Infancia palestina: crecer bajo la ocupación militar israelí

Nacer en los territorios palestinos ocupados implica no tener derechos. Supone sufrir registros y humillaciones en los controles militares israelíes. Quedarse sin casa porque la han demolido. Dejar de ir al colegio porque lo han cerrado. No tener atención sanitaria porque falta un permiso. No poder visitar a un familiar porque hay un muro. Ser arrestado por los soldados aun siendo menor de edad e, incluso, estar en la cárcel sufriendo torturas psicológicas, golpes o aislamiento. También puede implicar vivir en un campo de refugiados y morir bajo los bombardeos o frente a los tanques. Ése es el día a día de los niños y niñas que crecen en Gaza y Cisjordania. Discriminación, violencia y violaciones de derechos humanos denunciadas por las organizaciones internacionales. Puesto que la infancia es el futuro de Palestina, diversas iniciativas de resistencia y creatividad buscan abrir caminos para lograr la paz y poner fin al origen del conflicto: la ocupación militar ilegal que ha llevado a cabo durante más de 60 años el estado de Israel con total impunidad.

Ahmed Qaraeen regresaba con sus hijos del colegio cuando un colono israelí le disparó en la pierna. “Caí al suelo y empecé a sangrar. Luego disparó a otro chico que tenía 14 años y se volvió hacia mí. Uno de mis hijos pedía una ambulancia”. El colono le disparó por segunda vez, en la otra pierna. “Todavía hoy mis hijos me preguntan por qué se volvió y me pegó el segundo tiro. ¿Qué puedo responderles? ¿Cómo van a poder olvidar estas cosas? Y si hacen algo contra un colono entonces dirán ¡Los palestinos son terroristas!”.

Ahmed se pregunta si los menores son culpables de sentir lo que sienten “cuando les asesinas a su padre, arrestas a su hermano, destruyes su casa, cierras su colegio”. Lo cuenta en un pequeño centro de información que han levantado varias veces, aunque los soldados israelíes se lo destruyen, en el barrio de Silwan, uno de los más castigados de Jerusalén Este. Explica cómo los bulldozer “se cargan el parque infantil ante la mirada de los críos y, cuando se van, los niños entran e intentan rehacerlo”. Viendo los problemas de la infancia, crearon un centro de actividades recreativas. “Ellos saben que nuestros hijos son nuestro futuro”, dice Sahar Baidoun mientras añade que también hacen actividades con mujeres para enseñarles hebreo, la lengua en la que llegan las órdenes de demolición de sus casas. “Silwan es el lugar con el mayor porcentaje de niños arrestados de Jerusalén Este. Sabemos que los colonos y los guardas de seguridad siguen a nuestros hijos al colegio, provocando para que los chicos les tiren piedras, después los detienen. Estamos hablando de chicos desde siete a diecisiete años. Todos los días arrestan niños”.

Amnistía Internacional ha denunciado las detenciones administrativas sin cargos ni juicio, la tortura y el aislamiento al que someten a los presos las autoridades israelíes. Mourad Jadallah trabaja en Addameer, una organización de apoyo a presos. Él mismo estuvo cuatro años en la cárcel. “Salí con paranoia, afecta a toda tu vida. Hice tres años de psicoterapia”. Desde 1967 Israel ha detenido a más de 800.000 personas palestinas.

“Hablamos de niños, mujeres, estudiantes, políticos, médicos, ingenieros. Las unidades especiales del ejército israelí que entran en las cárceles cuando hay protestas de los presos usan armas hechas en España”. A los 600.000 colonos judíos se les aplica la ley civil. A los palestinos, la ley militar. Israel arresta cada año a 700 menores acusados, la mayoría, de tirar piedras, aplicando la edad penal a los 12 años. “Un niño que pasa por prisión y sufre tortura psicológica, violencia sexual, tiene secuelas para siempre. Es difícil que se incorporen de nuevo a la educación. No tenemos psicólogos suficientes ni trabajadores sociales para tratarlos”. Organizaciones como Sodepaz apoyan proyectos de apoyo psicológico a la población. Un informe de Save the Children documenta los efectos postraumáticos como aislamiento, insomnio, ansiedad, baja autoestima, comportamiento antisocial, estrés, sentimiento de culpa, inseguridad y dificultades de comunicación.

Genocidio social. 1661 órdenes militares cubren todos los aspectos de la vida de los palestinos (educación, trabajo, política, cultura). “Les permite actuar con impunidad, el pretexto no es la seguridad de los israelíes sino destruir el tejido social del pueblo palestino. Es un genocidio social. Todo es estrategia, forma parte del plan sionista. Es una maquinaria de tortura y humillación muy sofisticada”, afirma Mourad.

