Gana la lucha vecinal, se va Remar

img6669-3-1Hoy no quiero ser prudente. Hoy quiero celebrar el triunfo de los vecinos y vecinas de Rosales del Canal (Zaragoza) que han echado a la “ONG-Secta-Multinacional” Remar de su barrio. Hoy me apetece contar las presiones de Remar, sus amenazas de demandarme, su intento de manipular la información que yo estaba elaborando y su intromisión en el libre ejercicio de mi profesión: eso que se llama periodismo.

Fui a Zaragoza un día de diciembre a encontrarme con los vecinos que me habían hecho llegar su denuncia e investigación sobre Remar, una ‘ONG’ a la que el Ayuntamiento de Zaragoza cedió un terreno de utilidad pública durante 75 años. No daba crédito con lo que me estaban contando. Ni con el silencio generado en torno a este tema. He llegado a ver cómo periodistas de “grandes medios” eran cautelosos al conocer la información y se excusaban: “Con las sectas hay que tener mucho cuidado, tienen muchos tentáculos y no sabes hasta dónde llegan”. Ya me he dado cuenta. Pero, igual estoy confundida, pensaba que precisamente la labor del periodismo era desenterrar esos tentáculos. Estamos hablando de explotación laboral, manipulación psicológica, irregularidades… Remar está presente en toda España y en 70 países. Su líder promueve en sus predicaciones el sometimiento de las mujeres y la homofobia. Y, sobre todo, hay muchas víctimas detrás. Gente que vive “dentro” y trabaja para Remar en agradecimiento a la ayuda que le prestaron en un momento de vulnerabilidad y dificultades.

Evidentemente, tenía que contarlo y la revista 21 me dio el espacio para hacerlo respetando mi criterio y mi trabajo. Quiero destacarlo porque algo que debería ser normal no lo es tanto en este panorama mediático nuestro. Así que en un pequeño medio como 21, una pequeña periodista como servidora publicó el reportaje Remar: ¿ONG, secta o multinacional?

Mientras lo elaboraba recibí una llamada en la redacción. Era un “representante” de Remar España. Me hablaba en tono paternalista.

A ver, Silvia, nos hemos enterado de que estás haciendo un informe sobre Remar.
Sí, un reportaje.
Apoyando a la Plataforma Rosales No Cede.
Bueno, más bien en base a todas las informaciones que he recibido.
¿Y tú como periodista, te has tomado tiempo en indagar y en contrastar?
Sí, claro.
¿Ah, sí? ¿Y cómo es que no has venido a algún centro de Remar a vernos con tus propios ojos?
¿Quién le ha dicho que yo no he estado en Remar?
(Silencio) Verás, Silvia, es que creemos que estás siendo influenciada por esa plataforma de vecinos antisistema que te están confundiendo. Estás involucrada en algo que… es distorsionado…
¿Me está diciendo que no sé hacer mi trabajo?
No, no mujer, verás Silvia, quizá nosotros podamos hacerte entender… Lo que vas a hacer va a repercutir sobre nuestra labor solidaria, nuestras familias, nuestros hijos… Antes de que publiques nada, recíbeme, ves mi cara, me siento frente a ti, charlamos, te llevo documentación…

Acepté, por supuesto, que viniera y que me trajera toda la documentación que pudiera ayudarme a “discernir”. Yo ya había entrevistado a un representante de Remar, pero quedamos en vernos a los dos días. Ni se presentó ni me llamó para disculparse.

Se publicó el reportaje. La Plataforma de Afectados por Remar (Rosales No Cede) distribuyó ejemplares entre los partidos de oposición del Ayuntamiento, asociaciones de vecinos y le entregó en mano una revista al propio alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, en un acto público.

Directivos de Remar vinieron a la redacción de 21. No querían verme a mí. Se reunieron con otra persona que representaba a la revista para presionar, descalificar mi trabajo, amenazar con demandar y pedir que publicáramos otro reportaje desmintiendo el mío y hablando bien de su organización. No entienden que no somos su agencia de publicidad, que un medio de comunicación está al servicio del periodismo y la ciudadanía. La revista 21 no cedió a las presiones.

A los tres meses me llegó una carta del juzgado para un acto de conciliación porque, según Remar, he demostrado un “temerario desprecio a la verdad”. Pedían que rectificara mi información. Yo no pensaba cambiar ni una coma de mi texto. Así que no nos conciliamos. A partir de ahí, tendrían que presentar una querella formalmente pero hasta ahora no he recibido ninguna notificación.

Se empezaron a mover cosas. No sólo por nuestro reportaje. Antonio Naranjo se hizo eco varias veces de la denuncia en el programa de Julia Otero en Onda Cero. Remar se tuvo que sentar a hablar con los vecinos y el equipo de gobierno municipal. Remar, finalmente, se va de Rosales. El Ayuntamiento se queda el edificio para uso público, pero tiene que indemnizar a la organización, que ya había invertido un millón y medio de euros en su construcción.

He aprendido mucho, mucho, de la lucha de los vecinos de Rosales. De su constancia. Pese a chocar con muros, puertas cerradas, medios y periodistas que no querían escuchar ni informar, políticos que miraban para otro lado, administraciones públicas que “no saben nada” e, incluso, por qué no decirlo, silencios también dentro del sector de la cooperación y las ONGD.

La conclusión que saqué es que todo el mundo sabe qué es Remar y qué hay detrás. Pero nadie lo dice. Así que hoy me voy a permitir brindar por los vecinos que empezaron a tirar de la manta, a investigar, a hacer la labor que no hacían sus representantes políticos ni los medios de comunicación. Hoy su ejemplo es inspirador. Nos enseña que si confías, si crees que tu lucha es justa, si resistes, si no te caes ante las descalificaciones y las dificultades, ganas.

Hoy gana la lucha vecinal. Y gana el periodismo.