Medios alternativos: herramientas de transformación social

UnknownComo algunas personas me lo han pedido, entiendo que puede ser útil reproducir aquí mi intervención en el Consejo ‘Juventud obrera, esperanza hoy’ al que la JOC me invitó. Se celebró en diciembre en Córdoba y fue una experiencia refrescante y enriquecedora. Así que a la JOC mi agradecimiento por pensar que puedo aportar algo a esto del cambio social desde el periodismo. Ahí va, con las partes que me salté…

Hace unas semanas estaba en la presentación de un disco y antes de comenzar el concierto nos dijeron: “Por favor, no apaguéis los móviles, sacad fotos, contadlo, compartidlo en las redes sociales, en Facebook, tuitearlo porque, si no, nadie se va a enterar de lo que está pasando aquí”. Hace ya más de un mes asistí a una cumbre social organizada por Intermón Oxfam y en las acreditaciones que llevábamos lo primero que aparecía escrito es quién eres en Twitter. Durante las ponencias en una pantalla se retransmitían en directo los tuits relacionados con el evento. Hubo un momento en el que todo el mundo miraba hacia abajo, contando al exterior lo que sucedía. Y el otro día en La Casa Encendida en Madrid nos contaban en un curso sobre África que una bloguera senegalesa emitió desde Holanda los datos de las elecciones en Senegal antes que el Gobierno. Tenía dos colaboradores tuiteando los resultados en los colegios electorales. Estas pinceladas para decir que las redes sociales e Internet nos han cambiado ya la forma de comunicarnos y contarnos.

Son herramientas que están ahí, es cierto que no son accesibles para todo el mundo, pero poniendo como ejemplo los libros en papel, no dejaron de hacerse porque la gente no sabía leer: hay que enseñar a leer para que se tenga acceso. Twitter tiene ya cinco millones de usuarios en España y Facebook 18 millones.

Nos han cambiado las reglas del juego y son una oportunidad para informarse y compartir porque han democratizado y horizontalizado la comunicación. A los profesionales nos hace más fácil contactar, entrevistar, acceder a informaciones alternativas, y nos permite poder contar con más libertad sin el filtro de los medios. Pero, además, a la ciudadanía le permite tener acceso directo a periodistas, informadores, colectivos sociales, movimientos ciudadanos, líderes sociales… Pueden leer su versión sin pasar por filtros oficiales o mediáticos.

En medio de esa crisis de credibilidad de los grandes medios tradicionales, ha habido un efecto favorable en el que ganan credibilidad y seguidores periodistas que cuentan sus informaciones de forma directa, a los que seguimos como referentes.

Y ganan los medios alternativos. Éstos son los que dan herramientas a la ciudadanía para impulsar el cambio social porque lo visibilizan, mientras que los tradicionales y conservadores defienden los estamentos de poder y el statu quo.

No creo en absoluto que el periodismo esté en crisis, creo que es más necesario que nunca porque un pueblo mal informado es un pueblo más manipulable. Lo que está en crisis es el modelo de empresa periodística imperante. En un contexto de crisis-estafa económica también han salido golpeados los medios. Han cerrado muchos (284 medios han desaparecido en cinco años) y esto no sólo es mala noticia laboral para los periodistas (se han destruido 11.000 empleos), también es muy mala noticia para la ciudadanía: menos medios, más concentración de la información, menos pluralidad.

Me gustaría insistir en la gravedad del asunto porque creo que no hay suficiente conciencia social en la defensa y exigencia de un derecho constitucional, de todos los ciudadanos, que garantiza el acceso a una información de calidad. Así como tenemos más interiorizada la defensa de la sanidad pública o la educación, no pasa lo mismo con el derecho a la información, no se ve tanto como un bien común. Muchos medios se lo han ganado a pulso, se ha roto ese contrato que tiene que haber con los lectores, con los espectadores, con los oyentes, para que sientan que prima su interés y no otro en la elaboración de las noticias. No ha sido así y pasa factura.