Actualmente hay un total de 4.660 presos políticos. Como casi la mitad de los hombres palestinos, Issa Khalilieh ha sido varias veces detenido. “Aquí los niños no viven su infancia, mis hijos han crecido rodeados de presión, gases lacrimógenos, toques de queda, confiscación de tierras”. Muestra cómo el muro le ha partido su terreno por la mitad, no puede pasar a cuidar sus olivos y frutales. “No puedo llevar agua, destrozan la tierra con tractores, quieren que se pierdan los árboles y que abandones”. Issa es cristiano, le duele el olvido. “Todo esto está pasando en la Tierra Santa que está olvidada por muchos cristianos apoyando la atrocidad israelí, cerrando los ojos”.

El muro separa familias, confisca terrenos, impide ir a trabajar. Los palestinos esperan horas cada día para pasar por los más de 500 checkpoints (puestos de control militares) que impiden a la población palestina circular libremente en su tierra. La arbitrariedad de los militares israelíes puede prohibir a una madre pasar con su hija porque le falta un papel. Cerca de Tulkarem un niño espera a que los soldados le abran la puerta para poder ir a ayudar a su padre en el campo. “Podéis ver a un campesino en burro cruzando junto a un soldado armado hasta los dientes. Para pasar a las tierras sólo abren a determinadas horas. Si sufren un accidente, los soldados no les dejan cruzar hasta que llegue la hora. Pasan de uno en uno, cual prisioneros de guerra”. Describe la escena Fayez Tanneb, del Comité de Coordinación de la Lucha Popular. “¿Arrancar los árboles y hacer sufrir a los campesinos garantiza la seguridad de Israel? No odiamos a los judíos, odiamos la ocupación”.

El muro ahoga la economía, la agricultura, el comercio. “Israel está aplicando el sistema de apartheid, aislándonos con el muro”, asegura Khitam Saafin, presidenta de la Unión de Mujeres Palestinas. “La propaganda sionista de ‘una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra’ pretendió legitimar su ocupación mediante una limpieza étnica. Israel quiere aniquilar al pueblo palestino y lo hace con el apoyo de EEUU y la comunidad internacional. Tenemos el derecho de resistir a esa ocupación colonial”.

El muro sirve también para controlar el agua. Abdelrahman Alamarah es el director de Hydrology Group. “El agua es un problema político, ambiental, social y humano. El 30% de la gente en áreas marginales no tiene agua potable. Israel cierra las canalizaciones y se las da a los asentamientos de colonos, que tienen piscinas. Los colonos reciben agua 24 horas al día y gratis. Los palestinos en el sur de Hebrón la reciben una vez al mes, pagando. Es una política discriminatoria”. El muro se ha ido trazando para controlar las reservas de agua, además de obtener territorio.

Espacios donde respirar. Desde el Comité de Rehabilitación de Hebrón, Walid Abu-Alhalaweh comenta que desafían a la ocupación construyendo, creando belleza, rehabilitando, cuidando la ciudad. “El centro histórico se está destruyendo, convertimos los lugares llenos de basura en parques, en espacios habitables donde se pueda respirar y los niños puedan jugar. Esta imagen de Hebrón renovado y cuidado es esperanza”. Dentro del centro antiguo hay cinco asentamientos donde viven 400 colonos protegidos por 1.500 soldados. “Conectan los asentamientos con carreteras por las que los palestinos no podemos pasar. Construyen sobre nuestras viviendas, disparan para agujerear nuestros tanques de agua, humillan, insultan, nos tiran su basura, es un infierno”, lamenta Walid.

Rodeada también por varios asentamientos de colonos, una familia resiste en una colina al Oste de Belén. “Mi familia vive en estas tierras desde 1916, los colonos nos presionan para que nos vayamos, nos arrancan los árboles, no nos dejan construir, tenemos órdenes de demolición, nos han bloqueado la carretera y no tenemos ni agua ni electricidad”. Frente a esto, Daoud Nassar resiste con creatividad, convirtiendo sus terrenos en La Tienda de las Naciones, donde hacen campamentos infantiles por la paz. “No nos vamos a sentar a llorar, creo en la justicia. Queremos enseñar a los niños a actuar. Recogemos el agua de la lluvia, hemos instalado placas solares, producimos uvas, aceite de oliva y vino, con la idea de ser autosuficientes”. Plantan árboles que se pueden patrocinar. “Si plantas, crees en el futuro. La paz tiene que crecer como un olivo, pero mientras se viva bajo una ocupación no se puede hablar de paz. Tenemos que creer en lo que hacemos, cambiamos las cosas actuando, con el corazón”. Daoud afirma que no quieren enemigos. “Tenemos voluntarios, incluidos israelíes. No se trata de sentarnos juntos a cantar canciones de paz, eso no es real. Necesitamos que vengan y vean sobre el terreno lo que pasa. Es una experiencia que abre los ojos”.

