Lola Herrera: “Ponerse en la piel del otro es una buena forma de aprender en la vida”

Se siente respetada por el público y la crítica. Nació en Valladolid hace 79 años. Desde entonces, no ha parado de trabajar. Radio, televisión, cine y, sobre todo, teatro. Sus interpretaciones han sido reconocidas con galardones como el Premio Max por la obra Solas, el Fotogramas de Plata por Cinco horas con Mario o la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, entre otros. La actriz ha volcado buena parte de sus vivencias en el libro Me quedo con lo mejor, en el que expresa sus ganas de disfrutar de todo lo que ha ido posponiendo. Lola Herrera nos recibe en el camerino del Teatro de Bellas Artes de Madrid, donde interpreta la obra de Ernest Thompson En el estanque dorado. A pocos días de finalizar la función y levantar el telón de sus vacaciones.

Lo de ‘gran dama de la escena española’, ¿significa que la crítica la ha tratado bien?
Soy una mujer de teatro, me gusta más que me llamen “cómica” que “gran dama de la escena”, pero tampoco pongo peros… (risas). En general me han tratado muy bien. Creo que soy una afortunada, no he dejado de trabajar desde que empecé (hacía 14 funciones sin días de descanso, al tiempo que televisión que empezaba en esa época). Ha sido un camino duro, pero me siento contenta porque ha sido una suerte tener trabajo en todas las edades. He hecho también cosas que me han gustado menos, pero en general es una satisfacción. Ésta es una carrera de fondo. Tienes que estar preparada para lo que llega, al pie del cañón.Es un personaje público muy querido…
La verdad es que noto mucho eso, el cariño de la gente. He estado firmando en la Feria del Libro y me he venido con una moral… Como yo no suelo estar por la calle no tengo mucho contacto pero me han estimulado con cosas muy agradable. Me siento muy querida. Creo que la gente me ve como una persona cercana.¿Cómo era ese personaje que hacía a los 12 años en Radio Valladolid, el Pajarito Azulín?
Era un pajarito que les hablaba a los niños. Los padres escribían cartas a la radio diciendo las cosas que sus hijos hacían y yo les decía que me había enterado y tenían que corregirlo. Recuerdo esos años de radio como un mundo apasionante. Que pasara algo en una capital de provincias en los años 50, imagínate… Me amplió el horizonte. Fui caminando intuitivamente, sin saber qué quería hacer pero teniendo claro lo que no quería.Le tocó la posguerra, las necesidades. ¿Aprendió a vivir en la dificultad?
Quienes padecimos en directo tantos años la posguerra vivimos un camino muy duro. Luego nos acostumbramos a vivir dentro de una dictadura, en la que nos domesticaron para que estuviéramos más o menos callados. Sobrevivir es tremendo. Cuando ahora veo en televisión la cantidad de gente que vive conflictos, que tiene necesidades, pasa hambre, está angustiada, tiene miedo, muere… Me da pavor. Cuando aquí se dice “ya estamos con la guerra civil, una cosa tan lejana”, pienso “sí, bueno, lejana pero pasó, lo hemos vivido muchas personas”. Es importante recordarlo.Muchos años después, no tenemos una guerra pero hay mucha gente sufriendo.
No me imaginé que podríamos vivir esto que vivimos ahora. Pero ahora es una guerra más sofisticada. No hay cañonazos pero la gente se muere de desesperación, de angustia, de hambre. No tener trabajo ni techo me parece que es lo último, no hay nada peor. ¿Cómo vas a querer vivir así? Es una crueldad.Usted reivindica que pertenece a la clase obrera, en tiempos en los que se pretende desdibujar las clases sociales.
Es mentira que no hay clases. Que vayamos hoy más o menos vestidos iguales (mis padres y mis abuelos no tenían derecho a zapatos, iban en zapatillas) no quiere decir que no exista la clase obrera, lo que pasa es que el mundo ha progresado en una aparente igualdad, que es sólo aparente.Son muchas décadas sobre las tablas, pero Cinco horas con Mario marcó su carrera.
Es algo muy lejano ya, he hecho muchas más cosas, pero es cierto que marcó mi carrera y marcó una época en la que abrió las ventanas. Me negué a hacer la versión inicial, llamé a Miguel Delibes para explicárselo porque pensaba que la obra tenía otras muchas posibilidades y él me dijo que tenía mucho sentido lo que decía y que la ponía en mis manos.El otro hito es la película Función de noche con su ex marido, Daniel Dicenta, donde recreaban su crisis de pareja, los problemas, los traumas, la sexualidad. Un tabú en la época ¿Fue terapéutico?
En algunas consultas de psiquiatras se hacían terapias de grupo con esa película. No sabía que iba a despertar tanto interés. Parece ser que fue muy útil. Tengo un baúl lleno de cartas que me llegaron cuando se estrenó, de mujeres de todas las edades (y algunas de hombres). Me hacían confesiones completas, la identificación, lo que les había sucedido al ver la película. Para eso se hizo, para que alguien más tuviera un espejo donde mirarse. Entonces no existía el divorcio. Yo fui una afortunada porque con mi trabajo pude sacar a mis hijos adelante, pero cuántas mujeres lo han tenido que hacer con más dificultades.En televisión ha trabajado rodeada de jóvenes en la serie Un paso adelante. ¿Qué se aprende en ese intercambio generacional?
En la tele no te da tiempo casi a tener relaciones con la gente. Es fugaz, todo es a contrarreloj. Lo pasas bien si hay química en el trabajo. Me entendí muy bien, fue una experiencia interesante. Cuando empecé en esto me encantaba trabajar con gente muy mayor y enterarme de la historia del teatro a través de ellos. Con los contrastes y las diferencias de edades se puede producir un intercambio interesante.Se reencuentra ahora En el estanque dorado con Héctor Alterio. ¿Un drama en el que la gente se ríe?
La gente se lo pasa bomba. Hablamos de cosas importantes en esta función, de todos los miedos. Te vas encontrando con las situaciones de la vida, el mundo de los afectos, el saber comunicarlos, crear armonía pese a que cada uno es como es. Siempre hay unos que tiran, otros que descargan los pesos, están los miedos existenciales, hablamos de la muerte, y la gente se muere de risa por cómo se lo toma el personaje de Héctor. Es la vida misma, el público se siente muy identificado porque lo que pasa en la obra lo tiene alrededor.¿Cómo es la mujer-puente que interpreta?
Ethel es una mujer necesaria, intermediaria entre unos y otros para que se entiendan. Tiene cosas sin solventar, hay conflicto entre su marido y la hija. Eso pasa mucho en todas partes. Aunque no sea una tragedia es una espina, una incomodidad, una incógnita cómo a veces de la forma más estúpida las relaciones se estropean. Y Ethel tiende los puentes para arreglarlo.

