No es Cataluña, es el derecho a decidir

El 1 octubre de 1931, las mujeres en España obtuvimos el derecho al voto por 161 votos a favor frente a 121 en contra. Gracias, Clara Campoamor. Imagino para cuánta gente eso era disparatado. Hoy no quiero hablar ni de nacionalismo ni de independentismo porque lo que yo opine sobre eso es lo de menos. Hoy sólo quiero hablar de palabras manoseadas constantemente hasta niveles vomitivos: libertad y democracia. Una cosa es llenarse la boca hablando de ellas y otra muy distinta aceptar que se ejerzan. La democracia no es sólo la del postureo institucional (tan deteriorada, por otra parte). La democracia también se ejerce y se legitima en las calles. Cualquiera que haya podido ver las imágenes de la brutal represión policial que ha ejercido el Estado español contra la ciudanía en Cataluña entenderá que lo que se ha puesto encima de la mesa es otra cosa. No soy yo de equidistancia ni de medias tintas. No hay dos partes responsables: hay una parte que ayer iba armada (con munición prohibida) frente a otra parte compuesta de masas de gente haciendo fila pacientemente durante horas para poder votar y personas que pacíficamente han dormido en colegios electorales para defender el derecho a meter una papeleta en una urna, el derecho a la libertad de expresión. Porque de nuevo, como en otros asuntos, hay quien pretende que no puedas elegir. Y hay quien busca dar el espacio para que puedas elegir (sea sí o sea no). ¿Se entiende esta diferencia fundamental? Y cierro ya el pico para recoger aquí la voz de compañeras catalanas que cuentan esto: “Ha sido una jornada de tensión por la violencia policial (total: 761 personas heridas y 128 hospitalizadas); de proteger a aquellas personas que salen a la calle con el único propósito de depositar una papeleta en la urna; de acompañar a profesoras de colegios con ataques de ansiedad; de hacer talleres de resistencia noviolenta para defendernos; de ver a las que salen llorando tras votar; de gestionar paranoias por policías infiltradas… Han sido momentos de estar y llorar junto a las compañeras y amigas que han estallado de tanta responsabilidad y lucha, pese a no ser independentistas, pese a no creer en los nacionalismos. Y todo ello porque defendemos y creemos en la libertad y la legitimidad de decidir de las personas. Hoy, el referéndum no lo ha hecho ni un partido ni el político de turno. Hoy la defensa del derecho al voto lo ha hecho la gente”. Gracias, Thais.

A mí no me produce ningún susto ni ninguna tragedia que un pueblo se exprese votando (sea lo que sea). Digamos que, por el contrario, me gusta mucho eso porque en esta democracia disfrazada, corrupta y de Piolines tapados, es muy saludable que la población se organice para expresarse. Esto no va de Rajoy o de Puigdemont, aunque sistemáticamente se presenta la cuestión desde ese circo. A mí, como podréis comprender, no me representa ninguno de los dos. Me parece un insulto que sigan gobernando los del establishment, los de los recortes, los de la corrupción. Pero, claro, pretender ubicar esto como el mayor de los escándalos posibles es otro insulto a nuestra inteligencia. Desde que tengo uso de razón, soy muy consciente de dos problemas territoriales políticos muy concretos: Cataluña y País Vasco. No han surgido por generación espontánea de la noche a la mañana. Basta con leer un poco (fuera de los medios de desinformación) para entender. Recuerdo, siendo yo muy adolescente, a Julio Anguita proponiendo un Estado federal. Nadie quería escuchar. Metamos debajo de la alfombra los conflictos, tapemos, generemos odios desde arriba (la gente de abajo va a otro nivel, absolutamente, aunque no se cuente) y nada, que para lo que sí nos vienen bien los nacionalistas es para gobernar (¿verdad PP-PSOE?). Me temo que la necesidad de autogestionarse en un territorio y de reconocerse en una identidad (que no es la española) no es sólo algo de las cúpulas de poder. Basta con sacar la cabeza y hablar con la gente. Conozco a personas que no son nacionalistas pero están defendiendo el derecho a votar ante la barbaridad de este Gobierno esperpéntico de Rajoy incapaz de abordar la cuestión. Porque lo que ha hecho Rajoy es sacar las Fuerzas de Seguridad del Estado a la calle, intervenir medios de comunicación, dar porrazos a la gente, confiscar papeletas. ¿A cuántas personas tendrá que detener si esto es tan ‘ilegal’? Esto, más bien, recuerda a otra época.

Estamos esperando que Rajoy utilice sus barcos militares para rescatar a los inmigrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo. O que acoja a la población refugiada, (la semana pasada terminó el plazo para cumplir el compromiso adquirido. ¿Dónde están? Quizá también podría emplear este despliegue de recursos para garantizar derechos constitucionales de acceso a la vivienda, a la sanidad y a la educación. Porque resulta que en España hay un millón y medio de nuevos pobres en los últimos cuatro años (vaya, esto no indigna tanto). Y, por cierto, Rajoy, que la ONU te ha dado de plazo 90 días para implementar de una vez la investigación por las víctimas de desapariciones forzadas durante el franquismo. Vaya, otro tema que preferimos meter debajo de la alfombra. Va a ser que todo está conectado. Y como no queremos saber, no podemos entender nada de lo que nos pasa.

Algunas informaciones:

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