Desde formar una comunidad autofinanciada para llegar a fin de mes hasta crear un teatro en la carnicería de un mercado. Ante el discurso de “ésta es la única vía”, “siempre se ha hecho así” o “no se puede hacer nada”, varios ejemplos de otros caminos y de personas que se aventuran a avanzar en otra dirección. Están convencidas de que existen alternativas de organización económica, política, social y cultural. No se resignan. En su lenguaje hay lugar para las palabras utopía, sueño y posible.
En banco no le prestaría dinero para comprar el material escolar de sus hijos. Abdoulaye Fall creó su grupo de ahorro con otros inmigantes senegaleses en Barcelona hace siete años y ahora pertenece a las Comunidades Autofinanciadas (CAF). En su país es común que la gente forme una tontine. “Por ejemplo, diez personas se juntan y ponen una pequeña cantidad de dinero al mes, el fondo común rota mensualmente, se le entrega a un miembro para que lo use, hasta que en 10 meses se cierra el círculo y cada uno ha recuperado su inversión”, cuenta.
El modelo de las CAF se basa en el ahorro progresivo uniendo las aportaciones de los socios. A diferencia de la tontine, aquí cada uno pone según su capacidad de ahorro y puede acceder a un crédito de hasta cuatro veces superior. Las personas con pocos recursos y ninguna posibilidad de acceder al crédito bancario (mayoría inmigrantes) necesitan cubrir necesidades del día a día como llegar a fin de mes, pagar una multa o comprar medicinas. “Creamos fórmulas adaptadas a la gente. Una persona que ahorre 10 euros al mes al banco no le interesa, pero a nosotros sí. Sus problemas tienen que ver con la dignidad de la persona, son necesidades cotidianas no menos importantes”.
En la economía social hay un semillero de posibilidades para salir de la crisis-estafa cuyas consecuencias golpean a la población. En Europa 123 millones de personas forman 160.000 cooperativas (mil de ellas relacionadas con energías renovables) que han creado más de cinco millones de empleos. Un informe del Parlamento Europeo explica que las cooperativas generan trabajo y salvan empresas en crisis.
Un ejemplo es MásPúblico, formada por los trabajadores despedidos en el ERE del diario Público. Ahora editan La Marea.”Juntar pequeñas aportaciones económicas en un proyecto era una necesidad, pero también una convicción: en ninguna estructura empresarial se consigue tanta libertad como en una cooperativa”, afirma Eduardo Muriel. La experiencia no ha estado exenta de dificultades. “Sólo somos periodistas, no economistas, publicistas o informáticos. En el aprendizaje hemos invertido mucha energía y hasta dinero”. Pero se siente orgulloso del medio que han creado. “Aporta una ruptura con el medio de comunicación vigente: el del grupo empresarial dominante. La supuesta pluralidad que parece que hay, en realidad no es tanta. Al final, el discurso colectivo que emana de los principales medios está controlado por unas pocas familias. Que seamos una cooperativa asegura márgenes de control que no hay en otros proyectos. Tenemos que recuperar la dignidad desde lo colectivo”.
Apoyo al talento. A Rafa de Ramón no le convencían las estructuras rígidas de las organizaciones empresariales, así que fundó con un socio Utopicus, un nuevo modelo de empresa creativa y una red para apoyar el talento. “Somos una comunidad que transforma ideas en realidades”. Surgió de forma natural en Madrid y ya se ha extendido a Barcelona, Zaragoza y Valencia. No es sólo un espacio en el que profesionales de diversos ámbitos comparten oficina (lo que se denomina coworking) sino un lugar que fomenta la colaboración y el intercambio, donde nacen nuevas empresas, proyectos culturales e iniciativas sociales. “Somos gente que comparte espacio pero también valores. Las cosas son cambiantes, estamos en un momento de transformación brutal, las formas de comunicarse hoy son otras, no valen los modelos del siglo pasado, pero hay miedo a la innovación”. Destaca la riqueza que aporta compartir oficina con otros profesionales. “Por ejemplo, un instalador de molinos de viento tiene al lado a una diseñadora web y a un fotógrafo que le pueden ayudar en su negocio”. Cree que “la necesidad lleva a dar el primer paso y quien lo da inspira a otros”.
