Escrache: saber que sí se puede

cropped-Logo-Sisepuede3El poder ha reaccionado de inmediato. Tienen miedo. Mariano Rajoy arremete contra esta práctica que, según él, “va en contra de la democracia”. Desde UPyD, Rosa Díez se apresuró a compararlo con el terrorismo y a calificar de “cobardes” a quienes lo secundan, cuando en realidad son valientes. Es el método propagandístico habitual de darle la vuelta a la tortilla, de confundir y criminalizar a quienes luchan. Pero ya nos lo sabemos. A los del PSOE tampoco les ha gustado. Rubalcaba dice que son actos de “presión injustificable” hacia los diputados del PP. Entre ellos se defienden. Poque ellos  son los que sí  saben qué es la democracia: ese sistema que nos tiene fuera de la acción durante cuatro años hasta que acudimos un día a coger una papeleta para votarles bajo una ley electoral injusta. Ese sistema que mantiene sus privilegios, los que heredaron de esa transición que no fue tan ejemplar (ahora emerge la podredumbre que durante años ha estado oculta).  Ese sistema que les permitía hacer y deshacer sin dar cuentas, incumplir promesas electorales, engañar, robar. Estaban tan a gustito.

Lógico, al poder le gusta que la ciudadanía esté quieta en casa, callando, aguantando, sosteniendo en silencio sobre sus espaldas sufrientes y abnegadas el estatus de los que están por encima, los que  manejan los hilos del poder político y económico.

Y ahora aparecen estas personas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), “violentas”, “etarras” (curioso con qué frivolidad y facilidad se recurre al discurso de ETA para meter miedo) a tocarles, con perdón, las narices. Y Ada Colau le habla de tú a tú a los del establishment político y llama criminal, cara a cara, al representante de la banca. Y la PAH demuestra que pueden recopilar un millón y medio de firmas (consiguiendo el apoyo social del 80% de la población según las encuestas) y lograr con la presión ciudadana que se admita a trámite en el Congreso una ley a la que el PP se iba a oponer. Y, por si fuera poco, van y ponen en marcha la campaña de presión ciudadana (escrache) Hay vidas en juego. ¿Cómo se atreven?

No les parece democrático a los del poder que la gente actúe en la calle, luchando por los derechos sociales, exigiendo a sus políticos (empleados que trabajan al servicio de la ciudadanía, por cierto) que rescaten la dignidad democrática. No les parecen democráticas las huelgas ni las manifestaciones. Les gusta más este parlamento secuestrado donde no hay debate ni se escucha, pervirtiendo la esencia de la democracia.

Así que, si esa democracia de postal, de pose, de maniquí, no nos sirve, nos inventamos otra. Hay que ir probando métodos hasta ver qué funciona. Recordaba Vicenç Navarro que sin la desobediencia civil, por ejemplo, la población negra todavía se sentaría al final del autobús en Estados Unidos. “Martin Luther King también fue linchado mediáticamente y perseguido por el Estado federal y el FBI”.

¿Acaso para acabar con un orden social y económico injusto no es necesario un poco de desorden? Hay que desmontar ese orden, a menudo edificado y protegido por legislaciones que sí nos podemos cuestionar aunque se nos ha dicho que son intocables. Como intocables parecían las instituciones, y resulta que no lo son. Para limpiarlas y transformarlas hay que tocarlas.

Esto del escrache no es nuevo. En Argentina fue un método eficaz para señalar a los responsables de los asesinatos y desapariciones durante la dictadura militar y exigir justicia. Arcadi Oliveres explica también cómo el escrache de movimientos pacifistas sirvió en Holanda para que los diputados votaran en contra de la instalación en el país de misiles estadounidenses. Dice Oliveres que el escrache debería satisfacer a quienes nos gobiernan porque supone “un perfeccionamiento democrático”.

Aunque los grandes medios no nos lo han contado, el escrache ya se ha practicado en España antes. Los trabajadores y trabajadoras de Telemadrid llevan haciéndolo desde hace mucho, persiguiendo primero a Esperanza Aguirre y luego a su sucesor allá donde iban, para echarles en la cara los 900 despidos, la limpieza ideológica y la malversación de dinero público. Siempre en la distancia, porque  las fuerzas de seguridad del Estado crean escudos de protección ante las oleadas de libertad y democracia. Tampoco les gusta mucho que la gente se exprese.

Claro que les incomoda la presión ciudadana. No quieren que se extienda porque el escrache es un método efectivo que provoca cambios. La diputada del PP, Eva Durán, ha actuado para detener un desahucio tras sufrir un escrache.

¿No les gusta a los diputados que les digan cosas en la calle? A nosotros tampoco nos gusta que la gente se suicide porque pierde su casa, no nos gusta que la banca delincuente sea salvada con dinero público, no nos gusta que los culpables de la crisis y de los delitos financieros no paguen ante la justicia, no nos gustan las reformas laborales que denigran la dignidad de los trabajadores, no nos gustan los empresarios que destruyen empleo sin pudor, no nos gusta que los recortes sociales se carguen la sanidad pública, la educación, los servicios sociales, la cooperación. No nos gustan los políticos que han olvidado su labor de servicio público y desprecian a una ciudadanía que sufre.

Pero ahora hay una diferencia. En vez de gritarle al televisor, se lo decimos a la cara. Empezamos a no tener miedo, a salir de la sumisión, del besamanos.

Espero que Cristina de Borbón y su marido Iñaki sufran escrache. Espero que lo sufra Juan Carlos de Borbón por sus vergonzosas cacerías de elefantes y su responsabilidad como jefe de Estado ante los “supuestos” delitos que ha cometido su familia de sangre azul y naturaleza antidemocrática. ¿O eso sí es democracia? Espero que se hagan escraches a Bárcenas, a Botín, a Rato, a Arturo Fernández, a Ana Mato y su marido, a los responsables políticos y sindicales de los ERE fraudulentos en Andalucía, a Camps y Correa, a José Blanco, a quienes especulan con el hambre,  a los fabricantes de armas, a los violadores de derechos humanos, etc, etc, etc.

Esto es pedagogía. El método que usamos cuando no nos permiten otras vías de comunicación. Se trata de  ayudarles a entender, de forma pacífica, cómo es esto de la democracia real. Para que se sitúen en otro plano, para que aprendan bien qué es una sociedad justa e igualitaria con un sistema económico al servicio de las personas. Se trata de hacerles oír lo que pretenden ignorar: que sus actos tienen consecuencias, que detrás de cada decisión y de cada hecho hay responsables.

Espero que la ciudadanía cansada y empoderada les saque los colores, presione, exija dimisiones, mejoras, justicia.

Poco a poco, paso a paso. Los cambios sociales vienen siempre así. Desde abajo, en la calle, con unos pocos primero, a los que luego se suman más, conquistando derechos mano a mano y nunca, jamás, esperando que nos los regalen. Esta primavera estamos sembrando muchas cosas. El proceso será largo y costoso. Intentarán criminalizarnos, aterrarnos, deslegitimarnos, silenciarnos. Pero ya está en marcha el inicio del cambio. Ellos, los del poder, saben que la ciudadanía organizada y rebelde puede conseguir cosas. Lo bueno es que la ciudadanía también lo sabe. Se escandalizan los que no quieren cambios. Vamos por buen camino.