El miedo en las redacciones lo complica todo. Hemos asistido en los últimos años a una precarización brutal del trabajo, en todos los sectores, pero en el de los medios hasta trabajar gratis acaba siendo una suerte. “Al menos ves publicado tu trabajo”, es el premio de consolación. Unido a que parece que por tener vocación hay que renunciar a los derechos laborales. Y rematado con el “hay que dar gracias por tener un trabajo”. El trabajo es un derecho, no una concesión.

Sobre las consecuencias del miedo, pongo de ejemplo Canal 9 en Valencia. Mi solidaridad con los trabajadores, por encima de todo, pero es que durante muchos años la mayoría ha sido cómplice de la manipulación, han fallado a la ética profesional, no han priorizado los intereses de la ciudadanía. Y ahora que han perdido el miedo, ahora sí se han atrevido a hacer periodismo y a hablar de determinados temas que nunca trataron. Es muy difícil a veces enfrentarse en las redacciones, alzar la voz contra la censura, no lo juzgo, jugarse el puesto de trabajo es complicado, a muchos os pasará en vuestras empresas. Pero, claro, hay que asumir las consecuencias del silencio y la complicidad. La desobediencia tiene un precio siempre, pero practicándola probablemente ningún periodista acudiría a cubrir una charla-propaganda de un presidente en pantalla de plasma o supuestas ruedas de prensa (que no lo son, son publicidad) en las que no se admiten preguntas. Dice Teresa Aranguren que “las palabras valen tanto para contar lo que pasa como para ocultarlo”.

No puede haber manipulación y mentiras si hay periodistas haciendo periodismo. En Telemadrid quienes se opusieron a ella fueron depurados ideológicamente y se creó una redacción B, mientras se contrataba a periodistas afines al poder. Parece que el pufo de Telemadrid en cuanto a la cantidad de dinero sería más grande que el escándalo de los ERE en Andalucía, pero no ha habido información. 900 despidos y la creación de Telemadrid en el Exilio a través de Internet, donde los profesionales cuentan y denuncian lo que está pasando.

Toda esa crisis nos ha llevado a un momento maravilloso en la profesión con la aparición de nuevos medios alternativos que nacen con otro modelo de empresa periodística, nacen apoyándose en los suscriptores, en la ciudadanía. Hablo de periodismohumano, eldiario.es, Infolibre, Números Rojos, Alternativas Económicas, fronteraD, La Marea, La Tuerka. Incluso medios propios que crean colectivos, como el periódico en papel Madrid 15-M (40.000 ejemplares financiados por las asambleas) para “contarnos fuera del discurso único oficial”.

El caso de La Marea. Es un medio formado por la cooperativa de trabajadores MásPúblico, que crean los profesionales afectados por el ERE del diario Público. Un buen ejemplo de no rendirse y buscar una salida laboral generando una alternativa.

Nacen desde abajo y con la experiencia de grandes profesionales que se convierten en el referente en el que confían los lectores. Nacen para ofrecer otra mirada del mundo y de la realidad. Quiero decir que hay medios y periodistas a los que se puede acudir para saber qué pasa, pero eso requiere también un esfuerzo por parte de la ciudadanía y el apoyo a esos medios. Económico, claro, para que sobrevivan, pero entiendo que no siempre se puede, sin embargo hay otras formas de apoyar. Hoy con las redes sociales cada persona es un agente difusor, contando la información, compartiendo un reportaje en las redes sociales, recomendando el medio a amigos… Algo tan sencillo, ya aporta, ya suma.