En otras ocasiones, las alianzas para emprender se establecen con las personas más cercanas. Laura Olaizola unió su experiencia en el mundo del cine y la comunicación a la creatividad de su amiga Margot para fundar Sora y Zola. Galletas artesanales con diseño personalizado por encargo para felictar, agradecer o hacer sonreír. “Hay que tener paciencia, no caer en la trampa de la desesperación o el desánimo. Disfrutarlo es nuestra filosofía. No es fácil en estos días, pero hay que ser positivos, levantarse cada mañana pensando que sí se puede, buscar salidas, no caer en la inercia del esquema habitual, del estancamiento”.
Rául no ha dudado en lanzarse a cocinar Pecados argentinos para vender comida a domicilio y especialidades en ferias medievales y mercadillos. A sus 62 años se preguntó: ¿Por qué no intentarlo? Logró contagiar su ilusión a su pareja. “Cuando veo a jóvenes de 25 años con miedo y desesperanzados pienso que tienen toda la vida por delante para caerse 20 veces y volverse a levantar. Hay que confiar en uno mismo, la sociedad te va acobardando. Mientras puedas seguir inventando cosas, se pueden seguir haciendo”. Así, Amaranta Arilla se asoció a un amigo desempleado para montar el primer servicio de mensajería en bicicleta en Santa Cruz de Tenerife, Mensabike. “La gente tiene ideas pero no se atreve a ponerlas en marcha por el miedo al fracaso. Sin riesgo no emprendes nada. Es necesario atreverse a salir de nuestra zona de confort (que a veces es estar triste en casa) y hacer algo distinto para cambiar los resultados. Fracasar varias veces te da flexibilidad ante la derrota”.
Transformar a largo plazo. La falta de empleo y los recortes sociales están poniendo en situación de vulnerabilidad a miles de personas. Para dar una respuesta al austericidio surge la Red de Solidaridad Popular, sin olvidar que es el Estado el que debe garantizar el derecho al trabajo, a la sanidad y a la educación. “La red nace con una estrategia de transformación a largo plazo ante la destrucción del Estado social. Los sectores excluídos por el sistema capitalista se tienen que organizar. Sin unirnos y apoyarnos no vamos a salir de esto. Hay que recuperar el poder popular y nuestra capacidad de decidir sobre nuestro futuro”. Ismael González explica que la idea es conectar a personas no organizadas con experiencias que ya existen y otras que irán surgiendo. Grupos locales cubrirán las cuatro necesidades prioritarias que se han detectado (soberanía alimentaria, sanidad universal, orientación jurídica y educación pública). Desde despensas solidarias a bancos de libros pasando por huertos colectivos y acceso a la tierra. “Nos da la oportunidad de aprender a organizarnos de otra forma”.
También en lo político. Teniendo claro que existen otros caminos en el modelo político y democrático, varios profesionales de ámbitos como la economía, la justicia o la cultura han presentado Convocatoria Cívica. “Llamamos a la ciudadanía a que se movilice porque hay alternativas y es necesaria la unidad en un frente amplio”, comenta el escritor Luis García Montero.“Se trata de abrir un proceso de diálogo para reunir los esfuerzos de movimientos sociales, iniciativas y organizaciones que trabajan en la misma dirección y articularlos en una respuesta tajante cívica y electoral definiendo unos puntos fundamentales claros y medidas concretas”.
Pero si las alternativas no se cuentan, no llegan a la mayor parte de la población. Por eso profesionales del periodismo, el sector audiovisual y las ONGD han creado ComuniCambio, una red informal atenta a las nuevas dinámicas de comunicación para el cambio social. Lidia Ucher defiende esa visión transformadora. “Teniendo presente el contexto en el que vivimos, nos debemos a la gente que nos lee y nos escucha, no podemos trabajar como siempre ni alejarnos o distanciarnos de sus intereses, como hacen los grandes medios”. El aumento de medios alternativos y el acceso a información en las redes sociales evidencian la demanda de otro tipo de información. “Muchas de las cosas que pasan en la calle no las están contando los grandes medios, es una vulneración del derecho a la información”.
La misma sensación tenía Antonio Pampliega cuando decidió recurrir a la financiación colectiva (crowdfunding) en una plataforma de Internet para editar el libro Siria. Más allá de Bab al-Salam y contar lo que pasaba en el país. “Superamos un 300% las ventas necesarias para sacar el libro. Eso demuestra que le gente quiere saber más, a pesar de la desidia y la indiferencia de los medios patrios que ocultan y no cuentan”.
