y educación) bajo pena de prisión.
¿Con lo de ‘conquistarnos’ te refieres gastronómica y musicalmente?
No, no, me refiero a todo. Íbais a terminar por falar galego.
¿Te pasa factura hablar de forma tan transparente de nacionalismo, de política o de feminismo en tus conciertos?
Pasa factura claro, incluso legal. Ya he tenido mis más y mis menos, alguna imputación incluso. Lo mismo que te puede contar un Cesar Strawberry o Pablo Hasel. Sin esa exageración porque digamos que soy un poco más poética en mis letras, pero pasa factura porque estás vetada en ciertos ayuntamientos. En Galicia otra cosa no, pero votar sabemos y votamos muy bien… Nuestro mapa político es todo azul y claro, mi discurso no es un discurso subvencionado. A mí no me contratan los ayuntamientos como a la gente que no se moja.
Pero al final tú cantas ‘donde te peta’, como dices en una canción.
Siempre voy a cantar y a decir lo que me dé la gana, viva de ello o no. Tengo la inmensa suerte de no tener ningún problema en volver a trabajar de otra cosa porque sé lo que es levantarme a las cinco de la mañana, repartir en una furgoneta o hacer hamburguesas. Lo que no quiero es volverme una vendida, callarme o comulgar con ruedas de molino. Me siento más como Quilapayún: “Soy del pueblo, pueblo soy y adonde me lleva el pueblo voy”. Quiero que en mi música primen las canciones, no su rentabilidad económica o su capacidad de éxito potencial. No me interesa eso.
¿Para ti la música sería impensable si la vacías de contenido? Esto de trasmitir ideas es algo que muchas veces se cuestiona.
Es por la desideologización, la ‘desartización’ y desertización del arte. La muerte, digamos, porque la música es un arte y el arte por definición es expresión. La industria musical lo convierte en entertainment porque el sistema sólo tiene interés en lo que da dinero. La mejor canción del año es pura máquina, era impensable pensar eso hace 40 años. No es casual ni inocente que se fomente la producción pseudoartística desideologizada mientras se esconde o se margina la música con contenido.
Este último disco, ‘Oponerse a Extinción’, reivindica varias cosas en peligro de desaparecer, entre ellas el gallego. ¿Cómo se ha normalizado que te pregunten constantemente por qué te expresas en tu propia lengua?
Se normaliza porque se contesta a esa pregunta. Yo ya no la contesto porque es aberrante y una falta de respeto que me lo pregunten. Si le preguntaran a John Lennon por qué canta en inglés, ¿qué pensaría? Me preguntan a mí porque no le dan siquiera el estatus de lengua a mi idioma. No pasa con cantantes catalanes o vascos. Pero es más paradigmático aún porque por ejemplo a Russian Red no le cuestionan que cante en inglés siendo española. ¿Y a mí me preguntan por qué canto en galego, que es mi lengua? Yo canto en una lengua que ha sido minorizada. Me dicen que es raro que yo haga rock and roll o blues en gallego. Claro, es que blues en español hay un montón de grupos, ¿no? (risas). Pero igual que extraña el gallego, no se canta en danés, ni en sueco ni en finlandés. Todo es en inglés.
¿Se ha minusvalorado especialmente la cultura gallega?
La disidencia cultural y política dentro del Estado español con menos representación de las nacionalidades históricas somos nosotros. Los gallegos estamos siempre casi pidiendo perdón por existir. Aquí es una vergüenza hablar gallego. Aquí no ha habido industria, ni una clase de nivel socioeconómico galegoparlante como sí ha habido en Cataluña, no ha habido una lucha con presencia social potente como Euskadi. Entonces no hay respeto por el contradiscurso gallego porque no tiene presencia. Hay una infravalorización de nuestra cultura gallega, de nuestra diferencia lingüística porque hemos sido el pueblo más pobre, esclavizado y explotado. Castilla también lo ha sido, muchísimo, pero ha compartido la lengua del Estado y no ha tenido carteles durante la dictadura que decían: ‘Hable castellano, no sea bárbaro’, como teníamos en Galicia. Nosotros tuvimos como presidente de la Xunta a un ministro de Franco, el triunfo de la derecha siempre ha tapado ese discurso. Tenemos un auto-odio, aunque hay una lucha cada vez mayor de los herederos del orgullo de ser gallego. La generación de mis padres no tiene el graduado escolar, la mayoría. La generación gallego-parlante con estudios superiores muy tardía, yo casi soy de las primeras y tengo 35 años. He sufrido mucho la pregunta de si tengo estudios sólo por mi opción lingüística, es una vergüenza. Hemos sido sinónimo de sumisión cultual, económica. Llevamos mucho retraso en declaración identitaria. Hay un histórico de complacencia.
En ‘Tempestades de sal’ haces un retrato de esto que estás diciendo: “Sangre usurera, caciques modernos”. ¿No ha cambiado tanto?
No, y lo peor es que ahora la gente se cree que hay un bando bueno y el resto son malos y terroristas. Los grises te daban el estatus de disidente político. Ahora cualquier persona que no siga el pensamiento estúpido mayoritario es un rojo, un terrorista, una feminazi… Ha triunfado el proceso de anestesia y alienación de las masas y han logrado crear una base social de derechas que no es pensante y no es pueblo, es masa, y además se cree la patraña del bienestar. Es peor un esclavo que no sabe que lo es. Rosa Luxemburgo dijo que sólo quien se mueve es capaz de sentir las cadenas.
