Mi vecino Árbol y la quietud

Veo este árbol desde mi ventana. Tengo mucha suerte. Está en el patio de un colegio, ahora sin las voces infantiles que lo acompañan normalmente. Pienso que, en medio de esta situación complicada que atravesamos, en la que se han tambaleado muchas cosas (la aparente seguridad en la que vivimos, nuestra actividad profesional, el poder ver a nuestros seres queridos, etc), hay otras que permanecen. Me lo recuerda el árbol, con sus raíces y su quietud.

Esta situación de emergencia sanitaria nos ha traído la quietud. Quietud física para permanecer en casa por solidaridad, pero también quietud que nos lleva a una mayor conexión con lo profundo, con lo esencial. Con lo que permanece. Nos trae la oportunidad de conectar hacía adentro o ponerle luz a cosas que teníamos aparcadas por nuestra tendencia a ‘hacer’.

Los primeros días de encierro domiciliario yo misma pensé en todo lo que podría hacer en casa. Luego la siguiente fase me hizo entender que ahora me tocaba otra cosa. Que esta situación nos trae un aprendizaje personal y colectivo y una oportunidad de transformación. Sentir gratitud por todo lo que permanece en mí y lo que me rodea, y abrirme al cambio que trae todo esto. Nunca antes valoramos tanto la sanidad pública. Toca poner en valor los grandes tesoros y los pequeños. No quiero decir que no haya situaciones dolorosas, por supuesto, nuestra trayectoria vital implica enfrentar experiencias difíciles. Aceptando todo, desde los sentimientos que afloran hasta las ideas que se nos disparan en la mente, podemos también equilibrar y reconectar con lo que somos y lo que nos sostiene. Habrá que quitar muchas capas, pero eso sigue ahí. Las capacidades personales ante la adversidad, la capacidad colectiva para que la red sea más fuerte.

Ayer mi sobrina Emma, que tiene ya once meses, dio sus primeros pasos sola y pude verlo por vídeo. Gracias a un móvil he podido emocionarme con esa imagen a pesar de la distancia. Hasta ahora Emma necesitaba apoyarse con una mano, buscando puntos seguros para no tambalearse y caer (aprendió eso gracias a las caídas). Pero ayer ya se lanzó a caminar sola con una amplia sonrisa. Sus primeros pasos me recordaron cómo también la vida se abre paso, con esperanza, por muy duras que sean las cosas que vivamos. Hay personas que viven emergencias sanitarias y guerras sin tener sanidad pública, sin alimentos, en circunstancias muy extremas. Pero la humanidad sale adelante porque hay algo que permanece.

Hoy me lo han mostrado las raíces de un árbol y los pasos de una bebé. Aunque la ola nos esté pasando por encima y sea difícil ahora mismo verlo con distancia, toda esta situación se va a transformar. Porque todo es cambio siempre. La Tierra estos días respira mejor. La contaminación ha bajado. Están sucediendo muchas cosas a la vez. Amplificando el zoom, aquí hay algo muy importante a nivel personal y colectivo. Vamos caminando ese camino, desde la incertidumbre, pero con confianza. Si puedes cerrar los ojos y sentir Amor, en su sentido más amplio, no todo está perdido. Necesitaba compartiros estas palabras, por si a alguien le sirve. Un abrazo extenso y amplio como las ramas de mi vecino árbol.