Poliamor: cuando el amor se multiplica y la familia se ensancha

Otras formas de afectividad son posibles. Una de ellas es el poliamor (la posibilidad de amar a varias personas a la vez de forma consencuada, consciente y ética). Quienes elijen esta opción se enfrentan al juicio de su entorno, el cuestionamiento social, el rechazo y los prejuicios. Pese a ello, se sienten felices amando de una forma en la que profundizan en la honestidad, la comunicación, la empatía y la gestión de emociones como los celos o la culpa. Les permite ampliar su red afectiva y para muchos se convierte en un activismo social y político para visibilizar que en esto de amar, también hay alternativas.

Amalia y Jaime se casaron y formaron una familia en los años 70. Tuvieron hijos y también otra pareja cada uno: otras dos relaciones estables que mantienen hoy en sus vidas desde hace casi cuatro décadas. Cuenta la historia su hija Muriel. “Cuando yo tenía ocho años notaba cosas, uno se iba un fin de semana y nos quedábamos con el otro y al revés. Ellos querían hablar conmigo, yo sabía sobre qué pero no les dejaba”. Finalmente, cuando tenía nueve años, le explicaron que cada uno tenía otra pareja. “Lo que tengo que decir en su favor es que nunca lo han ocultado, ni a sus hijos, ni a mis abuelos (perfil conservador) ni a nadie. Todo el mundo lo ha sabido siempre y han logrado un respeto y aceptación tremendos en la familia y los amigos”. Para Muriel no fue fácil, era una niña en los años 80. “Yo era pequeña, no tenía otros referentes, como mucho en el colegio empezaba a haber algún caso de padres divorciados pero nada similar a lo de mis padres. Sentía que mi familia era muy rara, es complicado. Hasta los 17 años nunca se lo conté a nadie, no quería que pensaran mal”. Lo vivió muy sola y con bastante cacao mental. “Lo cierto es que mis padres se han querido siempre mucho y, además, querían cada uno a otra persona. Esto es así”. A día de hoy, con casi 70 años de edad, Amalia y Jaime siguen con sus respectivas parejas. “De hecho la otra pareja de mi madre es padrino de mi hermana, forma parte de mi familia desde siempre, hay comidas en las que estamos todos. Hacen cada uno sus viajes de vacaciones con cada relación, se organizan. No son sus amantes, son sus parejas”.

Aunque ellos nunca lo llamaron poliamor, representan un modelo relacional dentro de las no monogamias, una opción que intentan visibilizar desde el colectivo Poliamor Madrid. “Nos molesta que se nos asocie con orgías y sexo automáticamente sin saber nada de nuestra opción, o que se diga: ‘Éstos son los cuernos de toda la vida’. El poliamor no va de sexo solamente, no es infidelidad y sí hay vínculo, amor, cuidados y compromiso”, explica Eva Duncan, una de sus portavoces. Se trata de poder amar a varias personas a la vez de forma consensuada, consciente y ética. Es decir: nadie engaña a nadie. “Yo puedo explicar lo bien que estoy, lo feliz que me siento en mis relaciones, el nivel de amor que tengo, pero siempre habrá quien te diga que eso no es amor de verdad. Para la gente el amor de verdad es sólo la exclusividad: querer a una sola persona. Por mucho que lo expliques (siempre tenemos que estar justificándonos) la gente no considera que tenemos relaciones de verdad”.

El rechazo social o del entorno es uno de los peajes que pagan quienes elijen esta forma de amar. “Cuando hablas de ello, hay personas que se sienten cuestionadas por haber seguido unos mandatos toda la vida, están infelices con una relación, se han negado sentimientos hacia otras personas y de pronto ven que nosotros nos permitimos sentir, lo vivimos con libertad, y eso sorprende y les molesta. Aceptar una verdad interna es importante y liberador”. Reconoce sin problema que el poliamor no es perfecto, como no lo son otros modelos. “¿Es que no hay parejas monógamas que consumen su relación y luego siguen juntos pero se hacen daño, es como si ya no hubiera relación pero lo continuan de forma insana? Los errores también se comenten en monogamia. Nosotros hemos decidido aceptar que queremos una flexibilidad en nuestra vida que no nos haga enlazarnos a personas de forma dañina”.