Aunque la revista 21 en la que trabajo no es exactamente ese modelo nuevo (hemos celebrado este año el 95 aniversario, en fase de resistencia, la crisis también nos ha golpeado), me gustaría destacar que 20.000 suscriptores nos sostienen, deciden apoyar con poco dinero a un medio que ofrece periodismo de calidad, periodismo social y que da espacio a temas que no siempre tienen cabida en los grandes medios, apostando además por valores como la justicia social, la solidaridad o la igualdad; comunicando esperanza, contando las alternativas. Y confirmamos que a la gente sí le interesa los contenidos de calidad. Desde un medio pequeño, modesto, se puede aportar. Basta con que a una sola persona que lea un reportaje le mueva algo, descubra, le incite a mover ficha. Con eso me doy por satisfecha.

Todo esto para contar que en ese ‘periodismo alternativo’ sí hay espacio para comunicar que hay alternativas, para contar todo lo que está pasando y no se cuenta porque, de hacerlo, contagia entusiasmo y al poder siempre le interesa reprimir y frenar el cambio (lo estamos viendo cuando se inventan leyes de seguridad ciudadana para criminalizar a quienes luchan y castigar la rebeldía y la desobediencia). Por tanto, pienso que el gran desafío que tenemos en los medios es comunicar la alternativa, el sí se puede que desde lo concreto ya están demostrando muchos colectivos. No es nada difícil, basta con salir a la calle, mirar, hablar con tanta gente que está haciendo tantas cosas y contarlo. Faltan páginas para poder escribir todo lo que pasa, ese inicio del cambio que ya estamos viviendo.

Sin embargo, ha prevalecido el discurso mediático de la resignación. No se puede hacer nada, manda Europa: nos quitaban a la ciudadanía la posibilidad de tomar las riendas, eso genera apatía, desmovilización. Junto a la difusión de prejuicios y estereotipos, como el descrédito del movimiento sindical (aún siendo críticos con el papel de los sindicatos, vosotros en la JOC sabéis mejor que nadie lo necesario que es el movimiento obrero y la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras). Cuando se ha invertido tanto en desacreditarlo, hay que preguntarse a quién beneficia ese discurso. A los trabajadores no, desde luego. Pero lo han conseguido. Hay una falta de confianza. Desmovilizan. “Las huelgas no sirven”, pero los barrenderos de Madrid nos demostraban hace poco que sí. Sí sirven.

La misma técnica con el desprestigio de lo público, de la sanidad, con datos poco rigurosos, mintiendo, preparando el caldo de cultivo que justificaría luego las privatizaciones. Y ahí los medios no han estado al servicio de los intereses de la ciudadanía.

Otro de los grandes problemas es la imposición de la mirada masculina. El 80% de los puestos directivos de los medios de comunicación de nuestro país está en manos de hombres. Al final siguen dominando las estructuras de poder masculinas, son los que toman decisiones y los que imponen su mirada a la realidad. Esto influye, retomando lo que decía, en los prejuicios y estereotipos que hoy se siguen proyectando, en este caso sobre las mujeres, en los medios.

Es lo que llega a la mayor parte de la población, los grandes medios siguen siendo poderosos (la televisión, no vamos a olvidarlo, es el medio que ve el 90% de la población a diario) pero la diferencia es que ahora cada uno de vosotros puede informarse a través de Twitter o Facebook de forma directa, acudiendo a medios y periodistas alternativos. Cuando digo alternativos me refiero a que no reproducen versiones oficiales.

Y así habréis podido saber, por ejemplo, qué estaba pasando con los escraches de la PAH. La manipulación, desinformación y criminalización de la PAH y Ada Colau fue bochornosa. Fue muy interesante porque el poder se precipitó a condenarlo, desde el PP al PSOE, pasando por UPyD, tenían miedo. Hasta un editorial de El País salía veloz a proteger al poder político dando la espalda a la movilización ciudadana. Circularon sin problemas equiparaciones al nacismo, se la llamó ‘filoetarra’. Esto desde medios que reproducían frases del PP y yo siempre me preguntaba, ¿pero es que no han ido a ver cómo es un escrache para contárselo bien a la gente? Aprovecho para contar que he visto civismo, respeto, democracia y tolerancia en un escrache: la casa del diputado/diputada está rodeada de policías, nadie entra ni molesta. Se lee la petición, se desconvoca el acto y cuando la gente se va a ir los antidisturbios (entiendo que cumplen órdenes y no actúan por libre) entran a saco a reprimir y ponen contra la pared a varias personas al azar. Graban imágenes y luego eso es lo que hemos visto por televisión. Se invierten los términos, se le da la vuelta a la tortilla. Sabéis que Amnistía Internacional reconocía el derecho de la ciudadanía a hacer escraches. La violencia no está del lado de los ciudadanos, pero se cuenta así. De la violencia institucional y estructural (la de la pobreza, los recortes) no hablan los medios.

