Feministas islámicas: que hablen ellas

Cuestionadas desde dentro de su propia religión por ser mujeres y feministas. Cuestionadas desde fuera por ser musulmanas. Y cansadas de que se hable de ellas sin contar con ellas. Así se sienten muchas mujeres que militan dentro del feminismo islámico. Su lucha es múltiple, pues se enfrentan a la opresión, los estereotipos y los tópicos. Pero se arman con el conocimiento coránico para reivindicar, desde las propias fuentes del Islam, los derechos arrebatados.

“Hablamos de yihad de género y la gente se imaginará a mujeres musulmanas poniendo bombas”. Fátima Aatar se muestra cansada de estar continuamente desmontando tópicos y estereotipos. “Reivindicamos el concepto de yihad porque se ha manipulado hasta el extremo, actualmente no se identifica con lo que significa en el Islam: esfuerzo, lucha. Se trata de recuperar la esencia de ese concepto y aplicarlo a una lucha que lleva siglos y es necesaria: la feminista. Es una lucha política, social y, en este caso, de género”.

Hija de padres marroquíes, Fátima vive en Barcelona. Es antropóloga, activista política, musulmana y feminista islámica. “El feminismo islámico está situado dentro de un contexto concreto. Intentamos desacreditarlas todas las opresiones de género que se justifican basándose en el Corán basándonos también en el Corán. Es una lucha dentro de la comunidad islámica y con el lenguaje islámico”.

Lo explica porque con frecuencia se cuestiona el término feminismo islámico y se enfrentan a una doble lucha, dentro y fuera de su religión. “En la comunidad islámica ven el feminismo como algo ajeno, una amenaza. Fuera de ella nos dicen que feminismo y religión son incompatibles. Son discursos simples.”

Fátima pertenece a Red Musulmanas, una plataforma que pretende mostrar la diversidad de perfiles de mujeres musulmanas y desmontar los prejuicios que existen acerca de ellas. Es un movimiento independiente que trabaja desde el principio de la shura (democracia participativa). “Está de moda hablar de la mujer musulmana en singular, como si sólo existiese una. Y la mayoría de las veces lo hacen personas que no son ni mujeres ni musulmanas. Estamos un poco hartas de que se hable de nosotras sin nosotras y además diciéndonos qué tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo. Desde el paternalismo”.

Coincide con ella Helena Gutiérrez Espí. “Cuando sale el tema del burkini y ves los debates en la televisión, hablan tertulianos y tertulianas, pero ¿dónde están las usuarias del burkini para expresar su opinión?”. Helena es mediadora intercultural y colaboradora de la revista digital de pensamiento islámico moderno Alkalima. Es también autora de la novela Unos baklava por amor, en la que parodia los prejuicios y hace una crítica a los machismos y al feminismo colonial.

“Hay un feminismo hegemónico occidental que dice que no se puede ser musulmana y ser feminista porque no cree que pueda haber liberación dentro de la religión. El Islam es algo heterogéneo y no tiene nada que ver cómo lo vivo yo aquí en España a cómo lo vive alguien en Senegal, Indonesia o Arabia Saudí”. De nuevo, se enfrentan al desconocimiento que hay sobre la religión musulmana. “Hay gente que te dice cosas como que en el Corán la mujer vale la mitad, que no tenemos derecho a votar. Vamos a ver: que en Arabia Saudí una dictadura prohíba votar a las mujeres no tiene que ver con el Islam ni con el Corán”. 

El centro del problema es la estructura de poder patriarcal que, haciendo uso de la religión o de otras herramientas, establece sistemas de gobierno que oprimen a las mujeres y recortan sus derechos, negándoles el acceso a la educación, las libertades sexuales y reproductivas, imponiéndoles el sometimiento al marido o permitiendo que sufran violencia de género. “Claro que encontramos resistencias dentro de nuestra religión, los ortodoxos niegan el feminismo como una invención de Occidente. Se les llena la boca con que el Islam otorga derechos a las mujeres (que así es). Pero en muchos países de mayoría musulmana -no en todos- no se garantizan esos derechos y libertades. Ésa es la razón de nuestra lucha”.

“Encontramos resistencias pero también apoyos, hay que decirlo, de hombres musulmanes que están dentro del movimiento”, apunta Helena. Fátima afirma que uno de sus referentes es un hombre, Abdennur Prado, por sus aportaciones clave. “Tiene una visión muy fresca del Islam. Su libro El lenguaje político del Corán plantea una organización social para generar cambios y construir una sociedad más justa”.

También cita a Fátima Mernissi, socióloga marroquí y feminista laica. “Ni siquiera se situaría en el feminismo islámico. Pero su libro El harén político es pionero, porque rebate discursos machistas que se justifican con el Islam. Boicotea el discurso desde dentro, desde su formación en ciencias islámicas, utiliza sus estrategias y les muestra sus errores. Ha luchado en su país, en un contexto de mayoría musulmana y sabe la importancia que tiene el Islam en la sociedad. Pero siendo musulmana, una feminista no se sitúa necesariamente en el feminismo islámico”.

Explica también que leer el libro La emergencia del feminismo islámico, (resultado de congresos internacionales) le aclaró muchos debates internos que tenía. “Me ayudó a darle nombre a muchas cosas, a diferenciar niveles de conocimiento, qué es coránico y qué es histórico, y cómo el Islam se ha desarrollado históricamente dentro del sistema patriarcal y no fuera, como nos gustaría, y a partir de ahí proponer discursos islámicos más inclusivos, que nos incluyan a nosotras mismas”.

