Debutó como actriz a los 15 años en El Sur. Aprendió táctica militar para interpretar a una guerrillera en Tierra y libertad. Dirigió su primera película (Hola, ¿estás sola?) con 28 años. Hasta la fecha, sus trabajos han conseguido 10 premios Goya. Es la primera realizadora elegida para representar a España en los Oscar. Y se ha atrevido, incluso, a hacer un video musical para el cantautor Luis Ramiro. Iciar Bollain nos habla de su nueva película Una maestra en Katmandú.
Lo primero que hace es disculparse porque llega con retraso a la entrevista. “Se ve que hoy todo el mundo ha salido a la vez, está Madrid atascado”. Iciar Bollain (Madrid, 1967) es de esas personas que te caen bien nada más verlas. Voz suave, aire sencillo que inspira confianza y palabras precisas para mostrar su claridad de pensamiento.
Junto a varias compañeras fundó hace años CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales). Hacía falta, teniendo en cuenta que apenas un 8% de las películas que se producen en nuestro país son dirigidas por mujeres.
Bollain nos ha hablado en la gran pantalla de mujeres inmigrantes (Flores de otro mundo), violencia machista (Te doy mis ojos), conciliación entre la vida laboral y familiar (Mataharis) y la guerra del agua en Bolivia (También la lluvia). Ahora estrena Katmandú, un espejo en el cielo, inspirada en el libro de la cooperante catalana Victoria Subirana (Vicky Sherpa) Una maestra en Katmandú (Ed. Aguilar). Rodada en Nepal y con guión de la propia directora, está protagonizada por Verónica Echegui.Cuenta el bonito viaje -interior y exterior- de una mujer que se casa por conveniencia para desarrollar un proyecto pedagógico en los barrios de chabolas y que se encuentra con algo inesperado: enamorarse de su marido.
¿Cómo se cruza la historia de Vicky Sherpa en su camino?
Se cruza un productor primero, Larry Levene, que me propone el proyecto. Es amigo personal de Victoria, me deja el libro y veo ahí muchas cosas, muchos temas. No me parece lo más interesante recrearlo al detalle sino partir de la historia de una catalana que se va a Nepal y de su pedagogía, lo que va aprendiendo allí y va aplicando a la enseñanza, sin usar su nombre. De esa manera hay más libertad, creo otro personaje.
Hay muchos temas en esta historia, hacia dentro y hacia fuera…
Uno es el valor de la enseñanza, las posibilidades que tiene para el cambio social. También está el cambio personal, hay una parte de peli que me gusta mucho que es lo que tiene de viaje-experiencia, un viaje que te cambia y te descubre por dentro al mismo tiempo que descubres otro lugar. Ella va a aprendiendo a fuerza de equivocarse, de entender la otra cultura, que es otro mundo. Me pareció muy bonito también algo que le pasa a mucha gente: el encontrarse con uno mismo y echar raíces en un lugar tan distinto, que tu lugar resulta que está a 6.000 kilómetros de tu casa. Descubres que tu lugar no es donde has nacido sino ese otro que tiene que ver poco contigo. Está también el tema de la situación de la mujer en Asia, esa ciudadanía de segunda. De hecho, ahora en Nepal están redactando la Constitución y hay un grupo de mujeres en el parlamento consiguiendo derechos como los que hubo que conseguir en España hace años.
Verónica Echegui le da mucha naturalidad a esa cooperante en terreno. ¿Cómo se consigue esa credibilidad?
Está trabajado, está buscado incluso con el vestuario. Si le pones un shari, pues está muy guapa pero haces ‘Come, reza, ama’, es otra película, otra cosa… Buscas con todo (decorado, maquillaje, interpretación) que haya una naturalidad. Verónica tiene eso, es muy inmediata, tiene la emoción y la verdad ahí mismo, se mete completamente en la situación y la vive –y comunica- con mucha intensidad. Si pones a una actriz muy repeinada en las chabolas, el espectador se va de la película.
Hay un trabajo muy sutil en el personaje tanto en maquillaje como en vestuario, va cambiando, cuando se enamora empieza a embellecerse. Me lo contó Vicky, le pasó, se feminizó por el amor.
Es la primera producción española de ficción rodada en el Himalaya, con actores y equipo nepalés (casi 3.000 extras). Ha dado el salto a grades producciones en las últimas dos películas ¿Cómo se aborda ese tipo de rodajes tan complejos?