Jorge Roldán es también portavoz de Poliamor Madrid. “No negamos la posibilidad de monogamia, el poliamor es simplemente otra forma más de relacionarse. Lo que buscamos es la felicidad de la persona, sea cual sea su opción. Lo único que decimos es que hay más cartas en la baraja y que está bien conocerlas”. Desde el colectivo intentan visibilizar y difundir para luchar contra los prejuicios y los estereotipos porque a menudo se frivoliza con el concepto. “Poliamor no es polisexo, ni es consumo de relaciones, ni esto va de soy libre y hago lo que quiero”. El poliamor que defienden va ligado a los sentimientos, a los cuidados y al feminismo. “A mí me dio mucha tranquilidad saber que no había nada mal dentro de mí porque no me funcionaba el modelo monógamo. Descubrí que sí se puede amar a más de una persona y con honestidad. La red de cuidados que me ha venido es maravillosa. El poliamor para mí vincula muchos temas, soy activista, y aquí se dan varios a nivel político, social, económico”, afirma Jorge. Para él es esencial no generar un ideal de poliamor. “Hay que dejarse vivir la relación a tu velocidad, saber que aunque no estés aún donde quieres llegar, puedes ir a tu ritmo y no pasa nada. Vivir lo que realmente sientes”.

Eva bromea con el continuo cuestionamiento que padecen: “En monogamia ningún padre te cuestionaría el modelo relacional, sólo a la persona: ‘Hija, no me gusta este chico porque me cae mal’. Pero no te dirá: ‘No me gusta que estés sólo con este chico, ¿qué pasa, no te deja estar con más personas?’. En poliamor te cuestionan directamente el modelo aunque estés con personas maravillosas”. A Eva le ha cambiado el concepto de familia por completo. “Formas una familia que incluso puede ser con las otras relaciones que tiene tu pareja. Creas nuevos vínculos afectivos, por ejemplo, con el concepto de metamor. Es el amor de un amor. Si tengo un amor y esa persona tiene otro amor, esa segunda persona y yo somos metamores. Se cambia el concepto competitivo que siempre ha existido de ‘la otra’ o ‘el otro’, desde los celos, la posesividad, y se establece un lazo familiar. Al final tu metamor es a quien llamas cuando la pareja que tenéis en común se ha puesto enferma. Quiere a la misma persona que tú. Es un vínculo muy especial”.

No significa que a todo el mundo le funcione ni que todo salga bien. Como en la monogamia, depende de las personas, las situaciones, el manejo emocional de cada cual. Pero quienes lo practican se enfrentan a frases del tipo: “Eso no es posible”. Sin embargo, hay gente que ya lo está viviendo y lo hace posible.

Coral Herrera, doctora en Humanidades y creadora de la plataforma Otras formas de Quererse, explica que “siempre ha habido disidencias al romanticismo patriarcal, en todas las épocas históricas ha habido formas diversas de quererse. El problema es que sólo nos llegan los modelos hegemónicos que impusieron las instituciones monárquicas y eclesiales”. Subraya que el concepto de amor romántico en Occidente está atravesado por la ideología patriarcal y capitalista, basada en la propiedad privada y en la exclusividad. “La construcción del amor se puede deconstruir, transformar, reiventar. El amor es un ente vivo, no tenemos que seguir las sendas marcadas”.