Vivir la vida de tantos personajes, ¿acaba configurando la suya propia?
Todos te van enseñando algo y lo vas incorporando. Ponerse en la piel de otro personaje, aunque sea en la ficción, es una buena forma de crecer en la vida. Somos poco dados a ponernos en la piel de los demás, pero en este trabajo es fundamental. Si no te pones en la piel del otro, si no lo cuentas desde el alma (porque eres el hilo conductor), el público no se lo cree. Para comunicar bien lo que estás contando tienes que contactar con tu interior, se van despertando cosas incluso cuando crees que no tienes nada que ver con el personaje. Empiezas a tirar del hilo y siempre encuentras algo que te da pistas y va descubriendo cosas de ti misma.

Y fuera del teatro, ¿quiénes han sido las mujeres que han marcado su ser?
Muchas, muchas. Hay tantas mujeres admirables en el mundo… Primero las de mi casa, las de mi familia. Y luego a lo largo de mi vida he conocido a mujeres admirables que me han enseñado cosas que nadie te enseñaba. Son como guías que rompen los moldes, que se saltan lo convencional. Pueden escandalizar en un momento, cuando vives en una dictadura, cuando todo es pecado y todo es horrible. Por poner un ejemplo, recuerdo cuando me encontré a Juana Ginzo, muy criticada. En aquellos años difíciles era una mujer que vivía su vida como ella quería.

Dice que ha sabido arrugarse con dignidad. ¿Cómo se acepta el paso del tiempo?
Es que no te queda más remedio, si no lo aceptas te saldrán más arrugas todavía (risas). Es algo normal, realismo puro. Lo que pasa es que parece que hay que ser joven, moderna, estar estupenda. Y pasa el tiempo y vas dejando de ser joven, de tener la piel tersa, de tener el pecho en su sitio. “Se ha estropeado mucho”, se dice sobretodo de las mujeres. Es muy injusto. En la vejez hay una belleza. Lo veo cuando encuentro personas muy mayores sentadas en un banco, pienso cómo habrán vivido, cómo habrá sido su historia. Me parece muy interesante llegar a esos años, pasar toda una existencia. Lo valoro mucho. Cuando la gente se queja de cumplir años no lo entiendo.

Hasta diseñó su propia colección de moda porque no encontraba ropa con la que sentirse a gusto.
Claro, es que no se hace ropa para mujeres de mi edad que te favorezca. ¿Por qué no hay más opciones? Se podría hacer un sondeo de las necesidades por cubrir cuando tu cuerpo y tu aspecto van cambiando. El entorno no favorece nada eso. ¡No sabes cómo lamentan que me haya quitado las mechas y me haya dejado el pelo blanco! (risas). Cada uno tiene que descubrir su bienestar. Se trata de aceptarnos, aun en esta sociedad de consumo que hace que vivamos de forma artificial. Hay mucha exigencia y ensañamiento con las mujeres (con los hombres la industria está empezando, pero menos).

Escribir Me quedo con lo mejor (La Esfera de los Libros), ¿es una forma de hacer un balance vital?
Sí, es eso. A todos nos pasan cosas desagradables, pero también nos pasan cosas buenas. Y si no, las tenemos que buscar o crearlas para tener una armonía a nuestro alrededor. Hay que ir acompañada siempre del buen humor, de la esperanza, valorando lo que tenemos y dejando de quejarnos por lo que no tenemos. A veces nos buscamos complicaciones innecesarias. La vida ya es bastante complicada como para que nos busquemos cosas superficiales.

¿Tiene cosas pendientes Lola Herrera?
Muchas, sobre todo divertirme con muchos hobbies que tengo y ahora no atiendo. Por ejemplo, ver todas las películas habidas y por haber. Tengo pendiente leer todo, me meto en una librería y me vuelvo loca. Hacer bisutería, que me gusta mucho. Pintar, empecé a hacerlo y pensaba que no se me daba bien y me llenó de felicidad ver que la mezcla de las pinturas para conseguir los colores es apasionante…

Y seguir haciendo teatro…
Eso, por supuesto. Pero para segur andando aquí, hay que andar en la vida, porque hay que alimentarse de más cosas. •

(Entrevista de Silvia Melero publicada en revista 21