Las circunstancias van saliendo sobre la marcha, cuando llegas allí y ves que no hay una enorme industria audiovisual, sabes que no vas a encontrar muchos actores y el perfil que buscas. Cuando empecé me dije: ¡Madre mía! Esto va a ser complicado… (Risas) Efectivamente el casting fue muy largo, como trabajas con gente que no tiene recursos interpretativos, no tienen técnica, pues les tienes que ayudar mucho a crear un ambiente en el que se sientan muy cómodos y con mucha confianza en que pueden hacerlo. No son actores profesionales. El protagonista es un shirin, un chico que vive en un pueblo de Mustang, tiene un hostal y el inglés que sabe lo ha aprendido hablando con turistas. Una cosa es serlo (es realmente el personaje) y otra es hacerlo delante de la cámara durante 13 tomas y con 40 personas de equipo mirándote. Aunque hagas de ti mismo, tienes que actuar y en desorden, como se graba en un rodaje. Era necesario encontrar a alguien de la montaña, no tiene que ver con la gente de Katmandú, tienen otras manos de trabajar, otra piel, otra mirada. Yo estaba un poco asustada, no era uno o dos, fui con una tropa de actores naturales que no habían hecho nunca nada y salió bien. Es mucho trabajo pero hay tanta verdad en ellos… Es como los niños, no actúan. Son.
¿Qué aprendizaje trae de esos meses rodando en un sitio tan distinto, con otra filosofía de vida?
Primero es difícil. Puede que tengas una lengua común para comunicarte (inglés) pero haces referencia a cosas distintas, tienen su iconografía, sus parámetros de pensamiento que no son los nuestros. Hay que tenerlo presente, pueden darse muchos desencuentros, mucha lost in translation (risas) Te preguntas ¿Pero por qué está pasando esto? El otro día con el equipo técnico empezamos a recordar anécdotas y nos echamos unas risas, es que se daban situaciones surrealistas, no te lo podías creer. Por ejemplo, producción dejaba preparados todos los camiones el día antes con el equipo, el vestuario y a la mañana siguiente al ir a rodar faltaba el camión de la cámara. Resulta que el conductor se había ido a ver a su madre. Claro, él está en su lógica, aunque nosotros pensamos ¿Pero cómo que te has ido a ver a tu madre? ¡Si llevas la cámara dentro! No tienen nuestra prisa, todo es más tranquilo. Los rodajes son mucho más sencillos. Hay mucha elasticidad con las cosas… Si hay cortes de luz 12 horas no te pueden llamar por teléfono porque no han cargado el móvil, todo se relativiza. Es decir, no corras tanto que al final todo sale, pero la realidad es que teníamos ocho semanas para hacerla.
Sus películas están llenas de matices. En ésta se ven las contradicciones a las que se enfrenta una cooperante, eso enriquece mucho…
Es que te vas a otro país y empiezas a dártelas todas en la frente. A veces llegamos a otra cultura con esa prepotencia, con muchos prejuicios… Pensamos que nuestra manera de hacer las cosas es mejor y sólo es una, hay otras. Este aprendizaje está en el libro, en la película y en cada uno de los que fuimos allí.
Hay un bonito mensaje: “Si la puerta está cerrada y no puedes salir por la pared, abre una ventana”. ¿Ha encontrado muchas puertas cerradas en su carrera?
Dirigir es salir por muchas ventanas porque muchas veces las cosas no acaban de ser: no obcecándose, cambiando a otra alternativa, entonces funciona. Es abrir ventanas. A veces no encuentras el actor pero hay otras formas, cuando no sale por un camino pruebas por otro.
Pero la profesión le ha dado más alegrías que dolores de cabeza…
Sí, y me considero muy afortunada, las películas han ido muy bien en general, tengo la suerte de que la gente encuentre cosas en las películas, les gustan, comunican algo. Si no, no haría cine. No a todo el mundo, evidentemente, pero hay una aceptación alta. Me para gente por la calle para hablarme de una peli, eso es muy bonito.
‘Te doy mis ojos’ es una de las películas que más han marcado, por la temática, por los actores, por la forma de contarlo, por los premios, por la acogida del público. ¿Qué ha significado para usted?
Primero el aprendizaje que tuve al escribirla, conocer esa realidad que no conocía. Precisamente por eso me metí, porque me pregunté: ¿Pero esto por qué ocurre? Fue apasionante y muy triste, la realidad del maltrato físico y psicológico es muy dura. Es un problema universal. En Francia, como están de vuelta, piensan que es una temática algo antigua pero en cambio allí mueren más mujeres que en España.
La película tuvo la fortuna de aparecer en un momento en el que el problema estaba saliendo a la luz, dejando de ser privado. Era público pero faltaba entenderlo.
Usted le dio un enfoque a esa realidad que no se estaba dando.
Sí, yo siempre echaba de menos quién es el maltratador, por qué no está en la noticia y sólo sale la víctima. No había reflexión sobre el fondo del problema, por qué ocurría, todo se quedaba en la denuncia y me faltaba entender qué hay detrás. Fue ponerle cara al maltrato, no sólo a la víctima, también al agresor y a la familia de cada uno y a todo su entorno. Me siguen pasando cosas, el otro día me quedé flipada: un chico en el Metro me dio una nota y me pidió que la leyera cuando se bajara. Decía: “Después de ver Te doy mis ojos, mi madre denunció a mi padre y nos cambió la vida a todos”. Es muy fuerte, me sigue pasando, es una recompensa muy grande.