La financiación colectiva hizo posible que Rodrigo Sorogoyen y sus compañeros de la productora Caballo Films rodaran la película Stockholm, ganadora de cinco premios en el Festival de Málaga. “Tras negativas de ayudas, subvenciones y un par de productoras, teníamos claro que queríamos hacer la peli”. Casi 200 micromecenas que han aportado desde cinco euros les han ayudado. “Que la gente te financie es un subidón, no te conocen y tu proyecto ha gustado, ha seducido. Te da también una responsabilidad extra, se crea un vínculo, son espectadores potenciales, quieren ver el resultado, no puedes fallarles”. Quieren estrenar en los cines este otoño y están buscando distribución. “Ahí también las cosas están cambiando, aunque es complicado”.
Sin plataformas online,Diego Galaz pidió apoyo a conocidos y amigos para grabar el disco de su proyecto musical Fetén Fetén. “La gente lo compraba por adelantado y, una vez listo, se lo enviamos. Los llamamos amigos productores. No era una limosna, participan activamente en un proyecto para hacer la cultura (un bien de todos) más sostenible. Confiaron en nuestra apuesta artística”. Para Galaz, la industria musical está obsoleta y desfasada. “Es cierto que todo está muy mal, pero puede ser diferente”. Su apuesta por hacer música popular instrumental rompe esquemas. “Hacemos algo raro y resulta que gusta desde un público infantil (que está subestimado) hasta los abuelos. Seguimos vendiendo discos, la gente consume música pero no lo de siempre”.
Convencido de que “la cultura no es un gasto sino una inversión”, propuso al Ayuntamiento de Burgos hacer un Festival de Intérpretes e Instrumentos Insólitos, el único de Europa “que se sepa”. La propuesta se ha consolidado y el público disfruta de conciertos inusuales con instrumentos atípicos como serrucho, theremin, cajas de música o utensilios de cocina. “En España hemos bebido de muchas culturas, hay propuestas musicales increíbles, muy variadas, aunque no se conozcan”.
Cultura cotidiana. Coincide Fernando Rodríguez en que hay más variedad cultural de la que se muestra. En su caso, ha convertido una carnicería del mercado de Triana en Sevilla en Casala Teatro, donde 28 personas pueden disfrutar de una obra. “Recuperar el mercado como espacio público, de encuentro y ocio. Que la cultura también sea accesible en lugares cotidianos, igual que te compras un kilo de naranjas, que puedas ver otra forma de hacer teatro”. Su iniciativa permite dar oportunidades a compañias del barrio, aunque ya ha contado con actores como Antonio Dechent, junto a espectáculos de magia, presentaciones de libros y actividades infantiles mientras los padres compran. “Espero que nos copien pronto la idea en todos los mercados, me enorgullecería mucho”.
Otra carnicería, pero muy grande y remodelada, era lo que ahora es el Microteatro en Madrid. Un nuevo concepto de formato teatral con obras de 15 minutos por 4 euros, para menos de 15 espectadores, que se representan seis veces al día. “Lo pusimos en marcha desde nuestra asociación cultural, al principio con dudas, pero el boca a boca funcionó muy bien”, dice Verónica Larios. “Siempre ha existido el teatro breve, nosotros elegimos un tema cada mes sobre el que hablan las obras, a un precio muy accesible. Coexiste con el teatro convencional y puede ser una forma de enganchar a más gente. Lo abrimos con la ilusión de tener un lugar donde poner en práctica nuestras ideas”.
La suya era generar un espacio de creatividad y sanación. Román García viene a ser una especie de chamán occidental. Pionero en terapias corporales (diafreoterapia, masaje rítmico, Chi Kung) e instructor de cantos armónicos, aplica la vibración por resonancia para armonizar el organismo en Diafanum,un centro de terapias alternativas situado en la Sierra de Gredos (Ávila). “Encontramos este bosque vivo, que sana. La gente se libera de las tensiones acumuladas, atendemos las necesidades de salud física y anímica de las personas. Hay que recuperar el vínculo con la naturaleza, el respeto ante el agua, las plantas, las rocas y el viento”. Levantarse en paz cada mañana ya es un logro. Román asegura que “todo puede ser mucho más sencillo de lo que se piensa”. Él mismo ayudó en el parto de dos de sus hijos en casa, junto a una comadrona. “La falta de información sobre las alternativas que existen, opciones en salud y prevención, genera dependencia porque falta autoconfianza. Tenemos que tomar la libertad, asumir la responsabilidad para emprender el camino propio”. Él lo hizo aprendiendo de otras culturas, abriendo su mente y creciendo con el arte, la música, la pintura… “Es vital que la gente esté en contacto con la creatividad, que es la expresión del alma. Desde ahí se pueden afrontar, de forma innovadora, los retos de la vida”. •