Cada vez me gusta más caminar

Cada vez me gusta más caminar. En todas sus variedades. Caminar entre los árboles, adentrarme en los bosques, pasear ciudades, caminar sin caminar. Descubro la magia del camino a cada paso. Hay muchas formas de moverse. Caminar para avanzar, caminar para parar. Recuerdo el paso tranquilo y observador al hacer el Camino de Santiago, embriagada por la belleza del paisaje gallego. “Se hace camino al andar”, por supuesto. Pero también fue bonito “llegar”. Aunque las metas se desdibujan, se transforman, se van construyendo con el propio camino. A veces caminar implica desplazamiento físico. Otras no. También recorro muchos kilómetros hacia adentro. Esos viajes son increíbles.

Transito mis emociones, mis pensamientos, buceo un poco en mi ser. Hay mucho que conocer también en las profundidades de una misma. Mucho aprendizaje, cuestionamiento, aceptación, escucha, encuentro… Y, de regalo, una hermosa fusión con la esencia que reside, calmada, en el interior.

Otras veces yo no camino, pero veo cómo caminan otros seres. Me encanta volar con las aves. O me siento junto al río y veo cómo caminan sus aguas. Fluyen sin más. Sin esfuerzo, se dejan ir. La Naturaleza es una fuente de aprendizaje inagotable. Últimamente aprendo mucho caminando por lo que la vida me va poniendo delante. A veces son cosas que nunca me imaginé. La vida es muy sorprendente, está llena de senderos desconocidos que nos desestructuran la mente y nos amplían el campo de las percepciones, los sentimientos, el maravilloso terreno de lo posible… Y sonrío. Me gusta caminar. Caminar sonriendo.