La misma idea que comparte Adnan Nghnghya con el proyecto El Teatro de la Libertad, en el campo de refugiados de Jenin. “Estamos contra el discurso de normalización. Si muestras niños palestinos con niños israelíes viendo juntos teatro, ¿qué tipo de ocupación estás denunciando? Nosotros tenemos un voluntario judío, pero sabe lo que pasa, vino a apoyar la causa palestina”. El cofundador de este proyecto, Juliano Mer-Khamis, reclutó a niños refugiados para convertirlos en actores. Murió asesinado hace un año y medio, le dispararon delante de los menores. En un video afirmaba con entusiasmo que la Tercera Intifada será cultural. “No somos terroristas, nuestras armas son las cámaras, la música, la poesía, el teatro”. Y su sueño continúa, con la idea de generar un movimiento político cultural de artistas que alcen su voz contra la discriminación y la barbarie. “Para mí la libertad es poder jugar y que nadie me golpee”, dice uno de los niños que participan en el teatro.

En el Campo de Refugiados de Jenin vive Ahmad. En un kilómetro cuadrado viven 40.000 personas. “En 2002 la armada israelí bombardeó desde el aire, devastó el campo, entraron tanques, disparaban a lo que se moviera”. Al sur, en Nablus, Mahmud, junto a otros jóvenes, creó un centro de desarrollo social en el campo de refugiados de Askar, donde dan apoyo escolar (los palestinos son el pueblo con mejor preparación educativa en el mundo árabe) y hacen actividades culturales y deportivas. “Los niños iban a jugar a un descampado y recibían ataques de los colonos, varios perdieron la vida atropellados. Con estas condiciones precarias (hacinamiento, falta de servicios, desempleo) necesitamos un desahogo psicológico y ocio”.

Boicot frente al silencio. Otra iniciativa que busca denunciar a nivel internacional lo que pasa en Palestina es la campaña BDS de boicot a Israel. Cuenta también con el apoyo de algunos sectores críticos dentro de la sociedad israelí. Sergio Yahni,judío y ciudadano de Israel, es codirector del Centro de Información Alternativa en Jerusalén. “La campaña de boicot es un instrumento de la sociedad civil y los movimientos sociales para romper el cerco de impunidad sin límites que tiene el Estado de Israel y que le permite llevar a cabo ofensivas como el ataque a Gaza que vemos estos días. Boicot frente al silencio de los Estados, para abrir caminos hacia la paz y forzar a Israel a resolver el conflicto”. Para Sergio, el gran problema es la negación de derechos a los palestinos por ser palestinos. “Israel transforma el derecho a la vida en un privilegio. Crecer bajo la ocupación es crecer bajo la pobreza. Hay ya cuatro generaciones de palestinos que han crecido en un ambiente permanente de violencia”.

Algunos ex soldados israelíes formaron la ONG Rompiendo el Silencio para denunciar las atrocidades que comete su ejército. Distintos intelectuales israelíes también han alzado su voz, aunque se silencie. Vanunu Mordechai ya ha pagado por ello. Es el físico que reveló la existencia de armas nucleares en Israel. El Mossad (servicio secreto israelí) lo secuestró y lo encarceló 18 años. “Me odian, soy un traidor para ellos”, dice.

Para la periodista Teresa Aranguren, hay una evidente desinformación sobre el conflicto en los medios, pues presentan a israelíes y palestinos con el mismo porcentaje de responsabilidades. “La objetividad no tiene que ver con la neutralidad, sino con contar lo que pasa. Y eso no se hace contraponiendo versiones. Hay hechos previos a las versiones. ¿Quién bombardea? ¿Quién destruye? Deformamos la realidad con el lenguaje. Lo que hay es un pueblo expulsado de su tierra. Es obsceno que estos días con el ataque a Gaza se hable de lo aterrorizada que vive la población israelí por temor a los cohetes de los palestinos. El terror lo vive habitualmente la población palestina”.