El salto es que ha pasado de ser un tema privado, íntimo, y ahora el debate está en la calle. “En realidad es un tema político y social también porque todas las personas tenemos relaciones afectivas o sexuales y son la base de nuestra organización económica y social. Uno de mis lemas en el Laboratorio del Amor es que lo romántico es político”. Para Coral, el poliamor puede ser muy subversivo porque visibiliza otras formas de amar. “Nos han enseñado que el amor verdadero es sólo hacia una persona”. Y advierte que tampoco conviene que el poliamor se convierta en algo dogmático, con sus normas, sus creencias… “El poliamor no es una solución a todos los problemas, y además sería un problema si es tan patriarcal como la monogamia. La apuesta es que la poliamoría sea feminista y que las relaciones estén basadas en el cuidado, el cariño, la sinceridad, la comunicación”.

La clave es que cada persona elija en cada momento de su vida su modelo de relacionarse, sin imposiciones. “Gran parte del problema es que la gente cree que el amor es una guerra en la que hay que ganar. Podemos lograr relacionarnos con amor, sin violencia, con ternura, construyendo relaciones igualitarias, sanas, sin dominación y sumisión, bonitas, basadas en el disfrute. Y cuando una relación no funciona, es mejor dejarlo. Nuestra sociedad vive la separación como un fracaso, nos cuesta mucho separarnos, eso nos hace sufrir mucho. Creo que viviríamos mejor y seríamos más felices si supiéramos unirnos y separarnos con más alegría y ligereza”. También afirma que en el amor hay que ser realista y tener una capacidad fuerte de aceptación. “Si el amor se acaba, es mejor separarse con cariño, con respeto, con cuidados, que seguir en la batalla. Permitirte romper con lo que no te hace bien, explorar, transformar y disfrutar más”.

Roma De Las Heras es activista de relaciones no convencionales, feminista y lesbiana. “Los movimientos LGTB han hecho que vivamos un proceso de lucha por otras formas de vincularse y eso es un caldo de cultivo que ya puso en cuestión la narrativa del amor y de la única forma de ‘amor natural’. El amor es diverso, plural”. Añade que en las relaciones poliamorosas es necesario construir un contexto cooperativo real. “Si se construyen desde la exclusión genera relaciones de poder. Hemos interiorizado eso culturalmente, lo traemos también a relaciones poliamorosas si no lo transformamos. Hay que hacer un trabajo para transformar esas dinámicas”. También observa cómo se simplifica el concepto desde discursos liberales. “El poliamor desvirtuado desde discursos del liberalismo económico podría llevarse a entenderlo desde el mercado de las relaciones, el consumo, y eso es otra cosa”. Ni es un modelo perfecto, ni es una opción fácil, pero la activista apunta que hay doble vara de medir. “La monogamia en sí no es que funcione bien tampoco al 100%, hay problemas, celos, desconfianza, traiciones, rupturas… La cultura justifica eso porque es un modelo normativo. En relaciones no monógamas tenemos una parte más difícil porque cualquier problema que se tenga es porque esa relación no es ‘normal’, según el criterio estándar”.

El sexólogo y activista de relaciones no convencionales Miguel Vagalume recuerda que “vivimos en un país muy conservador, que sigue con herencias de la moral nacionalcatólica”. Por ello, llevar la contraria a ideas socialmente establecidas “supone que nos van a recordar 365 días al año que lo nuestro no funcionará, que estamos yendo por el camino equivocado”. Miguel ha traducido varios textos sobre este tipo de relaciones, entre ellos los libros Ética promiscua y Opening up. “Estamos en una época en que se han abierto más opciones posibles con las que identificarse. Lo positivo a nivel personal es que disponemos de más modelos de relación en los que podemos inspirarnos para construir nuestras redes afectivas”. Para el sexólogo, es importante tener claro qué se desea y se necesita en las relaciones. “Eso lleva su tiempo, pero si no se hace así es fácil aprenderse intelectualmente el discurso para acabar encontrándose en una montaña rusa emocional continua. La metáfora que suelo usar es que si nos pasamos más tiempo con el coche en el taller que disfrutando de dar paseos con él, quizá debemos revisar el destino al que estamos yendo o las condiciones en que lo estamos haciendo”.