Pero lo cierto es que ciudadanos organizados de forma pacífica, efectiva y exitosa están parando desahucios. Otro ejemplo de desobediencia es el de Yo sí sanidad universal frente a un decreto que secuestra el derecho a  la salud de la población inmigrante. Considerados, de nuevo, ciudadanos de segunda, criminalizados. Véis también el lenguaje de los medios cuando se dice “asaltan” la valla. Nadie asalta una valla. Hay mucha carga ideológica ahí, de nuevo la manera de crear un imaginario colectivo con la sensación de peligro para justificar poner cuchillas en las vallas. Decía que una de las tareas en los medios es desmontar los prejuicios que hemos ayudado a fabricar. Es interesante ver en Twitter cómo se interpela directamente a los periodistas para que cuiden su lenguaje y cuenten bien las cosas.

Algo se rompe cuando la gente se atreve a decir no. Vemos ese trasvase del miedo. Hablaba hace poco con Teresa Forcades, y comentábamos esto, cómo el miedo inicial de la gente se va moviendo, se traslada al poder, que teme y se desconcierta ante quienes desobedecen. Yo le preguntaba si le está pasando mucha factura ser mujer, monja, activista, feminista, anticapitalista, dentro y fuera de la Iglesia. Me responde: “Claro, es que decidir actuar e implicarse tiene que tener consecuencias, no puede ser algo gratuito, no se puede hacer sin pelarse la nariz”.

Quiero citar a Juan Carlos Monedero, se pregunta “¿Cuándo nos metieron tanto miedo en el cuerpo que preferimos la previsibilidad, lo malo conocido a lo bueno por conocer?”. Él plantea también la ecuación  “doler, saber, querer, poder y hacer”. Primero te duele, luego te informas y después transformas.

Si ganamos esa batalla (la de vencer nuestros temores) tendremos gran parte del recorrido ganado. Luego fortalecer también nuestra salud mental, psicológica, emocional. No descuidarla porque esto de estar indignados agota, frustra. No hay que olvidar la dimensión interior, que vosotros cuidáis, cada uno como la entienda, desde la espiritualidad, la meditación, las cañas con los amigos, la música, las risas. Lo digo muy en serio, hice un reportaje sobre cómo la crisis afecta a la salud mental de la población. Con el desempleo aumentan los casos de depresión, los índices de suicidio: un aumento del 1% en los índices de desempleo conlleva un incremento del 0,8% en el número de suicidios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) pronostica que la depresión será el primer problema de salud y discapacidad en 2030. Todos tenemos casos cercanos de sufrimiento, familiares en paro, gente que lo está pasando muy mal. Así que fortalecer nuestra inteligencia emocional para resistir, para que no nos desgasten psicológicamente es esencial. Sólo así podemos aportar más a las luchas colectivas.

En esos momentos de frustración, desgaste, estamos dentro de la marea, la ola del cambio nos pasa por encima y no vemos todo el mar, hay que intentar hacer un vuelo, a vista de pájaro, para mirar desde arriba. Entonces vemos todo lo que pasa, aunque no nos lo cuenten existe (y mucho más que no vemos). Hay mucha gente haciendo cosas, eso anima, reconforta, da fuerzas para seguir. Si hacemos aquí y ahora ese ejercicio, basta con que miréis a vuestra derecha, a vuestra izquierda, delante o detrás, estáis rodeados de personas que están aquí porque creen, confían, saben que otro mundo mejor es posible.