Juani Ruiz ha visto buena parte de ese terror. Lleva 27 años viviendo en Cisjordania. Es madrileña, casada con un palestino y madre de dos hijos. Trabaja para Health Work Committees, una ONG sanitaria. “He visto cómo disparaban a una mujer embarazada y a niños de cuatro años cuando jugaban al fútbol. Aquí estamos todos mal, con depresiones, ansiedad, estrés postraumático, nervios, ataques cardiacos”. Más de 40 mujeres han muerto en los checkpoints estando de parto. Los soldados no las dejaron pasar. “Hacen una ocupación psicológica, no es un holocausto salvaje, es poco a poco, asfixiando. Israel es una sociedad militar, con derecho a matar cuando quieren. El servicio militar de tres años es obligatorio para hombres y mujeres, si no lo hacen van a la cárcel. Ése es el país más democrático de Oriente Medio”.

Para Marwan Al Burini, presidente de la Asociación de la comunidad hispano-palestina en España, la ocupación es un cáncer que marca el día a día de la población. “No tenemos la culpa de lo que les ha pasado a los judíos en Europa. Muchos de los judíos que escaparon del genocidio fueron a países árabes o musulmanes y fueron bien recibidos. Éste no es un conflicto religioso, es un conflicto colonial”. Y reivindica el derecho de su pueblo a tener un Estado independiente. “Queremos vivir en paz al lado de nuestros vecinos israelíes. Todos los conflictos a lo largo de la historia se han resuelto”. Desde Hebrón, sembrando belleza y rehabilitando casas, Walid concluye. “Somos gente pacífica, los palestinos sólo queremos una cosa: libertad. Espero que entiendas la ocupación después de estar aquí, pero espero que nunca tengas que vivirla”. •

Para saber más:

65 AÑOS SIN LIBERTAD

Palestina fue provincia del Imperio Otomano hasta 1917. Tras la Primera Guerra mundial es protectorado británico. Empiezan a llegar judíos sionistas (el sionismo busca crear un Estado judío). Los palestinos reciben bien a los extranjeros, pero luego hay protestas contra los privilegios judíos y enfrentamientos en 1936. Las fuerzas paramilitares sionistas realizan masacres contra la población árabe. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se vuelca con la causa judía tras el Holocausto nazi y olvida las masacres de palestinos. La ONU apoya la creación de un Estado judío (que ocuparía el 56% del territorio palestino) y un Estado palestino (con el triple de población) en el 42% de su tierra. Jerusalén sería enclave internacional.

En 1948 se crea el Estado de Israel, las unidades paramilitares judías expulsan de sus hogares a 750.000 palestinos, realizan masacres y destruyen pueblos. En 1967 estalla la Guerra de los Seis Días, Israel invade militarmente Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania. Los judíos comienzan a construir asentamientos para colonizar la tierra. La ONU declara ilegal la ocupación.

En 1987 mueren civiles en Gaza atropellados por un tanque israelí y estalla la Primera Intifada (levantamiento popular en el que los palestinos lanzan piedras contra los soldados). Las fuerzas israelíes abren fuego contra los manifestantes. Mueren 1.300 palestinos (miles resultaron heridos) y 150 israelíes. En 1993 las autoridades palestinas aceptan crear su Estado en un 22% del territorio de la Palestina histórica. Israel multiplica el número de asentamientos ilegales de colonos en Cisjordania.

En 2000 Israel se niega a respetar la resolución de la ONU sobre Jerusalén. Comienza la Segunda Intifada. El ejército israelí responde con dureza, instala controles militares e invade varias ciudades, practicando asesinatos preventivos. Las organizaciones armadas palestinas realizan ataques suicidas contra la población israelí. En ocho años mueren más de 5.000 personas (la mayoría palestinos) Israel levanta el Muro del Apartheid (más de 600 kilómetros) anexionándose casi el 40% de Cisjordania. La Corte Internacional de Justicia de La Haya lo declara ilegal. Hoy el muro sigue avanzando. Los colonos siguen apropiándose de tierras y construyendo asentamientos que son ciudades (de hasta 30.000 habitantes). Cisjordania está dividida en tres áreas: zonas A (bajo control palestino), B (administración palestina, seguridad israelí) y C (control israelí). El 65% del territorio cisjordano es zona C, donde viven 600.000 colonos.

En Gaza un millón y medio de palestinos vive en una cárcel a cielo abierto, sufriendo desde hace cinco años un bloqueo que asfixia a la población (como castigo por la victoria electoral del movimiento de resistencia islámico Hamás). Según la ONU, Gaza en el futuro no tendrá posibilidades de vida. Hay más de seis millones de refugiados fuera de Palestina. Las resoluciones de la ONU obligan a Israel a retirarse de los territorios invadidos en el 67.

(Reportaje de Silvia Melero publicado en revista 21)