Seduciéndonos

seduccion¿Saben ustedes que hay cursos de seducción? El saber no ocupa lugar y en esta materia hay mucho material por explorar. Le preocupaba tanto el tema a Woody Allen que pidió consejo a Humphrey Bogart en Sueños de un seductor. Junto a las inseguridades de uno, el modelo machista del otro. Así que este ejemplo (el de conquistar para someter) no nos vale.

¿Se aprende a seducir o es un talento natural? “Todo el mundo seduce, aunque no sea consciente de ello. Entonces, ¿por qué no aprender a hacerlo conscientemente y disfrutando?”, sugiere Mónica Quesada, terapeuta sexual. Añade que la belleza es sólo una parte, dispensable, de la seducción. “La seducción se compone de muchos más elementos, tan sólo falta descubrirlos y ejercitarlos”.

Y no es exclusiva de las artes amatorias. Seducir significa llevar a tu terreno. Se usa, por ejemplo, en el trabajo para conseguir un objetivo. Si desnudamos un poco más la palabra, seducir tiene que ver con persuadir, inducir, convencer, atraer, cautivar, modificar comportamientos, ejercer una influencia en la otra persona.

Pero, para mi sorpresa, la RAE describe su uso negativo como primera acepción: engañar con arte y maña. Hay ejemplos en abundancia: intentan seducir los políticos a su electorado, el director de un banco a su cliente, el anuncio al telespectador, el presidente de un país a su pueblo para que apoye una guerra sobre otro pueblo. Hasta seduce con las notas de su flauta el músico para hipnotizar a las ratas en Hamelín y hacer que todas se ahoguen en el río.

Mejor nos quedamos con el otro uso de la seducción, el que fascina y maravilla con otras intenciones.

Nos seduce una canción, una obra de arte, un gesto, una mirada. Seduce el lienzo blanco al pincel inquieto, la Luna despejada al lobo noctámbulo, la manzana envenedada a la muchacha de las historias de principes y princesas que ya no nos seducen.

Se seducen los bailarines mutuamente a paso de tango. Seduce la suavidad al tacto, el faro al navegante, la curiosidad a la viajera, la libertad a las rejas, el viento al rostro, el vuelo al vértigo, la copa al vino. ¿O el vino a la copa?

Seduce el otoño dejando caer sus hojas ocres discretamente, como si nada. La primavera es más descarada, con su explosión florida multicolor. Cada cual en su estilo y con su potencial, que no hay una forma estándar de seducir.

El problema es que hasta los métodos de seducción cambian y lo que nos sedujo ayer ya no funciona hoy. O, por el contrario, hay cosas que seducirán eternamente.

Pensando en todo esto, leo que Pedro Sorela cita en El Sol como disfraz el baile acompasado entre periodista y entrevistado: “Pues no otra cosa es una entrevista, una seducción que ha de consumarse en muy poco tiempo”.

Sí, intentamos seducir con las palabras cuando escribimos un texto, un reportaje, un artículo. El periodismo también es seducción. Los medios buscan atraer lectores, por eso contamos historias. Y ahora tenemos que seducir también online, en las redes sociales, en los blogs, en el espacio virtual. ¿Ganaremos en experiencia o en desgaste?

Estimulante la idea de la seducción como baile acompasado, como juego. Divertida, que no tensa. Seducir como reto, como vía, como puente. Sin prisa, sutilmente (o con evidencia), buscando la manera de llegar, de atraer. Sin olvidar completar el desafio: dejarse seducir. Los dos lados de la misma rivera.

¿Y qué tal autoseducirse? Esa batalla es más compleja, aunar en el mismo ser los dos papeles.

Otra cuestión: no podemos gustar a todo el mundo, así que no pasa nada si no seducimos siempre. Esto relaja bastante, de otro modo sería agotador.

Última pregunta: ¿Acaso no es este post un tímido intento de seducir a los ojos que se han posado en él?