Otra más le llegó con ‘También la lluvia’: primera directora nominada para representar a España en los Óscar. Todavía hoy eso es noticia…
Tenemos mucha más igualdad que en otros lugares del mundo, pero dentro de nuestra propia isla falta todavía mucho. La poca presencia de directoras, productoras, guionistas en el cine es lo mismo trasladado al resto de la sociedad. No hay directivas, no hay mujeres en los niveles de decisión. Me preocupa también mucho la imagen de la mujer en los medios de comunicación, es muy antigua, no estamos representadas como somos. Hace poco, viendo el estudio de la Federación de Mujeres Progresistas, se te ponen los pelos de punta con lo que piensan los adolescentes. Y, claro, me quedé pensando… ¿Dónde ven otro modelo de mujer? ¿En la tele? ¿En la publicidad? ¿En los juegos? ¿En la prensa? No veo un modelo de mujer diferente. En el cine infantil, que lo frecuento, flipo. Te vas a ver Los Pitufos y la Pitufa es tonta porque lo único que ve en Nueva York es que hay muchos vestidos diferentes. ¿Será posible? Les pregunto a mis hijos si esa chica se parece a las de su clase y me cuentan que no, que las niñas de su clase sacan sobresaliente y mejores notas que los chicos. ¿Entonces?
¿Y no se anima a hacer una peli infantil?
Me lo dicen mis hijos, pero es difícil, aunque debe de ser muy bonito. No sé, si se me ocurre una historia sí que la haría porque además es un público fabuloso.
Hizo un corto, ‘Por tu bien’, con un Luis Tosar dando a luz. Un interesante cambio de enfoque reivindicando un parto respetuoso. ¿Refleja su propia experiencia?
Sí, es mi primer parto. Me sentí mal, escribí luego al hospital y el médico se asombró. Sí, no hubo complicaciones pero yo me sentí mal tratada, sin cariño, sin cuidados. Los protocolos en España son muy antiguos, hay recomendaciones de la OMS que aquí no se aplican. No ayudan a que el parto sea más tranquilo y la mujer lo que tiene que estar es tranquila, no estresada. Yo me estresé mucho, uno entrando otro saliendo, me rompieron la bolsa… ¡Pero si esto es algo que hay que hacer con calma!
Para que podamos seguir viendo todo esto, ¿hay que mantener las cuotas de cine español en las salas?
Hay una cuota de pantalla para cine español, europeo, africano… No es más de un 20% las películas que se ofertan que no sean norteamericanas. Cuando la gente piensa que se proyecta cine norteamericano porque es mejor no es así, a veces es peor, pero es el que te encuentras porque las multinacionales tienen sus propias cadenas de distribución y exhibición y ellas hacen la parrilla, hay un monopolio. El espectador no está eligiendo en un mercado libre en el que cualquier película tiene acceso a las salas, eso no es así. Es una lástima porque es una falta de diversidad, como espectador pierdes.
¿Cómo queda la crisis de la Academia y las diferencias con Álex de la Iglesia?
Aquello nunca fue un problema personal, antes de decir lo que sentía se lo dije a él. Y ya está, fue todo una cosa un poco enloquecida, no lo pasé nada bien, no me gusta estar en el foco. Estaba contenta de vicepresidenta, aprendí mucho en la Academia, he visto que tiene muchas posibilidades, que se pueden hacer muchas cosas. Es un lugar estupendo para trabajar en la difusión y promoción del cine español. Hay un buen potencial. El nuevo presidente es estupendo, conoce bien la industria como productor, exhibidor, distribuidor, está en el meollo del momento actual.
¿Por dónde pasa el futuro del sector?
Estamos en una reconversión industrial, están cambiando las salas a digital, los hábitos de los espectadores, la gente ve cine en casa. Es una etapa de cambio, como pasó cuando llegó el sonoro o la tele. Como el cine siempre está en crisis, no nos pilla muy de nuevas (risas). Espero que este Gobierno, o el que venga (y del anterior esperaba lo mismo) le vea las posibilidades que tiene la industria cultural. Supone el 4% del PIB. Los estudios de la UE dicen que es la industria con más potencial en Europa porque en lo demás ya no estamos compitiendo, se ha deslocalizado todo, los chinos tienen una capacidad productiva desbordante. Pero lo que exporta Europa es cultura, es patrimonio, es gastronomía, es arte, es cine, música… Eso es lo que podemos hacer, es nuestra cultura, no lo pueden hacer otros. No hay que tratarlo como algo secundario o molesto sino como una industria con potencial para crear empleo y riqueza.
La última pregunta: ¿cuál es su espejo en el cielo?
Madrid. Yo soy muy gata. Soy de tercera generación, además… Me encanta viajar pero en Madrid me siento muy en mi lugar. Siempre me ha atraído la idea de vivir en otro país pero yo sé que mi raíz está aquí.