Revisar el destino de su relación monógama es lo que hizo un día Gonzalo. Se paró a pensar que había seguido el guión establecido: se casó y tuvieron una hija. Tras una crisis con su pareja, decidieron hablar y poner encima de la mesa otras posibilidades. “Ser sincero con uno mismo, comunicar, identificar tus miedos y afrontarlos, ponerle luz a tus propios deseos (cosas que te niegas o que ocultas y que un día te atraves a mirar) es complicado pero a la larga es liberador”. Empezaron a leer sobre poliamor, a informarse, a hacer un trabajo personal necesario para gestionar emocionalmente situaciones que pueden generar celos, culpa, etcétera. “Vas adquiriendo herramientas y mecanismos y hoy me siento más capaz de comunicarme, de afrontar no sólo las relaciones sentimentales o sexoafectivas, he cambiado mi enfoque respecto a otro tipo de relaciones, de amistad, laborales, me siento más honesto, he aumentado mi empatía, acepto más lo que me dan, y lo que no me gusta lo gestiono mejor. Mi vida es mejor hoy. Me ha removido como persona y como hombre en muchas facetas, está siendo un aprendizaje inspirador”. Aún no se lo han contado a su hija (10 años) pero quieren hacerlo. El miedo es el juicio o el rechazo que pueda surgir alrededor.

Los tres hijos de Josep sí saben que su familia es poliamorosa. Él fue uno de los organizadores del Foro Poliamor (junto a la asociación La Teranyina Afectiva) celebrado en Lleida hace unos meses. “Para mí el poliamor no es sólo que puedo querer a varias personas, es un cambio en la mentalidad de la vida. Hablar de ello es un tabú, trastoca todo lo aprendido. Explicar que puedes sentirte contento porque tu pareja tenga otra pareja y se haya ido un fin de semana y se lo hayan pasado genial, rompe todos los esquemas. Sales del armario, dices yo soy así, te muestras tal y como eres, y a eso la gente no está acostumbrada”.

Cuenta que la madre de sus hijos y él abrieron la pareja y decidieron vivirlo públicamente porque consideraron esencial no mentir. Entiende que no es fácil hacerlo, hay muchos prejuicios. “Se paga un peaje, en ambientes más cerrados he perdido a gente. Lo acepto, al final aprendes que tienes un tiempo finito, es muy valioso y no lo gasto de cualquier manera, sólo con la gente que quiero, que me aporta realmente y a quien puedo aportar. Haces una selección y creo que no es tan malo, sales ganando”. Y luego está el tema de los miedos con los menores. “Siempre está la preocupación con los niños, la sociedad es cerrada, la lucha interna que tenemos porque ellos no han pedido esto… Pero considero vital ser auténtico y sincero”. Asegura que con sus hijos tiene un tipo de comunicación muy buena gracias a lo aprendido con el poliamor. “A nuestros hijos se lo hemos ido contando dentro de los límites, según la edad. Primero decía que he quedado con una amiga, luego explicando que es una relación, que las quiero mucho a las dos, igual que hizo su madre. Somos los adultos los que nos complicamos la vida, los niños aceptan y entienden mucho mejor. Conocen a nuestras otras parejas. El mayor nos dice que tenemos mucho amor. Lo bueno es que al hablar tan claro ellos se abren mucho y cuentan cómo se sienten y es maravilloso. Si ves que son felices, eso es lo más importante”.

Para Josep el cambio social viene por abrirse y vivir más en comunidad. “Mis dos relaciones han llevado juntas a mis hijos al colegio. A mí también me han visto abrazarme con una pareja de la madre de mis hijos en una fiesta del cole. Se puede y es precioso. Yo no quiero ocultar esto, sólo pido que se respete mi opción. Al final es una cuestión de ser como quiero ser y amar como quiero amar. Quiero que si estoy en el hospital me puedan venir a ver las personas que quiero, no es sólo padre-madre-esposa. Que vengan las parejas que tengo, que se reconozcan sus derechos”.