Añade que “cuando se critica a la comunidad musulmana por ser machista, también se nos está instrumentalizando. Estamos en medio de batallas y recibimos de todas partes. Somos mujeres, musulmanas, migrantes, trabajadoras, estudiantes… Pero nos quedamos en ser musulmanas y todo lo demás desaparece”. 

El debate del velo. Wassyla Tamzali, activista argelina por los derechos de las mujeres, ha afirmado que “es incompatible ser feminista y llevar velo”. Fátima está también agotada de explicar que para ella llevar velo es un gesto político y una opción de reivindicar su esencia musulmana. “Con esto no se niega que muchas mujeres están obligadas a llevar el velo en países como Arabia Saudí o Irán. Pero precisamente mi propia persona ya rompe con los estereotipos. Y sistemáticamente se pone el foco en una prenda de vestir”. 

Fátima cuestiona: “¿Cómo es posible que se niegue una conciencia y un activismo político a partir de una prenda? Considerar que hay una pauta o un molde para las feministas es volver a encasillar a las mujeres en unos límites muy estrechos que impiden el desarrollo del feminismo y de las propias mujeres. El derecho a la propia imagen implica que nadie ni nada legisle o controle los cuerpos de las mujeres”. Ni dentro ni fuera de su religión.

“Las mujeres musulmanas nos estamos moviendo mucho”, asegura, y recuerda que la lucha contra la mutilación genital femenina (una práctica que no tiene nada que ver con el Islam ni aparece en el Corán) de hecho se está prohibiendo en algunos lugares gracias a la acción de mujeres musulmanas. “Se nos cuestiona todo. Hay una visión basada en nuestros cuerpos, en si llevamos velo o no, no en las verdaderas desigualdades que sufrimos. El feminismo islámico nos permite dar respuestas desde nosotras mismas”. 

Lo hacen desde la hermenéutica, el estudio y reinterpretación de los textos sagrados, usando el Corán para defender los derechos que se les niegan, como explica Helena. “Dentro del feminismo islámico hay muchas mujeres que hacen una exégesis, una interpretación del Corán en clave de género muy diferente de la que hicieron hombres hace cuatro siglos”. En el libro La soberanía de la mujer en el Corán, por ejemplo, se recoge una interpretación feminista del Islam basada en las fuentes coránicas. 

Otra de las reivindicaciones de las feministas islámicas es el imamato femenino, como recuerda Helena. “En la China musulmana la tradición de las imanas (mujeres dirigiendo rezos) es centenaria. No es fácil, hay muchas resistencias, pero hay ejemplos. El Profeta le dio ese espacio a una mujer para dirigir el rezo. la segregación vino después”.

En 1994 la feminista Amina Wadud dirigió un jutba (sermón de viernes) en una mezquita en Sudáfrica, rompiendo la tradición musulmana de reservar el sermón sólo a hombres. En 2005 volvió a generar polémica en Estados Unidos cuando dirigió otro rezo. Hace unos meses se inauguró una mezquita dirigida por mujeres en Copenhague (Dinamarcar) para desafiar las estructuras del patriarcado e inspirar a otras mujeres, según las imanas Sherin Khankan y Salima Fetteh. En esta mezquita las mujeres tienen derecho al divorcio y el matrimonio se anula en caso de violencia física o psicológica. También se celebran bodas entre personas de diferentes confesiones religiosas.

Mujer musulmana y activismo político. Si en los países con Gobiernos democráticos cuesta dar estos pasos, las dificultades a las que se enfrenta la lucha de las mujeres en otras partes del mundo se multiplican. En las revueltas árabes las mujeres egipcias que participaban en las manifestaciones se enfrentaron al acoso sexual y las violaciones. Pero ahí estaban, liderando luchas, organizándose colectivamente (desde dentro y desde fuera del Islam), aunque no se hable de ellas. Mujeres como la feminista Nawal Saadawi en Egipto, Tawakel Karman en Yemen (Premio Nobel de la Paz) o la bloguera Lina Ben Mhenni en Túnez. Helena nombra a Shirin Ebadi, la primera iraní y la primera mujer musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz. “Aunque ella no se defina como feminista islámica para mí es un referente clave”. 

Según Dolors Bramon, doctora en filología semítica y profesora de Islamología, “las primeras feministas fueron egipcias y turcas, antes del Egipto de Nasser, cuando las españolas aún no sabían qué era el feminismo. Los movimientos feministas más tempranos salieron de los harenes, porque eran mujeres que tenían tiempo libre y acceso a cultura y libros. Cuesta creerlo, pero es así”. Fueron las mujeres egipcias quienes lideraron el movimiento obrero protagonizando la primera gran huelga en el régimen de Mubarak: 3.000 mujeres trabajadoras de la fábrica textil Mahalla el Kubra abandonaron sus puestos de trabajo para reivindicar derechos laborales. Las mujeres saharauis han organizado un Estado en el exilio, gestionando la vida de un pueblo refugiado. “El Islam no prohíbe que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre. Se tergiversan las interpretaciones de los textos, según el uso que hagan los gobernantes de la religión. Los y las saharauis lo vivimos de forma más democrática y flexible. Pero tenemos que seguir luchando contra el machismo y avanzando en derechos de las mujeres”, apunta Zahra Ramdán, fundadora de la Asociación de Mujeres Saharauis. 

Fátima Aatar reivindica el derecho a ser mujeres, ser feministas y ser musulmanas. “Nosotras luchamos contra la opresión del conservadurismo islamista que intenta imponer la obediencia a una autoridad de manera ciega. Lucho día a día contra eso, pero también lucho contra la islamofobia. Para los musulmanes no existe un poder terrenal al que nos debamos someter. Ni hombres ni Estado. Tenemos la obligación de luchar contra los poderes opresivos”. •

(Reportaje de Silvia Melero publicado en revista 21)