Martirio: “En la música popular está el alma del pueblo”

Su música es un puente entre tradición y vanguardia. Entre copla, flamenco, jazz, rock urbano, tango, bolero… Ella misma se ha definido como “folclórica punky libertaria”. Pero es mucho más. Maribel Quiñones nació en Huelva y en los años 70 formó parte del grupo Jarcha. Su andadura como Martirio llegó en los 80. Originalidad, frescura para recuperar la música popular, canciones de éxito como Sevillanas de los bloques, programas de televisión, cine e incluso su actual programa de radio (Cantes rodados) han consolidado una carrera musical en la que ha ido explorando, creciendo, investigando sin miedo al cambio. Así puede celebrar 30 años sobre los escenarios con un disco homenaje y, sobre todo, ofreciendo en directo su música. Tres décadas de compromiso creativo y libertad. (Entrevista realizada en junio de 2016)

¿Qué es exactamente estar reventá a estas alturas del camino?
Es seguir trabajando sin descanso. Me encanta trabajar en lo mío, estoy completamente enganchada a mi trabajo, canto, tengo una formación de dúo, otra de trío, otra de cuarteto, hago conferencias, tengo un programa de radio y estoy preparando lo siguiente, así que todo el día liada. Pero estoy cansada, claro, aunque sin trabajar no descansaría. Y tampoco puedo parar porque tengo que trabajar para vivir.

A menudo la gente piensa que los artistas lo tienen todo muy fácil…
Yo colchón no tengo ninguno. Hay mucho trabajo constante detrás. ¿Sabes por qué? Porque elegí la libertad y eso tiene un coste que fundamentalmente es económico. Pero no sé trabajar de otra manera. Sólo sé hacer lo que me dictan el corazón y la intuición. No me he estancado en lo que me funcionaba, he seguido investigando por otros caminos que me han dictado la curiosidad y la afinidad. Cuando toco otros géneros es porque hay algo de ellos en mí.

¿Ese espíritu inquieto es lo que la mantiene tan viva?
Sin ninguna duda. No tengo prejuicios musicales. No he tenido miedo de unir géneros y músicas que no se habían unido, como hice con la copla y el jazz o las primeras canciones latinoamericanas en Soleá por bulerías. Se había hecho en tiempo rápido pero en el 99 lo hicimos en tiempo más lento y rescatamos tangos, boleros…

Celebra ya 30 años en el escenario. ¿Era más difícil defender la libertad creativa cuando empezó o lo es ahora?
Es más difícil siempre. En cada época estás de una manera tú misma y lo que hay alrededor también. Es cierto que cuando empecé era una época mucho más abierta, más moderna, más arriesgada, una explosión, no se asustaba nadie de nada… Ahora mismo hay que tener un cuidado con todo horroroso, yo lo tengo muy pocas veces (risas) pero estamos en un nivel cultural más atrasado que hace 30 años, todo es mucho más conservador, a nivel humanístico también. Ser libre es reivindicar también cosas no materiales que creo que importan. Esa es mi labor, conectar con sentimientos a través de la música. Por la solidaridad, por las mujeres, por muchas cosas.

Dice que estamos aquí para dar lugar. ¿A qué, a quién?
Dar lugar es una cosa maravillosa. Es tener una esperanza de una bolsa llena. Llena de creatividad, amor, cariño, amistad, de todo lo que te hace crecer. Siempre he trabajado con gente que quiero. Y cuando colaboro con otros artistas (casi ya he trabajado con medio centenar) eso viene también del cariño y la admiración y se nota en el escenario.

¿Con pasión y constancia todo se puede conseguir?
Y con vocación, añado. Creo que es muy importante potenciar en los hijos cualquier inclinación artística que tengan, fomentarla. Si a un hijo le inculcas que desarrolle su arte, su talento, sea el que sea, nunca estará solo, se va a enriquecer con eso siempre. El que tiene una pasión por algo y una vocación grande es capaz de luchar contra viento y marea. Claro que se puede conseguir lo que quieras si hay una vocación clara, entrega y apasionamiento por lo que haces. No tiene por qué ser subirse a un escenario, puedes tener en casa un rinconcito para hacer lo que te apasione y te llene.