Dice Gioconda Belli que la crisis de la imaginación es la peor de todas. Mientras podamos imaginar las alternativas, el cambio, visualizar ese otro modelo, ya hemos ganado y podremos salir de esta crisis-estafa económica y financiera.

Si una carnicería en el mercado de Triana en Sevilla se ha transformado en un teatro, si hay gente que puede sacar adelante sus sueños gracias a la financiación colectiva, si hay personas parando desahucios, si hay delegados sindicales defendiendo derechos laborales en las empresas, si hay barrenderos que consiguen frenar despidos con una huelga, si cada vez hay más ecoaldeas defendiendo un desarrollo sostenible en un mundo rural vivo, si en las ciudades crecen los centros sociales autogestionados y okupados, si cada vez hay más opciones de banca ética, comercio justo, agricultura ecológica… ¿Podemos decir que todo sigue igual y nada ha cambiado?

Dice Leo Bassi que hoy el mundo es de los desconocidos que se encuentran y se descubren. Voy terminando, os doy las gracias por este encuentro, por descubrirnos mutuamente. Tengo, cómo no, una cita de Kapuscinski (no hay charla de este tipo en la que no se acabe citando al maestro): “El verdadero periodismo es intencional. Se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio”. En esa línea pienso que los periodistas, desde las grietas en los grandes medios, desde el anonimato en los medios pequeños, desde las redes sociales, somos un agente social más, ni mejor ni peor, uno más, y por tanto somos responsables de lo que aportamos o no con nuestro trabajo en la construcción de un mundo más justo. Ya existe lo que se denomina comunicación para el cambio social, comunicambio. Ya estamos contando el inicio del cambio, ese momento histórico que estamos viviendo. Será lento y costoso, así son los ciclos en la Historia, pero será.

La última vez que estuve aquí en Córdoba, hace unos meses, vine a entrevistar a Julio Anguita. Quiero leeros dos reflexiones suyas que me parece que aportan mucho.

“Una vez hablando con alguien de mi partido que era cristiano de base, le dije: “Vosotros creéis lo que no veis”. Y me contestó: “No, la fe es apostar por”. No se me ha olvidado nunca. Yo apuesto por. Hay diferencias de métodos, pero la apuesta sigue siendo necesaria porque es el impulso hacia una transformación. No hay que bajar la guardia nunca, esto es un camino de superación. Al reino nunca se llega, pero se va entrando en parcelas de igualdad”.

Luego le pregunté qué le diría a alguien que se sienta un granito de arena frente a la gran maquinaria que es el sistema. Responde: “Que hay muchos granitos de arena. Si no renuncia se puede juntar a otro granito de arena, aunque sea para ver documentales en Internet y escuchar a economistas como Vicenç Navarro, Juan Torres, Martín Seco. Que acepte la misión de ser una especie de bacteria que vaya laminando el sistema. Qué cosa tan modesta: dentro de tu esfera de influencia cercana, tus amigos, tu familia, ser alguien que provoque la subversión. La subversión es limar sistemas, socavarlos aunque sea lento. Mientras acabas con el sistema, preparar la alternativa. Para eso hay que tener fe, creer que se puede llegar”.

Me despido con música, con una canción de Calle 13 (Multi viral) escrita por René Pérez y Julian Assange:

“Una noticia mal contada es un asalto a mano armada”.

“Si la prensa no habla, nosotros damos los detalles pintando las paredes con aerosol en las calles”.

“Levanto mi pancarta y la difundo, con sólo una persona que la lea ya empieza a cambiar el mundo”.

“Crece la ola, crece la espuma, cuando cada vez más gente se suma”.

Muchas gracias.