¿En qué manera la identidad cultural y musical ayuda a vivir?
La identidad cultural en toda su diversidad maravillosa es el resultado de la existencia de las comunidades humanas, de sistemas socioculturales. Lo que nos hace ser humanos y animales racionales es nuestra capacidad de comunicarnos. El lenguaje nos ha permitido crear sociedades. Cuando tu identidad sufre estigmatización, marginación, criminalización, se genera algo muy complicado. Hemos crecido escuchando cómo se ridiculiza y humilla nuestra lengua, que es la base de nuestra cultura. No nos hemos desarrollado de un modo normal. Tiene que existir la conciencia de esta necesidad, de ser justos con todos los hombres y mujeres que han perdido su libertad y su vida para conservar nuestro patrimonio inmaterial. Todo el que entiende la Ley de Memoria Histórica debería entenderme a mí sin ningún tipo de problema. A mí me ayuda a vivir y me ayuda a dormir tranquila saber que no soy una renegada de mi cultura. Mi abuela no sabía hablar español, no sabía leer ni escribir, pero era ridiculizada y obligada a hablar otro idioma. A mí misma en una entrevista de trabajo me han dicho: “Qué mal te queda el gallego en la boca, con lo mona que eres”. Si Alemania colonizara ahora España y se obligara a hablar alemán a toda la población diciendo que quien habla español es un cateto y un ignorante y pudieran darle un tiro en la cabeza directamente por eso, entonces se entendería lo que ha sufrido Galicia. Yo no quiero olvidarlo. Forma parte de mi sangre y de mi identidad colectiva. Es mi deber moral.
Haces un homenaje a tu abuela y a todas esas mujeres, con su saber popular, que te han transmitido canciones . ¿Qué es para ti la tradición?
Dijo Castelao algo maravilloso: “A tradición non é a historia. A tradición é a eternidade”. La tradición es el infinito hacia el pasado y hacia el futuro. Yo soy cantareira, que es lo mismo que ser cantaora en Andalucía, aprendí a cantar de la gente mayor. Yo no canto como una cantante, tengo el modo de mi tierra. Me he criado en mi música tradicional, en el contexto del folclore. Siempre he consumido folclores en general, como el flamenco o folclores sudamericanos. Para mí la música de creación colectiva tiene la potencia del alma comunitaria. El folclore es más hot que cool. Yo soy muy hot.
Se te nota en el escenario, con la energía con la que pasas del rock a la muñeira en un periquete.
Para mí lo importante es dignificarlo. Alguien que venga a mis conciertos, le gustará más o le gustará menos, pero probablemente nunca se reirá del folclore porque ve que en el escenario está al nivel del resto de músicas. Además aprenden porque yo hablo mucho (risas).
Representas un referente de mujer dentro de la música, ¿también en extinción?
Bueno. Es que tenemos que ser también autocríticas. Por supuesto que el sistema domina y las discográficas crean klínex, muñecas hinchables de usar y tirar. Shakira empezó con una guitarra, vestida, cantando y se convierte en una muñeca con el paso del tiempo, cuando ya tenía el dinero suficiente como para ser independiente y poder hacer su música autogestionada. Hay una tendencia al yonquismo del prestigio social, se vuelven yonquis del flash, de los millones de seguidores en Instagram, al final entras en una espiral de frivolidad absoluta. Vives fuera de la realidad. No podemos ni imaginar las presiones que tienen. Yo creo que Beyoncé le tiene más miedo a la flaccidez que nosotras al cáncer. Reciben toda su autoestima de eso. Viven en la prisión que han comprado y firmado: ser un objeto sexual. Al final, si quieres puedes no serlo (y más ellas que tienen capacidad económica, y te aseguro que si yo puedo hacerlo ellas también). Pero son esclavas de ese estatus y no son libres. Yo no dependo de la aceptación de nadie de mi físico para ser feliz. Pero ellas sí. ¿Crees que con lo bien que canta Beyoncé, su repertorio resalta verdaderamente su capacidad vocal? ¿Vende voz o vende físico y sexualidad? El síndrome Shakira es aplicable a la mayoría de las mujeres del sector musical: mengua la ropa, mengua el discurso y crecen labios y pechos.
La sociedad se ceba más con el físico de las mujeres, ¿especialmente en el espectáculo y la música?
Hoy la valoración de una mujer música poco tiene que ver con su música. Ellas sólo reciben críticas a su físico, valen por lo que muestran y no por lo que cantan. Pero sí hay mujeres que se escapan de eso y se han revelado. Tracy Chapman, Sinead O’Connor, Alanis Morissette. ¿Les faltaba belleza o les sobraba dignidad? Hoy en día Aretha Franklin no hubiera triunfado con esa obesidad. Estamos en una sociedad gordofóbica en la que ahora Rihanna está gorda. Lo mismo pasa con la edad.
Otro de tus temas: ‘Semente de vence’r. ¿Qué te gustaría dejar sembrado con tu música?
Me gustaría que la gente entienda que no hay verdades absolutas, que hay que cuestionar, falar y falar sin dar nada por oído. Y hay que ser humanos, nutrirse del amor y del orgullo hacia lo que una es y hacia lo que son los demás. Yo soy tú y tú eres yo. La horizontalidad es posible si hay reflexión y bondad, humildad y valentía. Creo que es lo único que nos puede salvar.
(Entrevista de Silvia Melero publicada en El Asombrario)