Le ha pasado con su hijo Raúl, le ha salido músico también.
Se lo he fomentado pero es que siempre lo ha vivido. Lo bueno de la relación con él es que ha visto todo lo que rodea al arte, lo bueno y lo malo. Nunca le he ocultado cuando he estado mal ni le he impedido disfrutar de cuando he estado bien. Ha visto las dos caras de la Luna. Sabe cómo es este mundo. Ha tenido también la suerte de que por casa, desde pequeño, han pasado artistas y ha habido siempre inquietud, un caldo de cultivo fantástico. Él tiene también una vocación a prueba de bomba y es un músico absolutamente honesto y sincero. Ha sido una gran influencia para mí.

¿Siempre ha tenido una conciencia clara de que Martirio era un personaje creado por Maribel?
Siempre. Realmente el personaje me vino de la intuición y de la necesidad de tener una voz propia. Creo que todo el mundo tiene que tener un estilo propio y sobre todo un criterio propio, para eso hay que llenarse de muchos criterios, ver, no cerrarse y luego escuchar lo que el cuerpo te pide. El cuerpo es muy sabio, se disgusta y se alegra, y eso se localiza en diferentes zonas. He aprendido a preguntarle al cuerpo y a decir que no. Y a defender mi criterio. Yo soy tímida y es maravilloso tener un personaje que te saque la parte coqueta, luchadora, pública. Y tengo la ventaja de seguir siendo persona por encima de todo, por haber podido resguardar esa parte personal. No soy de grandes festejos ni de alfombras, no soy de destacar ni de competir. Tengo un lugar que es mío, y compito conmigo misma que ya tengo bastante. Para mí es un triunfo estar dedicada a la música que transforma y tener todavía ganas.

¿Cuántas peinetas y gafas tiene?
Suficientes como para poner un museo (risas). A ver si hacemos una exposición para poder enseñar todo el arte de diseños que hay ahí.

¿Qué representa la fusión de esos dos elementos en Martirio?
Las gafas son mi teatral privacidad, el punto underground, mi carné de identidad como Martirio. Yo me las saco y me dejan entrar (risas). Y la peineta es un elemento plástico maravilloso que embellece, que te hace soñar, fusiona con la fantasía y recuerda la tradición dentro del mundo del diseño. Ha ido evolucionando desde lo más kitsch que me ponía al principio hasta las de ahora que son mucho más glamurosas y totales.

¿Qué es la copla?
La copla es un tesoro de la música popular española clásica del siglo XX. Es un aprendizaje total de dramaturgia, paseo por el escenario, vocalización, apasionamiento, teatralidad. Es un monólogo teatral en cinco minutos, un termómetro para medir la educación sentimental de una época, es un tesoro poético. Hay coplas que tienen más categoría, otras menos, hay coplas que han pasado el filtro del tiempo y son clásicas y otras pertenecen a lo local, temporal, cotidiano, cómico e incluso tremendo. Pero las clásicas durarán siempre y siempre serán una escuela. No hay más que ver en los últimos años la cantidad de artistas que han entrando en ese género, desde Concha Buika a Plácido Domingo.

¿Qué cuenta en sus conferencias sobre la mujer y la copla?
Lo que hago es hablar de la copla y cantar, contextualizarla en la época y exponer la influencia que tuvo sobre todo en la educación sentimental de las mujeres. Se ha idealizado el amor hasta el punto de ser el único fin: encontrar marido, casarse, pasar por los celos sin cuestionártelos, el masoquismo, el aguantar lo que sea con tal de que no te deje tu pareja… Dentro de una época en la que la Iglesia, la sociedad, era como era. Lo saco de ahí para contarlo y luego lo vuelvo a meter. He encontrado una sola copla libertaria, una de Concha Piquer escrita antes de la Guerra Civil.

La primera vez que se subió a un escenario como Martirio fue un 8 de marzo y en su trayectoria el tema de las mujeres está muy presente siempre…
Tengo muchas ganas de contar ahora lo que nos pasa a las mujeres de mi edad, pero me tengo que recoger un poquito para ponerme a componer, estar en eso. En la cabeza está contarlo y también contar todo el tránsito del arado a Internet que ha vivido mi generación.