Elisabeth Sheff, académica experta en poliamor, lleva muchos años estudiando a familias poliamorosas con niños en Estados Unidos. Es autora de varios libros sobre el tema. “Las familias poliamorosas pueden ser buenas y funcionales para los niños, como en la mayoría de las familias depende del tipo de personas. Si eres responsable y cuidas de los demás será positivo, si eres una persona irresposable y estúpida será negativo, depende de cómo es cada persona, no de si es poliamorosa o no”. Asegura que el poliamor no es para todo el mundo y que hay gente que es muy feliz en monogamia, lo importante es que cada cual pueda adaptar sus relaciones a lo que realmente quiera. “Hay muchos prejuicios: la gente piensa que las personas poliamorosas quieren sexo con todo el mundo, y en realidad es gente normal, no tienen energía para un número ilimitado de parejas, tienen dos relaciones, tres como mucho, y suelen ser personas muy selectivas porque valoran con quién pasar su tiempo”. Respecto a contarlo y salir del armario, aconseja valorar el momento, la persona, la forma de comunicarlo. “No lo cuentes como si tuvieras un terrible secreto. Es maravilloso que tengas gente que te ama y a la que amar, ¡cuéntalo con alegría! No es un drama, es una suerte”. Escribió un libro para guíar y entender mejor a la persona (When someone you love is polyamorous). “Tener información previa facilita la conversación, es como una espacie de guía para el entorno de la persona poliamorosa”.

Elisabeth destaca el trabajo emocional que suelen hacer quienes elijen estas opciones y el hecho de responsabilizarse sobre su propia felicidad y no delegarla en otra persona. “En el poliamor también hay rupturas pero se tiende a verlo como un ‘cambio’ más que como un fracaso. Son relaciones que se basan en confianza, acuerdos, compromiso. Es muy importante ser flexible, adaptarse a nuevas situaciones y ver cómo evoluciona todo. Porque no tener flexibilidad en los pactos adquiridos asfixia las relaciones. La rigidez tiende a partir, la flexibilidad produce resiliencia”. En ese camino se va construyendo el marco de las relaciones desde el aprendizaje ensayo-error, enfrentando los aspectos a resolver.

Mónica empezó a experimentar el poliamor hace tres años. “Para mí lo importante es la posibilidad de no tener que elegir. Si te enamoras de dos personas, no tienes que dejar a una. Pero el poliamor también es una manera de relacionarte en la sociedad, de tener relaciones afectivas que forman parte de tu vida, para mí es básico que se vea y darlo a conocer porque le estás dando a entender al mundo que estas alternativas son lícitas y existen”.

A ella le supuso un proceso de reflexión y cuestionamiento personal, abordando emociones como la culpa. “Esto remueve muchos cimientos, te hace crecer. Es otro esquema: aquí las mujeres tenemos también varias relaciones, con todo lo que eso implica cultural y socialmente. El poliamor rompe muchas estructuras”. Destaca que supone cambiar un sistema relacional desde la base. “Si el poliamor no es feminista sería el club del macho alfa dominante. Yo ya veo muy claro que dentro del poliamor se ha roto con la dinámica masculina estructural porque aquí ya se ha dado un paso: hombres que tienen parejas que tienen otras relaciones también y eso es consensuado y consentido por ambas partes. Creo que es importante porque veo hombres en el colectivo que están haciendo un trabajo interior profundo con el tema de los cuidados, la afectividad y salir de los roles de género”.

Con sus pros y sus contras, quienes viven estas formas de amor piden algo común: que se respete su opción y que, por encima de esquemas, se pueda amar a las personas. Como recuerda Coral Herrera: “El amor es difrute, es para vivirlo en el aquí y ahora. Nos hacen creer que el amor tiene que estar cargado de futuro y en realidad el amor sólo se puede vivir desde el presente”.

Reportaje de Silvia Melero (ampliación del publicado en eldiario.es)