Cura el hastío y el aburrimiento. Cura la soledad y el aislamiento. Cura preocupaciones y tristezas, aunque sea de forma momentánea, permitiendo que el cerebro vuele hacia otros lugares, desplegando sus alas más allá de las paredes del hospital. Por eso los profesionales de la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro de Madridcruzaron la calle que les separa del Hospital Niño Jesús con el proyecto ‘La lectura que da vida’. Para facilitar que la infancia hospitalizada en oncología y los adolescentes de psiquiatría emprendieran nuevos viajes sobre el lomo de un libro. (Ilustración: Emilio Uberuaga)
Libros que llevan esperanza, evasión y aires frescos a menores hospitalizados. Libros como nexo de unión entre dos realidades cercanas: la Biblioteca Eugenio Trías–Casa de Fieras del Retiro (Madrid) y el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Por eso nació el proyecto La lectura que da vida, como explica la directora de la biblioteca, Estela Gonzalo. “Estamos en un espacio privilegiado, en un parque como es El Retiro, y empezamos a ver, por nuestra proximidad con el Hospital Niño Jesús, a usuarios especiales que mostraban rasgos de haber pasado algún tipo de enfermedad oncológica. Entonces decidimos salir de esta maravillosa pecera y nos pusimos a pensar qué podíamos hacer para entrar al hospital. Vimos usuarios de larga hospitalización y decidimos readaptar nuestras actividades”.
Así, los bibliotecarios se implicaron para llevar actividades que acercaran la literatura a menores con cáncer por sus dificultades para desplazarse. Un tipo de ayuda y cuidado no médico que contribuye a mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Fernando Medina es uno de los bibliotecarios implicados en el proyecto: “La biblioteca va más allá, no nos quedamos aquí, tenemos una visión muy aperturista, de salir a buscar las cosas. Detectamos un nicho en el hospital en el que creíamos que aportar algo era importante. Hay peques que pasan mucho tiempo dentro, vienen de toda España y a veces están meses ingresados. Entre los pacientes oncológicos también hay niños aislados que no pueden salir”.
Una de las actividades que realiza la biblioteca con colegios del distrito es una formación bibliotecaria. “Les enseñamos cómo funciona una biblioteca y cuáles son sus recursos, pero jugando. Aprenden a buscar de forma divertida. Esto lo hacemos en la biblioteca y los coles vienen a nosotros, en el hospital nosotros vamos a su espacio. Vimos que el objetivo eran los niños aislados por temas de salud porque ellos no pueden ir a las actividades que hay en el teatro del hospital, así que adaptamos esa actividad a su habitación”.
Así, los menores y sus familiares descubren libros y se distraen. “Los niños y las familias valoran mucho poder evadirse, es muy pesado pasar tanto tiempo allí. El recurso fácil es darles una tablet, una consola. Pero un libro implica compañía, cuando son tan pequeños, requiere que esté la madre, el padre, la hermana, el abuelo para leer, y eso une mucho”, explica Fernando.
Con los pacientes de oncología surgió hacer otra actividad: El enamorador de libros, implicando a librerías. “Ahora está un poco parada, pero la idea es que cada dos semanas llevamos a un librero habitación por habitación preguntando a los peques qué les gusta leer para llevarles al día siguiente un libro personalizado, pensado en el niño y sus gustos. El libro que buscamos es un libro que vale para ese niño concreto según lo que nos ha contado. No es cualquier libro. Ése es el valor”.
Recuerda un niño de ocho años al que le gustaban especialmente los experimentos. “Al día siguiente le llevamos varios libros e hicimos uno de los experimentos sencillos en la habitación para hacer lava con agua, aceite, colorante y efervescente. Estaba muy contento. Igual no le apetecía leer, pero hizo esto que era sorprendente”.
Otro grupo con el que empezaron a trabajar es el de la planta de Psiquiatría, fundamentalmente pacientes de trastornos de conducta alimenticia. “Vimos que aquí teníamos que embarcar a más personas, que vinieran otros agentes del mundo del libro, como los escritores. En psiquiatría hacemos talleres de literatura. Empezamos a hacerlos con Fernando J. López, escritor y dramaturgo, fue profesor, así que se genera algo muy enriquecedor. Los adolescentes se identifican mucho, él también escribe juvenil y el lenguaje que usa es rico, no infantil, les gusta porque conecta. Empatiza, se gana su atención”. A estos talleres en los que se comentan lecturas o incluso se escribe han traído a autoras como Rosa Montero, Mónica Rodríguez, Begoña Oro, Iria Gil Parente, Alba Quintas y el autor Jesús Díez de Palma. “Se trata de traer diversas voces. A través de la ficción y la creación literaria pueden hablar de sus emociones, como dice Fernando J. López; la literatura ayuda a sanar heridas porque permite mirarlas desde otro lugar”.
Los lazos que se tienden entre palabras, hojas, textos e imágenes transforman por un rato el ambiente hospitalario y abren nuevos horizontes a los adolescentes. “Hay chavales que leen mucho, sobre todo chicas. También otros que apenas leían y luego se han interesado por los libros. Es una edad complicada. Nos pasa en general, en la biblioteca, el público juvenil nos cuesta. Tenemos fidelizados al público infantil y adulto, pero cuando el niño pasa a adolescente deja de leer. Algunos dicen que leer es de frikis. Hemos visto que puede funcionar ofrecerles a ellos el espacio para que organicen lo que quieran (club de lectura) y que se comuniquen por sus canales, normalmente es con gente a la que le gusta leer. El reto es atraer a los adolescentes que no leen. Que encuentren algo que les enganche”.
Desarrollar una iniciativa como La lectura que da vida hizo que en 2017 la Biblioteca Eugenio Trías recibiera el Premio Biblioteca pública y compromiso social. Para la ocasión, el ilustrador Emilio Urberuaga preparó cuatro murales capturando la esencia del proyecto con sus dibujos.
Los libros están llenos de vida. Por eso nos dan vida. Hay estudios científicos que han demostrado que leer mejora la salud porque estimula la mente, la creatividad, la imaginación, la empatía y las habilidades sociales. Modifica el cerebro y la inteligencia, puede reducir el estrés y detener el deterioro cognitivo, además de mejorar la concentración.
“Creemos que la literatura puede sanar y ayudar a muchas cosas”, concluye Fernando Medina. “A través de la ficción puedes expresar cosas que te pasan y, sobre todo, encontrar puntos de apoyo”.
(Artículo de Silvia Melero publicado en El Asombrario)