¿Cómo se hace ese equilibrio entre el sentido del humor, la ironía y las emociones más profundas que despliega ante el público?
Es algo estupendo que el público me permite, en un mismo concierto poder cambiar de estado de ánimo y pasar de reír a llorar, de lo cómico a lo trágico. Es todo lo que hay dentro de mí, tenemos muchas caras, somos muy poliédricos y que todo pueda estar en un solo concierto me encanta. Es una ducha interior. Cuando ves las caras del público cuando se va, valen la pena todas las fatigas. Me importa que la gente se conecte consigo misma. La música de verdad es transformadora.

¿Qué han significado en su trayectoria Kiko Veneno, Chano Domínguez y Chavela Vargas?
Kiko Veneno fue la mano que me ayudó a encontrarme a mí misma artísticamente, a encontrar mi lenguaje. Él supo antes que yo lo que había dentro de Maribel y me dio libertad, imágenes, color, poesía popular, música y amistad. Chano Domínguez también amistad y mucha risa. Me abrió al mundo del jazz y encontré otra forma de expresión e incluso de actuación. Y Chavela tantas cosas… Tuve la suerte de estar cerca de ella muchas veces, me transmitió lo que ella era: la valentía, la libertad, el criterio, el peso de la palabra, el no hacer nada que no sintiera, no estar con nadie que no le gustase, no venderse, intentar la pureza por encima de todo respecto a su arte. Hacer con mi hijo Raúl el disco que hicimos de Chavela creo que es lo más hermoso que he hecho en mi vida.

¿Qué pasa si no comprendemos nuestras raíces musicales, culturales, si no miramos hacia el lugar de donde venimos?
Para mí es fundamental conocer la música popular. La nuestra y la de otros países. Yo soy una enamorada, me vuelve loca. En la música popular está el alma del pueblo y es necesario conocerla porque el alma del pueblo es tu alma. Después puedes tener todas las influencias que quieras, escuchar todo tipo de música, pero hay que conocer la música de donde vienes y las músicas de donde vienen otros.

Estamos en un momento con demasiadas fronteras.
Las fronteras las dibujan otros para separar las hambres. Unas pocas familias tienen todo el dinero del mundo, te controlan, te llevan donde ellos quieren. Hoy viendo las noticias, cuando meten a determinadas personas en la cárcel, pienso que se va pasando la moda de pensar ‘qué listo es, cómo triunfa, yo me lo quiero llevar fácil’. A los demás nos cuesta la vida pagar los impuestos. Es muy importante el mensaje de que la justicia funcione cuando las cosas no se hacen bien.

Es una mujer muy atenta a las señales de la vida. ¿Cree más en la casualidad o en la causalidad?
En las dos. La causalidad para mí siempre ha sido una maestra. Yo siempre estoy pendiente, pero pendiente hasta de un anuncio en la carretera. Las cosas te llaman, la vida te indica el camino. Hay que estar alerta, intentar no engordar los miedos, no darnos tanto con la porra pincho, sobre todo las mujeres, que somos muy dadas a tener un juez cuestionando. Hay que adelgazar los miedos todo lo que se pueda, antes que el cuerpo. Ver todo lo bueno que hay alrededor, las cosas guapas que eres capaz de generar para combatirlo, porque el miedo paraliza.

¿Qué es para usted la espiritualidad y cómo la vive en su día a día?
Yo necesito estar conectada con espíritus superiores. Tengo una educación cristiana, luego me he hecho una educación a mí misma muy ecléctica, heterogénea, creo mucho en el ser humano y en la vida. Creo que lo que haces se te devuelve. Tengo mi altar antes de salir a actuar, con mis santos y mi gente buena, la que yo quiero. Estoy muy conectada con el mundo de lo invisible, lo mágico, lo sensorial, lo sagrado entendido como ceremonial ritual. Rezo a mi manera y sí, creo que cuando se pide, hay algo que escucha. •

(Entrevista de Silvia Melero publicada en revista 21)